Insomnio otra vez. Creo que el cine es mi salvador de este pequeño mal desde el VHS. Noche de miércoles a las tres de la mañana, por consejo de mucha gente dejo de insistir en dormir y prendo la televisión. El canal no lo recuerdo pero comenzaba una película que me marcó desde la primera vez que la vi. Creo que fueron cinco la cantidad de repeticiones que mi ojo, que no es exigente en este campo, la vio. Siempre variando las versiones. Esta última que puedo transcribir con cada detalle es la versión de 1991: El regreso de la laguna azul, dirigida por William A. Graham. La primera vez que la vi tenía 13 años en el formato VHS. Fue en la casa de una amiga en la que estábamos mucho tiempo porque podíamos pasar muchas horas solas y hacer lo que queríamos o no hacer nada, cosa que nos encantaba. Mi amiga fue quien la alquiló atraída por el poster un poco sugerente para esa edad. Un día después del colegio comiendo sandwichs de huevo y mayonesa empezó la sesión de cine.
Una madre inglesa conservadora, católica y exigente queda abandonada, tras el naufragio del barco que los transportaba, en una isla con una bebé y un niño (aproximadamente tres años mayor). Frente a esta desgracia la madre Sarah Hargrove (en la ficción) afronta la crianza de ambos. Esos pocos años transcurren entre una educación católica y repleta de consejos sobre buenos modales, taparrabos, bananas y pesca, ruidos extraños provenientes de nativos de la isla, (a quienes por supuesto le temen por desconocimiento y prejuicio).
Luego la madre muere y Lili y Richard, aun pequeños, quedan solos y tratan de mantener todos los mandatos y los consejos de la madre. Mis ojos tratan de cerrarse pero... ¿por qué sigo viendo esta película y no puedo dormir? Y me vienen imágenes sueltas de las otras versiones que vi de chica donde esta parte es la que me dejaba despierta como ahora. Mis trece años veían como esos cuerpos se trasformaban en adolescentes y algo cambiaba entre ellos. Mi amiga y yo reíamos sin motivo cuando Richard se cambiaba de cama, cuando Lili menstruaba por primera vez y él se espantaba, cuando las tetas de Lili eran tapadas por su pelo hasta que se daba cuenta de que era hora de improvisar una tela que las tapara. El despertar sexual de ese momento me mantuvo despierta hasta el final de la película muchísimos años después.
El film continuaba, en mirada ingenua, en la actualidad, estos dos jóvenes bellos comenzaban a tener sexo entre ellos. Mis 13 años con mi amiga hacían que las sonrisas fueran más incómodas. Ellos se casaban tres veces por día, tres veces. Y no perdían un segundo para besarse y tocarse. Nosotras ya ni nos mirábamos. Para tranquilizar nuestras hormonas revolucionadas, un barco pequeño arribaba a la isla con un par de piratas, un capitán y su aristócrata hija tan excitada como nosotras. Otra vez lo desconocido pero esta vez la civilización en su más llano aspecto. Esto renovaba y desviaba nuestras miradas y prolongaba mi insomnio. La aristócrata Sylvia intentaba por diversos medios conquistar al musculoso (en la forma prototípica de modelo de publicidad) Richard mostrándole formas desconocidas como el baile, la ropa, la buena educación. Con mi amiga nos tomamos de las manos, las cosas se estaban complicando. Lili estaba experimentando la ira de los celos y para condimentar el miedo uno de los piratas no dejaba de acosarla con la mirada. Finalmente Lili se desnudaba y nadaba en esas cataratas que habían sido testigo de toda su vida pero esta vez estaba sola o al menos eso creía ella porque uno de los piratas la espiaba desde unas rocas. Pusimos stop y fuimos juntas al baño como siempre. No queríamos que la película terminara y menos así. Casi no cruzamos palabra.
El final de la película es una apología al amor. Los extraños se van y una familia se forma. Lloramos un rato y volvimos a reír. Nos preguntamos si tendríamos un primer amor así y volvimos a reír. Confieso que tantos años después quise llorar pero no pude. Solo me quedé despierta un rato más y luego soñé con la película. Es extraño yo no era ni Lili ni Sylvia en el sueño. Era una de los nativos desconocidos.
El género romántico (por llamarlo de algún modo poco académico) donde se cuentan historias de amor que atraviesan alguna crisis, pero siempre gana el amor, es una debilidad para mí. Supongo que porque me es tan lejano y tan inverosímil que entro en otra realidad como si fuera ciencia ficción. A lo mejor por eso en el sueño no fui ninguna heroína y continué siendo los restos del insomnio de esa noche.
Laura López Moyano es actriz, docente y directora teatral. Se formó en actuación con Pompeyo Audivert, Rafael Spregelburd, Héctor Bidonde, Javier Daulte, Alejandro Macci y otros. Ha trabajado en obras de Daniel Veronese, Lola Arias, Mauricio Kartun, Pablo Rotemberg, Rafael Spregelburd, Mariana Obersztern y Martín Flores Cárdenas, entre otros. Hasta hace poco se la podía ver en Arde brillante en los bosques de la noche de Mariano Pensotti. Es una de las mejores y más singulares actrices del teatro argentino.