Alumnos y docentes de la escuela de Florida donde un adolescente perturbado mató a 17 personas con un fusil de asalto retomaron ayer las clases con lágrimas, temores, rebeldía y rodeados de decenas de policías armados, a dos semanas del ataque que los lanzó al centro de un nuevo debate sobre la tenencia de armas en Estados Unidos.
Sin mochilas ni libros, los estudiantes llegaron nerviosos a primera hora de la mañana a la Escuela Secundaria Marjory Stoneman Douglas, de la ciudad de Parkland, para enfrentarse a una jornada escolar de horario reducido y dedicada a sesiones de refuerzo emocional. Los policías armados, destinados a dar mayor seguridad al colegio, se alinearon en hileras sobre la vereda y saludaron con un “buenos días” o una palmada a cada alumno, algunos de los cuales llegaron acompañados de sus padres.
Ex estudiantes, vecinos y sus hijos se acercaron para mostrar su solidaridad a los chicos. Dos mujeres repartían agua y jugos de fruta para el desayuno, mientras que otra sostenía un cartel que decía “Besos Gratis”. Policías retirados que también quisieron estar presentes entregaron flores a los alumnos. “Los Amamos” y “Estamos Con Ustedes”, decían otros carteles que portaban vecinos.
Entre algunos chicos, ver a policías armados con pistolas y rifles de asalto de tipo militar tuvo el efecto contrario al buscado. “Esta es una imagen de la educación con miedo de este país”, dijo David Hogg, un alumno de la escuela que se ha convertido en uno de los líderes del movimiento estudiantil que reclama mayores controles de armas y critica a la Asociación Nacional del Rifle (NRA), el principal grupo de presión a favor del libre acceso al armamento. “La NRA quiere más gente como ésta, con esas armas de fuego exactamente para asustar a más gente y vender más armas. Una de esas balas podría atravesarme si me confundieran con un tirador escolar”, agregó Hogg, quien se niega a volver a la escuela hasta que no se apruebe una ley que restrinja las armas de fuego.
A pesar de lamentar la falta de acción en respuesta a la masacre, Juliana Campos sí volvió a la escuela y lo hizo con una rosa en la mano que le entregó un agente de la policía. “No nos vamos a callar. Hablamos con el presidente Donald Trump. Pero después de todo esto aprendí que a pesar de lo ocurrido, no va a cambiar nada. Podemos perder tanta gente y todavía no hay cambio”, se lamentó Campos, que llevaba en su teléfono una foto de su amigo íntimo Joaquín Oliver, un venezolano que murió en el tiroteo. “Todo lo hago por él. Me da fuerzas para volver en un día como hoy. Irá bien hacer terapias y unirnos todos”, dijo la joven. Lauren Hogg, una alumna de primer año, dijo que la experiencia era “surrealista”. “Para ser completamente franca, estoy asustada”, dijo, y expresó su temor a “volver a las aulas y ver las sillas vacías en las que una vez se sentaban mis amigos”, dijo Hogg, que no es pariente de David.
El 14 de febrero pasado, un ex alumno de la escuela, Nikolas Cruz, de 19 años y con antecedentes de agresividad y trastorno mental, entró al colegio y abrió fuego con un fusil semiautomático AR-15. Catorce estudiantes y a tres miembros del personal murieron en el tiroteo, que fue el más letal en una escuela del país en cinco años y que se inscribe en una verdadera epidemia de violencia con armas en lugares públicos que mata a más de 30.000 personas por año en Estados Unidos, según cifras de distintas asociaciones civiles.
La vuelta a la escuela fue planeada en fases. Las autoridades del condado de Broward planificaron una apertura primero con los maestros y el personal no docente el lunes y el martes, mientras que los alumnos retomaron ayer con clases de cuatro horas. Según explicó el director Ty Thompson, el regreso de los estudiantes se enfocará “en la preparación emocional y la comodidad” y no en el plan de estudios, por lo que “no hay necesidad de mochilas esta semana”.
Y agregó que la seguridad será la “más alta de todos los tiempos”.
Mientras tanto, el edificio 12, donde se produjo la mayor parte de la carnicería, permanece cerrado, pero prevén demolerlo y hacer un monumento conmemorativo en su lugar. “Por ahora, se considera una escena del crimen”, aclaró Robert Runcie, superintendente de las Escuelas Públicas del Condado de Broward.