Promesas, autoelogios y épica new age. Esa fue la receta que aplicó el presidente Mauricio Macri durante los 40 minutos exactos que duró ayer la inauguración del período 136 de sesiones ordinarias del Congreso Nacional. Con un estilo menos confrontativo y en un auditorio más calmo que en ocasiones anteriores, Macri repitió sus vaticinios de un futuro mejor, con crecimiento, desarrollo e inversiones. Desgastó la frase: “ya pasó lo peor”, usada en distintas oportunidades durante 2016 y 2017. “El salario le ganó a la inflación”, dijo y aseguró que va “seguir bajando” pese a que su gobierno erró los pronósticos desde que comenzó su gestión. Sin centrarse en datos ni estadísticas, se inclinó por un discurso cargado de apelaciones emotivas y se refirió sólo a un puñado de proyectos legislativos, que pidió que sean tratados durante este año. Dos de ellos provenientes de la fallida reforma laboral: el blanqueo y la ampliación de las licencias por paternidad. También adelantó el envío de las reformas de los códigos Penal y Procesal Penal y apoyó nuevamente la llamada “doctrina Chocobar”. Otro de los puntos salientes fue la ratificación de su rechazo a la legalización del aborto que incluyó el llamado al Congreso a dar un debate “maduro” y “responsable”. Sin hacer alusiones concretas, deslizó una crítica a los gremios docentes. El cierre contó con una típica arenga macrista: llamó a sentir “el orgullo de pertenecer a la generación que está cambiando la Argentina para siempre”. Los legisladores oficialistas respondieron entonando el clásico “sí, se puede”.
Puntual, Macri comenzó su discurso apenas 3 minutos después de las 11 de la mañana. En las bancas del Frente de Izquierda había un puñado de carteles que reclamaban contra los despidos en el Hospital Posadas, Fanazul, Río Turbio, el INTI, además de exigir la despenalización del aborto. El grueso de los legisladores del Frente para la Victoria y el Movimiento Evita, entre otros opositores, tenía el pañuelo verde a favor de la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo. A los laterales del estrado se ubicaban los invitados especiales: el Gabinete nacional en pleno, salvo por Jorge Triaca que se encontraba de viaje; los cinco miembros de la Corte Suprema y varios gobernadores provinciales, con algunas ausencias de mandatarios del PJ. Arriba, en las galerías, no había referentes gremiales, ni de movimientos sociales, ni de organismos de derechos humanos.
Flanqueado por la vicepresidenta Gabriela Michetti; el titular de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó; y el presidente provisional del Senado, Federico Pinedo; Macri leyó con soltura buena parte de su discurso. Arrancó con un recuerdo a los tripulantes del submarino ARA San Juan, que el Gobierno ya dejó de buscar pese al reclamo de los familiares de continuar el rastrillaje. En ese momento, la diputada kirchnerista Araceli Ferreyra le gritó desde su banca “búsquenlo, búsquenlo”. Fue prácticamente el único momento fuera de libreto. No hubo ninguna alusión al reclamo de soberanía por las Islas Malvinas ni al reclamo de Justicia por el atentado a la AMIA.
El inicio del discurso fue para ratificar el camino del “cambio con gradualismo”, en contraposición a los sectores que le reclaman un ajuste todavía más brutal. “Vamos a dejar de endeudarnos y van a llegar las inversiones”, aseguró pese a que la argentina en éstos dos años se convirtió en el país emergente que mayor deuda emitió en todo el mundo.
Sin mencionar que el déficit fiscal todavía es mayor al que existía a fin de 2015, Macri ratificó su intención de continuar el recorte: “No podemos gastar más de lo que tenemos”, afirmó.
El presidente no evitó el tema de la inflación, aunque dibujó un panorama alentador. Remarcó que “está bajando” en comparación con años anteriores. Lejos de los datos de las propias estadísticas oficiales sobre el mercado laboral, que indican una precarización general y una caída del empleo industrial, Macri habló de 270 mil puestos de trabajo nuevos.
