La esquina menos gourmet
Nacieron como guía de bodegones y se convirtieron en comunidad, practicando una cerrada defensa de lo que llaman una cocina honesta: “Platos abundantes, buenos precios y la atención de mozos que hacen honor a su profesión”. Con miles de seguidores en sus redes sociales, con app propia para Android (“para iPhone no porque es gourmet”) y una web que reseña milanesas, bifes y platos de olla al por mayor, los antigourmet abrieron su primera experiencia gastronómica propia, un bar en el Palermo que tanto critican. “Apareció este local enorme a un precio buenísimo y lo aprovechamos. Hoy, con el diario del lunes, estamos contentos de estar en Palermo: somos como el grano en el culo del barrio, dando de comer rico, abundante y además barato”, afirma Matías Pierrad, uno de los cinco Antigourmet responsables de la apertura.
La idea es simple: una barra con autoservicio, cerveza artesanal hecha por ellos y pocos platos para comer sin cubiertos. “No competimos con los bodegones que amamos. No es un restaurante, sino un centro de cultura sobre bodegones. A partir de abril tendremos bodegones invitados cocinando acá, planeamos el ciclo “hoy cocina mi vieja” con abuelas que nos darán sus recetas, hacemos radio en vivo, sumamos almacén con productos regionales”, cuentan.
Hoy, la propuesta va por best sellers inclaudicables. Raciones de fiambres (rico salame a $75), buñuelos enormes (vienen 3 por $75), tortilla jugosa ($120 con cebolla y chorizo). Hay picadas (la Antigourmet lleva un kilo de fiambres, quesos, buñuelos, papas con huevo, tortilla, todo por $800), sándwich de milanesa ($150) con jamón, queso, tomate, lechuga y huevo frito, y ricas pintas de cerveza propia a $90 ($70 en happy hour), que de 20 a 22 sale con platito de escabeche de regalo.
Son nuevos, es todo un poco caótico, con hasta 200 comensales en una noche. El autoservicio es lento, el discurso forzado (“japi auer”, “milanga”, “catate ésta”) pero logrando un ambiente donde se respira comunidad. Queda claro: los Antigourmet son una familia. Y esa familia tiene hoy dónde reunirse.
La Esquina del Antigourmet queda en Soler 5900. Horario de atención: martes a sábados de 18 a 24.
Corea del centro
Que la cocina peruana pisa fuerte en Buenos Aires, es materia ya sabida. En la ciudad hay cientos, tal vez miles de restaurantes bien distintos, desde los populares y baratos (como el siempre feliz La Conga, Contigo Perú o Chan Chan, entre cientos más) a los más cancheros, de precio mucho mayor y con platos propios nacidos de en la cabeza de grandes cocineros, como el caso de La Mar, Osaka o Sipán, entre otros. Pero Quechua juega en el medio. Ubicado en Abasto, epicentro popular, ofrece recetas con una mirada propia. Y esto es gracias a Julio Marín, chef y propietario, quien trabajó por muchos en La Rosa Naútica, famoso restaurante limeño que supo tener sucursal en Puerto Madero. “Hace 27 años que trabajo en cocinas. Cuando cerró La Rosa Náutica, decidí que era el momento de hacer algo propio. Así nació Quechua”, explica.
El lugar es amplio, luminoso, simple pero correcto. Lo mejor viene por el lado de la carta, en especial los ceviches (especialidad de Julio), que suelen ser de lenguado, si bien dependerá de lo que mejor que se encontró en el mercado. “Compramos lenguado, salmón blanco, lisa, mero, lo más fresco que haya”, cuenta.
De entrada, vale la pena ir por el lado de las rondas de la casa ($275), tres pequeñas opciones a elegir entre chicharrón de calamar, ceviche frito y causa arequipeña, entre otros. Muy rica también la causa quechua ($250), que suma un escabeche de langostinos calientes por encima. De platos de fondo, hay por ejemplo arroz con pato (con generoso cilantro) a $290 o pesca del día a lo macho a $270. Suman varios rolls de sushi (de estilo nikkei y modernos, rondan los $180) pero mejor ir por unos mariscos de los Marin, grillados con un chimichurri abundante en huacatay ($310). Yendo en grupo y pidiendo mix de entradas y platos, se come bien por unos $400 (con cerveza de litro a $115). Y, al mediodía, hay un imbatible menú, que por $150 ofrece opciones de entradas (por ejemplo, una causa), principales (chaufa, tacu tacu, pescado a chorrillana), postre y bebida. Rico, auténtico y diferente.
Quechua queda en Pasaje Carlos Gardel 3163. Teléfono: 4424-6355. Horario de atención: jueves a martes de 12 a 16 y de 20 a 24.
Cien por ciento casero
Los panes los hacen allí, a base de papa y harina, logrando una gran textura capaz de soportar los jugos de un sándwich sin deshacerse. También los fiambres con caseros, desde la panceta al pastrón o el jamón cocido, aprovechando un bellísimo ahumador que guardan en el primer piso del local (junto al horno de barro). De esta pasión por lo propio, nace el corazón de Carmen, un pequeño (la cocina es más grande que el salón) y modesto local en pleno Boedo, dedicado esencialmente al delivery de sándwiches, wraps, algunas ensaladas y, de noche, también rolls de sushi.
“El lugar nació hace poco más de un año como delivery de sushi. Luego, decidí sumarme yo a la cocina, y empecé con los panes, los sándwiches y fiambres caseros. Pero como al sushi le iba bien, lo mantuvimos”, dice Matías D’Aquino, quien exhibe como inmejorable currículum haber pasado por las cocinas de M Buenos Aires y del maravilloso Crizia, entre otros lugares.
Los sándwiches son muy generosos e incluyen ricas papas o ensalada, con opciones que van de la milanesa de carne ($130) al de pollo frito ($120), pasando por la bondiola ($140) o la hamburguesa ($120). Hay también tacos (de cerdo desmechado, $25), empanadas de carne fritas ($25) e incluso un salmón grillé a $150. Lo mejor, sin embargo, es preguntar por los especiales del día, que pueden ir de la panceta a los baos (panes al vapor) rellenos de pastrón pasando por croquetas fritas de papa y cerdo, entre otros bienvenidos caprichos de Matías, que trabaja allí con el apoyo de toda su familia. De noche, el sushi cumple (buen punto del arroz) con las combinaciones más conocidas (mucho queso crema, salmón, palta y langostino), arrancando en $350 el combo de 25 piezas.
Producto de calidad, mucho trabajo detrás de cada preparación, precios amigables con porciones que muchas veces no se pueden terminar de lo abundantes que son. Esa es la materia prima que esgrime Carmen para ganarse su lugar entre los vecinos de Boedo.
Carmen queda en Castro 1635. Teléfono: 4921-5656. Whatsapp: 15-6505-5925. Horario de atención: lunes a viernes de 9 a 15; martes a sábados de 19 a 23.