“Mi gloria es y será siempre el escudo de Perón y la bandera de mi pueblo, y aunque deje en el camino jirones de mi vida, yo sé que ustedes recogerán mi nombre y lo llevarán como bandera a la victoria”. La frase, pronunciada por Evita el 17 de octubre de 1951 –el último 17 de octubre de su vida–, es de una potencia dramática tan intensa que no pierde emotividad aunque se la haya escuchado miles de veces. Y a más de 65 años de su muerte, Evita sigue siendo el icono femenino más fuerte de la historia política argentina, el símbolo de la defensa de la dignidad de los trabajadores y la representante más fiel de los derechos políticos de las mujeres. Tan amada como odiada, la Abanderada de los Humildes siempre fue motivo de indagación –no sólo de admiración– para el poeta, dramaturgo, periodista y filósofo Vicente Zito Lema. Hace dos años, Zito Lema estrenó la obra de teatro y ahora acaba de publicar el libro Eva Perón resucitada en los tiempos del rencor (Editorial Letra Viva), que contiene los textos de la pieza teatral, divididos de acuerdo a cada escena, anotaciones y reflexiones propias del autor, fotografías de las escenas, un reportaje imaginario a Eva Perón elaborado a partir de pensamientos textuales de ella misma, y un poema dedicado a la mujer que, de niño, comenzó a querer.
“He escrito mucho sobre Eva Perón, pero cuando sucedió el cambio de gobierno, sentí desde el comienzo lo que decía Espinoza, un filósofo que leo mucho y que hablaba de las pasiones tristes, que son las pasiones que enferman al conjunto social”, cuenta Zito Lema en diálogo con PáginaI12. “De niño había visto el odio increíble que despertaba Eva Perón en la gente, casi locamente, por más que no había estudiado todavía para poder percibir lo complejo de ese sentimiento. Pero el odio que despertaba Eva Perón no me lo pude sacar nunca de la cabeza, casi me daba miedo que una sociedad pudiera odiar tanto. Además, era una muchacha joven, de treinta y pico de años, sufriendo un cáncer terminal, y que causara una fiesta cuando murió, con obscenidades por las paredes, me provocó una gran angustia, frente a una sociedad enferma que tenía una pasión malsana. Cuando accedió al gobierno el presidente Mauricio Macri sentí que en buena parte de la sociedad (no hablo de las ideas políticas) salía otra vez a flote esa pasión tristísima que es el rencor”, agrega el poeta y dramaturgo.
Zito Lema tiene un método de creación que aplicó a la obra y al libro: la antropología teatral poética. ¿En qué consiste? El mismo lo explica: “Tengo una idea de la creación del arte. Cada vez que hago algo que me entusiasma, trato de que ese proceso de creación tenga un correlato en la mayor cantidad de manifestaciones posibles. Cuando produzco algo que siento que es potente, que me expresa en mi totalidad de artista, de pensador, siento que eso tiene que tener la mayor cantidad de formatos posibles. En eso consiste la antropología teatral poética”, explica Zito Lema. Estrenada en septiembre de 2016 en el Centro Cultural de IMPA (Industrias Metalúrgicas y Plásticas Argentinas, la fábrica recuperada por sus trabajadores en 1998), la obra de teatro contaba con una ambientación que transformaba al lugar y al momento en una ceremonia de resucitación. Al igual que en la obra protagonizada por la actriz Nara Carreira, los sueños y la realidad social, la historia y la poesía se cruzan en libro. Un poeta que relata la historia y un coro de veinte mujeres que encarna la potencia del pueblo traen a la vida a Eva Perón. “Hay personas que son un símbolo potente. Eva Perón significa mucho para mí, desde muchos lugares. Entonces, tenía que estar también el libro. Ahí mismo explico que no iba a ser sólo la obra, que tenía que estar también el libro. Y hemos hecho una película. Se pudo ver en el cine, en el teatro y ahora se puede leer el libro”, recalca Zito Lema para ejemplificar lo que denomina antropología teatral poética.
–Resulta muy simbólico que la puesta de la obra haya sido en una fábrica recuperada por sus trabajadores...
