El proyecto de investigación dirigido por la historiadora Laura Pasquali analiza el rol de las mujeres en escenarios de conflicto y el contexto que las empuja a la calle. El trabajo tuvo como resultado la edición del libro Mujeres y Políticas en escenarios de conflicto en el siglo XX,  que toma cuatro momentos de la historia argentina a través del relato  de mujeres que los protagonizaron. El primer momento es el del movimiento antifascista en Rosario, que se dio durante las décadas de 1930 y 1940, para el cual entrevistaron a Amor Hernández, militante y dirigente sindical de la industria del vestido y el comercio.

El segundo momento histórico es el de la lucha armada revolucionaria, y en este caso las protagonistas son Gloria Canteloro, militante de Montoneros, y Nelfa Suárez, que formaba parte del PRT‑ERP. El otro capítulo del libro retoma la acción de las militantes de derechos humanos, a través de los relatos de la Madre de Plaza 25 de Mayo, Esperanza Labrador, y de la Abuela de Plaza de Mayo, Delia Giovanola.

Por último se analiza el lugar de las mujeres en la ciencia, en el contexto de la década de 1990, a partir del testimonio de la física Liliana Gómez.

Pasquali destaca dos características de la participación de las mujeres en los movimientos sociales: por una parte, la heterogeneidad de estos en cuanto a su origen y clase social y por la otra, el permanente cruce de lo doméstico y la maternidad en el espacio de militancia. 

En el caso de Madres y Abuelas, la maternidad es inherente a su acción política, comienzan su lucha por la desaparición de sus hijos e hijas y por la apropiación de sus nietos y nietas. "Pero en los otros casos, aunque no fuera la intención de la entrevista, el tema de la maternidad surgió siempre", explicó la investigadora.

La militante antifascista tuvo que dejar por algunos años la tarea sindical para criar a sus hijas y destaca que las reuniones de las juntas femeninas se realizaban después de que la cena estuviera preparada y los niños durmiendo.

En cuanto a las mujeres que formaron parte de las guerrillas, la maternidad era algo buscado, tenían que engendrar hombres y mujeres nuevos que pudiesen continuar con el ideal revolucionario, y si bien muchas veces se hacía difícil la crianza de niños en medio de un escenario de lucha armada, ellas resaltan que contaban con los compañeros de la organización y con sus propios padres para que cuidaran a sus hijos en caso de que fueran presas. Una de las entrevistadas estuvo nueve años encarcelada y al momento de salir tuvo que restablecer lazos con su hijo que fue criado por los abuelos y armar entre todos una nueva dinámica familiar.

En el caso de las científicas, según explica Pasquali, hay una diferencia entre las que decidieron ser madres y las que no: "La maternidad se convierte en un hueco en el currículum y en muchos casos dificulta la posibilidad de acceder a puestos de mayor jerarquía". 

Para la investigadora si bien hubo un progreso en más de 80 años de historia, lo doméstico es un ámbito que cruza y determina la posibilidad de relaciones igualitarias o no. Aún hoy podría sostenerse que la vida doméstica es un escollo mucho menor para los hombres que para las mujeres.

El proyecto de investigación, además de abordar la problemática de género, indaga acerca de la historia oral, por lo cual las investigadoras construyeron su relato histórico a través de entrevistas y fuentes de historia orales. El libro tiene un estudio introductorio de cada momento histórico que se analizó y la entrevista completa que se realizó con cada una de las protagonistas.

Las investigadoras armaron a través del libro una suerte de ficción intergeneracional entre los distintos momentos históricos que se plantearon en el proyecto. Las mujeres miembros del movimiento antifascista son las abuelas, por una cuestión generacional, de las que participaron en la lucha armada de la década del 70. Asimismo, las hijas de las primeras, también en términos generacionales, son las madres y abuelas que reclaman sobre sus hijos y nietos desaparecidos.

La perspectiva histórica y política que subyace en el proyecto es no pensar a la mujer como un suplemento del relato masculino pero tampoco como una historia exclusiva. "Pensamos a las relaciones de género como constitutivas de la historia en sí misma, y en ese sentido no se puede obviar a cualquiera de los géneros que pongamos en tensión", señaló Pasquali.

Los relatos publicados describen el recorrido que cada una de las mujeres hizo en su espacio de lucha, el contexto histórico, las relaciones familiares y laborales, además de las situaciones de sexismo que sufrieron, que en muchos casos no fueron percibidas en el momento como tales sino a la luz de las nuevas miradas históricas.

Para la dirigente sindical de 1940 era muy complicado lograr el reconocimiento de sus compañeros y de la patronal, además de que las mujeres jóvenes y trabajadoras debían pasar por situaciones que en ese momento no tenían nombre pero que hoy llamaríamos abuso, como comentarios fuera de lugar o manoseo.

Si bien ninguna de las entrevistadas manifestó sentirse discriminada en las organizaciones revolucionarias, sí notaron que los puestos jerárquicos estaban casi siempre en manos de varones, y que en la práctica cotidiana eran las mujeres las que se encargaban de las tareas domésticas. "Cuando investigamos la guerrilla, notamos que los varones recordaban más los nombres de los de su mismo género, hablaban de 'esa chica que militaba en tal lugar', o esa chica que era 'la compañera de', en cambio los hombres eran recordados por su nombres y apellidos", cuentan las investigadoras. 

Las organizaciones de derechos humanos como madres y abuelas, al ser  esencialmente de mujeres, desde ese lugar encararon y pudieron sostener su lucha. Y por esa misma razón, sufrieron durante muchos años ataques y desvalorización, especialmente dentro del país donde se las calificó de "locas" o se las responsabilizó por la desaparición de sus propios hijos.

Pasquali no considera que el ámbito científico sea especialmente sexista, pero aún así las exigencias de la carrera de investigador, con límites de edad y el largo recorrido que implica, hace que muchas científicas tengan que postergar su proyecto familiar para desarrollar la profesión. Aunque hace la salvedad acerca de los avances en el área, como por ejemplo la incorporación de la licencia por maternidad.

Lo que analiza la investigadora es que en todas las instituciones, aún en las más progresistas, se reproducen las mismas relaciones que se dan en la sociedad, y que si bien las mujeres pueden ascender a los mismos lugares que los hombres "los escalones para ellas son mucho más altos". El equipo de investigación que dirigió Pasquali está compuesto por las historiadoras Gisela Figueroa, Pamela Gerosa, Marianela Scocco, Paola Martínez y Nadia Freytes.