Desde Londres
En un mes clave para las negociaciones por el Brexit, la primer ministro Theresa May señaló que el Reino Unido tendrá que aceptar que la salida del bloque significará un menor acceso al mercado europeo con el que tiene la mitad de su comercio. En un tono más conciliador que el habitual, May dejó en claro que el Reino Unido no seguirá en la Unión Aduanera, pero buscará un acuerdo para alinear la regulación británica con la del continente y seguir siendo parte de entes regulatorios de la UE para sectores clave de su economía como aviación, productos químicos y farmacéuticos. “Nadie puede gozar de beneficios sin aceptar las obligaciones correspondientes”, dijo May.
El discurso de May en la Mansion House, corazón de la City de Londres, fue el más específico sobre el tipo de relación que desea con la UE desde que reemplazó a David Cameron en julio de 2016. May reconoció que los bancos de la City y el poderoso sector financiero, siempre tan pro-conservadores, perderán acceso a la UE, un mercado clave, y señaló que buscaría mantener standards regulatorios similares al bloque europeo en un intento de reducir el impacto económico que tendrá la salida británica.
La primer ministro señaló que buscaría diferentes acuerdos arancelarios para distintos sectores y habló de la necesidad de un “alineamiento regulatorio” para mostrar la voluntad británica de mantener una estrecha relación con la UE post-Brexit. May reconoció también la necesidad de crear nuevos mecanismos de arbitraje con la UE para sustituir el actual sistema, regido por la Corte Europea de Justicia, bestia negra de los euroescépticos.
El discurso tenía dos grandes destinatarios: la UE y su propio partido conservador, profundamente divididos sobre la estrategia a seguir. Entre los europeos la reacción varió entre la evaluación tibiamente optimista del principal negociador de la UE para el Brexit, Michael Barnier y la más sombría del coordinador parlamentario del tema, Guy Verhofstadt. Bernier indicó que May había aclarado su posición sobre el mercado unificado y la Unión Aduanera, algo que la UE tomaría en cuenta en su próxima cumbre el 22 y 23 de marzo. Pero Verhofstadt condenó la vaguedad del discurso. “May tiene que dejar atrás el reino de las vagas aspiraciones y poner sobre la mesa propuestas concretas”, señaló.
La vaguedad es el vaso medio vacío del discurso de May y responde a la feroz interna del otro destinatario: el partido conservador. La propuesta de “alinear” el marco regulatorio para varios sectores económicos clave del Reino Unido significa cumplir con los estándares ambientales, sociales, sanitarios y de seguridad de la UE, pero May siempre adosa a esta propuesta un reclamo de flexibilidad como para que el Reino Unido tenga un tratamiento especial que le permitiría un margen de autonomía.
La parte más vacía del vaso es la frontera entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda. May señaló que era “unacceptable” un “hard border” (frontera con controles aduaneros) entre ambas partes, pero rechazó la solución que le ofreció la UE para que Irlanda del Norte permaneciera dentro de la Unión Aduanera y el Mercado Unificado Europeo.
Con razón, la primer ministro argumentó que esto dividiría al Reino Unido entre una Inglaterra, Escocia y Gales fuera de la UE y una Irlanda del Norte dentro: la integridad del Reino estaría en peligro. Pero la solución que ofreció es, como dirían los británicos, “pie in the sky” (pastel en el cielo: ilusiones sin sustento).
La primer ministro propuso una variante más del alineamiento regulatorio por el cual la República de Irlanda e Irlanda del Norte se manejarían en base a una asociación aduanera (customs partnership) en la que el Reino Unido reflejaría como un espejo los requisitos exigidos por la UE para el comercio. La diferencia entre esta alternativa y pertenecer a la Unión Aduanera es tan sutil que resulta casi invisible. May añadió una segunda posibilidad que era más “pie in the sky” que la primera: un diseño tecnológico que aún no existe para sustituir los controles fronterizos.
Sobreviviente de tempestades, la primer ministro evitó divisiones tajantes en el segundo destinatario del discurso: los conservadores. Al suavizar el tono y reconocer problemas, buscó ofrecerle algo a los pro-europeos que desean que el Reino Unido permanezca en el mercado unificado y la Unión Aduanera. Pero al reafirmar que no participará de estos dos pilares de la UE, confirmó la dirección de viaje que desean los pro-Brexit.
Los pro-Brexit que sueñan con acuerdos comerciales con el resto del mundo, empezando por Estados Unidos, no andaban ayer en su mejor día luego de que Donald Trump revelara sus planes para elevar aranceles del acero (un 25%) y aluminio (10%), algo que afecta directamente a la industria británica. El discurso de May fue más fácil de procesar. “Es un discurso generoso que esperamos que la Unión Europea reciba positivamente”, dijo John Redwood, diputado pro-brexit y ex ministro de industria.
Los pro-europeos se mostraron satisfechos con el nuevo tono adoptado por May que logró un pequeño milagro: que las dos alas de su partido no entraran en guerra. Aún así hubo aisladas manifestaciones de descontento. “Los que votaron para dejar la Unión Europea tienen todo el derecho a cuestionar esta visión. El Brexit que vamos a adoptar es muy diferente del que les prometieron”, indicó la anti-brexit diputada Anna Soubry.
El próximo gran capítulo es la reunión del Consejo Europeo el 22 y 23 de marzo en la que los 27 países del bloque –todos menos el Reino Unido– tienen que decidir si se ha avanzado suficiente para empezar a negociar un acuerdo sobre la relación post-Brexit y si se aprueba el período de transición de dos años que pidió el Reino Unido para adaptarse a la nueva realidad económica. En octubre del año pasado la UE tuvo que extender la primera fase de la negociación: en diciembre llegó a un acuerdo más provisorio que concreto. Nadie descarta una repetición en la próxima reunión. El problema es que el reloj de arena corre cada día más rápido y las dos partes no pasan de firmar acuerdos abstractos que zozobran apenas aparecen los temas concretos.