–Fundé la Universidad de los Trabajadores en la fábrica IMPA. Hace varios años, los trabajadores de la fábrica, como parte de su lucha para que no los expulsaran porque habían tomado la fábrica, querían hacer, entre otras cosas, tareas culturales, docentes y artísticas. Y en una asamblea decidieron pedirme si podía crear la Universidad de los Trabajadores. Fui, la puse en marcha y la universidad está funcionando bien. Ahora no voy tanto por mi edad, pero un día que fui y que estaba recorriendo la fábrica, me vino la idea a la cabeza. Dije: “En esta fábrica donde Eva Perón iba a almorzar con los obreros, donde se hacía la bicicleta Ñandú, que ella luego distribuía a los chicos, ¿cómo no montar la obra sobre ella?”. Había escrito tanto sobre Eva y pensé: tengo que escribir sobre el rencor. ¿Y quién es la persona que es el símbolo del sufrimiento del rencor social? Eva Perón. Y, entonces, me puse como un muchacho con alma y vida, y escribí todo, imaginé la puesta, todo lo que tenía que suceder. Imaginé la música, un coro, imaginé visiones propias, cómo se tenían que vestir los actores. Fue como un gran sueño alucinado para responder humildemente a este nuevo tiempo del rencor, pero con toda la potencia que puede tener alguien que es un poeta y que tiene una conciencia de derechos humanos. Como ya estaba la obra, dije: “Hay que tratar también de que esto se convierta en libro”. Y con mi mujer, Regine Bergmeijer, que es diseñadora, organizamos el libro.
–Se viven tiempos del rencor como aquellos, dice usted.
–Claro, por eso el libro tiene ese título. Siento que empieza ese rencor otra vez. Lo que yo había conocido a los 7 u 8 años vuelvo a verlo ahora que cumplí 78. Toda mi vida giró en el sentimiento del rencor que descubrí en la sociedad y que me impresionó tanto de chico. Ahora que ya soy un hombre viejo y que tengo conciencia de la vida, de la muerte, de mi situación en el mundo, veo otra vez ese sentimiento.
–El libro contiene toda la obra, pero también muchas cosas más. Por ejemplo, un reportaje imaginario. ¿Por qué lo pensó así?
–Históricamente, he estudiado mucho la obra de Eva Perón. Me asombra que alguien haya tenido un pensamiento tan profundo en Latinoamérica y con esa calidad intelectual. Conozco muy pocos pensadores que hayan tenido una visión humanística tan profunda y una conciencia tan clara de que el capitalismo es una forma económica, pero es también una forma de sacar a luz esa parte del ser humano como el egoísmo, su deseo de destrucción; es decir, esas pulsiones de las que hablaba Freud, esas pasiones tristes de la que hablaba Espinoza. No son sólo pulsiones de vida, están también las pulsiones de muerte. A mi criterio, el capitalismo saca a flote el deseo de destrucción y de enriquecimiento. Tiene cosas colaterales que pueden ser positivas en el desarrollo de la técnica, de todo lo que contribuya a acrecentar la economía, pero en la parte humanística, a mi edad, lo veo como una etapa de la humanidad que tiene que ser absolutamente superada. Y ahí está el tema. Eva Perón no tenía una formación académica sino una formación muy humilde como estudiante; sin embargo, en sus discursos, casi siempre improvisados, tenía una visión muy potente de lo humano a construir y de lo humano que se estaba destruyendo por las formas de reproducción material del capitalismo. Eso me despertó una pasión e incluso no entiendo por qué no ha sido estudiado su pensamiento con mayor seriedad desde lo filosófico, desde lo humanístico y desde lo femenino. Era tanto lo que ella había escrito y dicho, que dije: “Voy a ver si puedo tomar lo fundamental en relación a lo que a mí me interesa para la obra y lo agrupo”. Me pareció que el reportaje imaginario era mi instrumento. He sido y sigo siendo, de alguna forma, periodista. Entonces, el reportaje es una construcción periodística clásica. La obra de teatro que figura en el libro es más larga que la de la puesta porque en el libro hay cosas que imaginé que piensan los personajes. Está lleno de claves para el que lo quiera estudiar.
–En ese sentido, ¿la idea con el libro es que conozca el que desconoce y que profundice el que conoce el pensamiento de Eva Perón?
–Es absolutamente justo que el pensamiento de Eva pueda ser sacado de la pasión del odio, o de la desmedida pasión amorosa y positiva pero que no ve la profundidad intelectual que necesita ese pensamiento. Conozco muy pocas personas que han estado en el campo de la política y que hayan dado definiciones sobre el capital, la clase trabajadora, el amor, el rol de la mujer en la sociedad, como lo hizo Eva Perón. Intelectualmente, fue una mujer brillantísima.
–¿Cómo se combina un texto de denuncia con un tono poético?
–Es que históricamente, en la historia de la Humanidad, eso estuvo junto. El tema es cuando se empezó a separar. La pregunta sería: ¿por qué tiene que preguntármelo cuando eso es como el origen de la poesía y del arte? Fue destruyéndose poco a poco precisamente por la acción del capitalismo que hace que la poesía y el arte, que estaban ligados con los grandes conflictos sociales, se hayan convertido en una excepción o que, incluso, a veces, llegan a ser desmerecidos. Justamente, creo que la poesía es una verdadera desesperación por el sufrimiento social. Ese es el tema de fondo.
