Una verdadera caza de indecisos se abrió en la última jornada laboral ante una de las elecciones más inciertas de la historia reciente, con tres grandes fuerzas políticas en pugna, que según los sondeos de hace dos semanas dan ventaja a la derecha, aunque ninguna obtendría la mayoría necesaria para constituir un gobierno.
Antes del tradicional “silencio electoral” del sábado, los candidatos aprovecharon la jornada para llamar a las urnas a los cerca de 50 millones de electores, de los cuales unos 10 millones se proclaman indecisos.
Después de su única reunión pública conjunta, celebrada el jueves en un cine de Roma, los líderes de la heterogénea coalición de derecha, formada por Silvio Berlusconi (Forza Italia, centro derecha), el xenófobo Matteo Salvini (de la Liga Norte) y la postfascista Giorgia Meloni (Hermanos de Italia), han decidido convocar a sus huestes por separado.
Mientras el empresario empleará todo su talento mediático en un popular programa de la televisión pública, el ultranacionalista Salvini se dirigirá a su bastión electoral en Milán, al que ha prometido en todas las ocasiones la expulsión de los inmigrantes ilegales, caballo de batalla de su campaña en la que no ha ahorrado términos para decir que “negro es sinónimo de criminalidad”.
Meloni por su parte escogió la emblemática Latina, al sur de Roma, la localidad fundada por el dictador Benito Mussolini, para reiterar con un lenguaje más suave su rechazo a la inmigración y reiterar el lema “primero, los italianos”.
A dos días de la votación, Antonio Tajani, actual presidente del Parlamento Europeo, aceptó oficialmente ser el candidato de Silvio Berlusconi para liderar el país y de alguna manera sustituir al magnate, inhabilitado por fraude fiscal hasta el 2019.
Un gesto de agradecimiento a su mentor, que debería tranquilizar a los mercados y a los demás países de Europa preocupados por la posible victoria de una derecha xenófoba y antieuropeísta en Italia.
El hombre que tiene buenas relaciones con todos, que se mueve como un pez en el agua dentro de las instituciones europeas, es la carta vencedora del multimillonario ex primer ministro, de 81 años, quien se presenta ahora como un padre sabio para los italianos.
El atípico Movimiento 5 Estrellas (M5E), que la víspera presentó un gobierno formado por expertos, será el único que cierra la campaña con una gran manifestación en el corazón de Roma. “Será una jornada histórica, seremos muchos”, prometió Luigi Di Maio, el joven candidato a primer ministro del movimiento antisistema fundado por el cómico Beppe Grillo.
“La era del Va-fa (los insultos) ha terminado”, escribió Grillo en su blog, al elogiar la estrategia de presentar con antelación su eventual gabinete de gobierno, algo muy cuestionado por sus rivales, pero dirigido a la masa de indecisos, que temen que el movimiento no cuente con dirigentes capaces para asumir una tarea tan importante como ocurrió con la alcaldía de Roma.
El M5E, sin ideología y dispuesta a quebrar la tradicional bipolaridad entre derecha e izquierda, según las encuestas se confirmaría como el mayor partido del país, con el 27,8 por ciento de las intenciones de voto.
El líder del gobernante Partido Democrático (PD), Matteo Renzi, por su parte, que según los sondeos obtendría entre el 22 y el 23 por ciento, recorrió toda Italia para ilustrar los logros de su gobierno y pedir que la coalición de centroizquierda que lidera su partido no sea castigada con el voto del domingo, como muchos vaticinan.
Renzi, acusado de ser el responsable de ese desastre, cierra la campaña en Florencia, su ciudad, donde goza aún de popularidad. Popularidad que le fue ‘robada’ por el actual jefe de gobierno saliente, Paolo Gentiloni, también del PD, con un índice del 44 por ciento, quien ha cosechado en un año varios éxitos gracias a los mejores resultados económicos y a su estilo moderado y discreto.
La violencia, mientras tanto, irrumpió por primera vez en 30 años en la campaña electoral con enfrentamientos como en los años 80 entre policías y militantes de extrema izquierda, los cuales han salido en varias ciudades de la península a protestar contra la participación electoral de la extrema derecha neofascista, el movimiento CasaPound.