Durante un pasaje Macri se refirió a los beneficios de internet. Reprochó que “estamos atrasados respecto de otros países” en cuanto a la sanción de nueva ley de telecomunicaciones y tecnologías de la información, aunque omitió contar que la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual fue derogada casi en su totalidad por un decreto suyo de 2015 y que desde entonces está en mora con la promesa de enviar una iniciativa al Congreso. Otro párrafo importante le dedicó a los parques nacionales y el uso del espacio público. Anunció que creará en Campo de Mayo, donde funcionó uno de los mayores centros clandestinos de detención durante la dictadura, “uno de los Parques Nacionales urbanos más grandes del mundo”. En ese momento, las cámaras de televisión enfocaron sonriente al ministro de Medio Ambiente, Sergio Bergman.
En su tramo más político, Macri reiteró (sin nombrarlo) su apoyo al policía Luis Chocobar, que disparó y mató por la espalda a un delincuente que escapaba tras un robo. “Queremos sentirnos cuidados, y para eso también tenemos que pensar en los que nos cuidan. Las mujeres y los hombres de nuestras fuerzas de seguridad se juegan la vida por nosotros y merecen todo nuestro respeto y admiración”, dijo y agregó que hay una “tensión entre democracia y seguridad”, que se resolvería “sin caer en la mano dura ni el abolicionismo”. La que esbozaba una ligera sonrisa era la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich.
Sin demasiadas precisiones, Macri habló de cifras récord de incautaciones de drogas y de baja en los índices del delito en los últimos dos años: cantidad de robos, un 11 por ciento, y homicidios, un 20. En ese marco adelantó que espera que “en unos pocos meses” se presente el proyecto de reforma del Código Penal. También que se trate un nuevo Código Procesal Penal, que durante el kirchnerismo había sido reformado pero cuya aplicación fue suspendida mediante DNU.
Al momento de abordar los temas educativos, el Presidente se refirió a los malos resultados de la evaluación Aprender y pidió cambiar la legislación que impide que se publiquen los resultados por escuela. “No le tengamos miedo a la verdad. A lo que hay que temer es a la mentira, a que los chicos no terminen el colegio. No podemos hacer política con la educación de nuestros hijos. No podemos acordarnos de la educación sólo en el momento de las paritarias”, dijo, en alusión al conflicto que se produce en la mayoría de las provincias, donde los gremios docentes rechazaron por insuficientes los aumentos del 12 y el 15 por ciento, respectivamente.
Uno de los temas que más expectativa generaba era el tema del aborto. Macri volvió a pronunciarse “a favor de la vida”, eufemismo que utilizan los que están en contra para diferenciarse de las posturas a favor de la legalización. “También estoy a favor de los debates maduros y responsables. Por eso, vemos con agrado que el Congreso incluya este tema en su agenda de este año. Espero que se escuchen todas las voces y se tomen en cuenta todas las posturas”, completó.
Con ese tema terminó con los puntos principales de su discurso y dio paso a la arenga final: “Si pudimos avanzar en todas estas cosas; si pudimos sentarnos a dialogar; si pudimos evitar una crisis que se venía encima; si pudimos generar trabajo y empezar a reducir la pobreza; si pudimos asfaltar barrios enteros que estaban sumergidos en el barro; si pudimos pasar del aislamiento a la integración con el mundo; ¡imaginemos la cosas que vamos a poder en el futuro!”, arengó. Apeló a la metáfora del edificio y el crecimiento “invisible”, al “entusiasmo del hacer” y llamó a “ser protagonistas del futuro”. “Necesitamos de todos, unidos, porque siempre les digo, los argentinos unidos somos imparables”, remató Macri, ante una asamblea legislativa que lo escuchaba tranquila. Los legisladores de Cambiemos cerraron la ceremonia con el rezo macrista: “Sí se puede”.
Luego Macri salió por donde ingresó, la explanada central del Congreso. Antes de subirse al auto oficial, levantó a la mano y saludó a una multitud inexistente.