Será porque en los días que corren el garantismo parece invitado a rebelarse con pesadumbre, que nos enlutamos con la partida de Leopoldo Schiffrin, el inolvidable Polo.

Lejos de una necrológica, como también de cualquier cultismo, pòlos griego remite etimológicamente a la voz eje, que es lo que perdimos. Aunque hace largo rato.

Supe advertir en este matutino sobre la desatada “Guerra del cerdo” que lo victimizaba, junto con tantos otros colegas. Sin transcurrir el año desde su marcha del judicial -que no supo ni pudo cubrir el vacío- tenemos que lamentar su partida, nunca definitiva: el rigor implacable del tiempo siempre evocará su figura, a la vez que exigirá respuesta a quienes hayan urdido la trama del alejamiento que lo privó de la jurisdicción, o sea, ni más ni menos que “decir el Derecho”.

Frente a tanta rusticidad cotidiana, Derecho para Polo era el de la razón natural, y su derivado, el Derecho de Gentes, que no pertenecen a ningún estado sino a la comunidad humana universal. Estos principios los desarrolló magistralmente en el conocido caso del criminal de guerra nazi Schwammberger, aquel miembro de las SS que se encargó de manejar varios ghettos en Polonia y seleccionar a sus habitantes para conducirlos a los lugares de exterminio. Y se ocupó de reafirmarlos en los juicios por el terrorismo de estado de la última dictadura en nuestro país que caracterizó como “un plan de exterminio de las personas que el régimen consideraba elementos indeseables desde el punto de vista político, social y económico”.

En esa lógica –siempre para el versado Polo– la misión de los jueces excede en mucho al poder estatal y finca en la subsistencia y desarrollo de la condición humana.

Aunque, más allá de acuerdos o discrepancias ¿Cuál es el rol que desempeñan los magistrados en la coyuntura Argentina actual? Se trata de una pregunta que nos concierne existencialmente y que lamentablemente no parece haber sido suficientemente entendida, menos atendida.

En las particularidades del momento que transitamos, la moderación y el recato debidos requieren de un empeño mayúsculo. El desquicio burocrático se podrá componer con algo de suerte en el tiempo, mas la custodia sin claudicaciones de la honradez y el rigor que supo encarnar Polo en la judicatura demandan su intensa y comprometida defensa de modo urgente.

* Profesor de la UBA y UNLP.