–¿Y resucitar a Eva en la ficción es una manera de manifestar el rechazo a la injusticia social?
–Resucitar a Eva es mostrar que la vida puede más que la muerte: paradójicamente, si algo expresa Eva Perón en su sufrimiento con el cáncer y en ser víctima del odio es que es una figura que condensa el amor humano. Y mi exaltación de Eva es como decir: “La vida, a través de la poesía, le gana a la muerte”. Es como si Eva nunca hubiese muerto porque la resucitación que hago es como mostrar que está viva. No tengo la fortaleza de sacar a nadie de la muerte, pero sí puedo contribuir poéticamente y artísticamente a que la gente tenga conciencia de que la vida vivida con absoluta plenitud de conciencia crítica y de amor por lo humano le gana la partida a la muerte.
–Un juego imaginario como el reportaje del libro: si Evita viviera, ¿qué cree usted que diría de esta realidad?
–Estaría encabezando todas las marchas en la Plaza de Mayo, estaría hablando con su pasión que todavía iría en aumento, porque muchas de las conquistas que la sociedad argentina en su conjunto había alcanzado se están perdiendo: esta nueva vulneración de los derechos humanos, esta concentración del capital, esta destrucción de las redes sociales, de las redes de comunicación profundas. Estos actos del mal que nos inundan, esta violación nueva de los derechos humanos que está sufriendo la sociedad argentina, la hubieran apasionado no para llorar sino para actuar. La veo denunciando, organizando, actuando. La veo a la cabeza de esas luchas. Sin especulación, porque no hubiera dudado. No como ahora, que hay líderes políticos que piensan: “Bueno, me conviene decir esto” o “Es mejor que lo diga después porque va a haber elecciones y tengo que ver si para ganar las elecciones tengo que decir esto o tengo que decir esto otro”. Siento que hay una especulación política que comprende al conjunto de las figuras de representación política, social, económica. Hay mucho de “si me conviene o no decir”. Y a Eva Perón no la imagino haciendo ese análisis sino sacando a flote las respuestas a las necesidades que tiene la gente.
–¿Cómo analiza desde el surgimiento de la figura política de Eva el rol de las mujeres en la construcción del Estado argentino?
–Nadie expresa la totalidad ni empieza el mundo desde que ese alguien está, ni siquiera Jesucristo ni el Che, por dar algunos casos. En ese lugar, Eva Perón no es la que inició como si antes no hubiera habido nada. En la historia, en el mundo, en Latinoamérica, en nuestro país hubo luchas de mujeres por participar en la vida pública, por los derechos de la propia mujer. Lo que también hay que tener claro es que, de golpe, alguien se convierte en una figura pública de ese conflicto y logra una representación mayor. No fue la única, pero en un momento histórico se cruzaron las cosas para que fuera un símbolo de esa situación. Y, según mi criterio, la situación de la mujer en Latinoamérica se puede dividir antes y después de Eva Perón. Negarlo no lo veo de seriedad intelectual.
–¿Y qué representa Eva Perón hoy, en tiempos en que las mujeres están luchando por sus derechos y reivindicaciones, con una fortaleza que nunca antes pareciera haber sucedido?
–Es un tema en disputa. Incluso, he escrito una nueva escena que trata precisamente de un cuestionamiento que un grupo de mujeres le hace a Eva Perón sobre su feminismo y sobre su defensa del rol de la mujer que ella hizo en su época. Pongo a otras mujeres cuestionándolo, porque eso fue también cuestionado, invalidado, diciendo que ella en realidad no defendía a la mujer sino que usó a la mujer como forma de exaltar y apoyar la figura de Perón. Eso también está instalado desde el odio, pero también desde lecturas críticas que distintas mujeres y hombres también han hecho sobre la figura de Eva Perón. Tanto me ha tocado el tema que escribí una nueva escena y espero poder montar la obra nuevamente. Justamente, viendo el auge del rol de la mujer y de las luchas de la mujer en esta época siento –y respetuosamente lo digo– que esta lucha no tiene todo el conocimiento histórico de lo que otras mujeres pelearon. Uno se incorpora en un momento y pelea desde ese momento, pero hay que ver quién peleaba atrás. Hay que tener esa conciencia de lo que Walter Benjamin hablaba sobre las legitimidades en las tradiciones históricas porque si no es como que yo hablara de poesía y me olvidara de que hubo un gigantesco número de poetas en el país y en Latinoamérica mucho mejor que lo que yo hago hoy. Es decir, uno debe tener conciencia de las tradiciones en las que se mete. Insisto en que no hay justicia en relación a lo que expresa la figura de Eva Perón la revalorización del rol de la mujer en todos sus aspectos.