La oposición de los demócratas liberales al nacionalismo de derecha de Donald Trump trajo de rebote su comparación con Juan Perón. Bajo la mirada simplista de los liberales norteamericanos, el líder político argentino es un populista con rasgos fascistas que atentó contra las instituciones democráticas y la libertad de prensa, conduciendo a nuestro país a una decadencia económica. Tratando de romper con esa comparación, el historiador Ernesto Semán publicó una nota en The Washington Post donde indica que los rasgos autoritarios comunes de Trump y Perón no alcanzan para asimilar la distancia entre el contenido de justicia social para las masas populares del líder argentino, con la agenda pro-empresarial del presidente norteamericano. Indicó también que el programa económico-social de Perón tuvo similitudes con el aplicado por el líder demócrata Roosvelt y recomendó a los demócratas retomar aquella agenda social para lograr el apoyo popular que les permita enfrentar a la nueva derecha republicana. 

La respuesta no tardó en llegar, un economista del ultraliberal Cato Institute, Daniel Mitchell, indicó que la nota se olvidaba “como el populismo de izquierda de Perón destruyó la economía argentina”. Para validar semejante afirmación, se basó en una vieja nota de The Economist donde se compara la evolución de nuestro PIB con una serie de países desarrollados y Brasil, señalando que Argentina era un país próspero hasta 1940 cuando llegó Perón. Sin embargo, los datos que aporta muestran que la declinación argentina habría comenzado con la Primer Guerra Mundial, con lo que Perón no se diferencia del resto de los presidentes posteriores, excepto por un pico de prosperidad entre 1940 y 1950 que se esfuma luego. 

La nota de The Economist retomada por Mitchell presenta datos de PIB para el período 1900-1913 que fueron estimados por Madison asumiendo un crecimiento anual del producto por habitante argentino idéntico al estimado por la CEPAL para 1870-1900 [Maddison (1995) Monitoreando la economía mundial], es decir, un dibujo que pasó por alto acontecimientos como la crisis de 1890. Tampoco el PIB per cápita indicaba el desarrollo del país, ya que la excepcional renta de recursos naturales concentrada por una oligarquía manteniendo el pueblo en la indigencia, lo asemejaba a la realidad de países petroleros ricos pero subdesarrollados como puede ser hoy Qatar.

Tampoco la declinación económica es real, sino fruto de compararla con el despegue norteamericano de entre guerras y la reconstrucción europea de postguerra. Como indica Eugenio Díaz Bonilla en un artículo del 27 de febrero de 2014 publicado en ecomonitor, durante la etapa de industrialización 1945-75 nuestra economía creció a un ritmo similar o algo superior al de economías como Estados Unidos, Australia y Uruguay. La declinación real de la economía argentina, comparada con cualquier otra del mundo, surgió con el último golpe militar realizado por quienes, compartiendo el mito de la decadencia post-peronista, quisieron reimplantar el granero del mundo.

@AndresAsiain