¿Un fantasma recorre las canchas argentinas? Con al menos una decena de episodios registrados a un mes de su inicio, los cantos con insultos contra el presidente Mauricio Macri en los partidos de fútbol insisten con un mensaje. Pero, ¿qué es el emisor: hincha o votante? ¿Pueden separarse? Este fenómeno reciente, en ciertos rasgos inédito, surge de las entrañas del mismo mundo en el que Macri dio sus primeros pasos como dirigente. Su trayectoria en ese ámbito fue en parte su ticket de entrada a la política. ¿Qué implica, entonces, el coro de hinchadas que lo insultan? En diálogo con Página12, especialistas de las ciencias sociales y la semiología aportan su mirada sobre el fenómeno.
A la hora de interpretar, los especialistas en sociología del deporte Rodrigo Daskal y Mariano Gruschetsky inician con una advertencia: el fútbol es un mundo con lógicas propias. Ahí el rival es un “enemigo”, al que vale decirle cualquier cosa que hiera. “En la cancha se ponen en suspenso muchos valores y prácticas de la vida cotidiana. Como todo ritual, lo que hace es habilitar ‘permitidos’”, explica Gruschetsky. En esa dinámica, un mismo atributo es valorado negativamente en el rival y usado como insulto, y sin mediar contradicción, elogiado y resaltado cuando se presenta en el equipo propio. Incluso muchas veces se usan como insulto rasgos que identifican al propio hincha, como por ejemplo su nacionalidad. Los insultos al presidente son, desde esta mirada, un “permitido” de cancha.
Para Daskal, el insulto forma parte de la lógica de la cancha, como la ironía y la agresión. “Ese mundo tiene criterios muy particulares, desde cómo se coloca una bandera, qué dicen las canciones y hasta quien las inicia. Es en esa lógica que se inscriben estas canciones. Si la entendemos podemos salir de la idea de que eso está manipulado, ya sea por una barra brava o un grupo político”, explica Daskal.
Al igual que Gruschetsky, Daskal se muestra escéptico de que en los orígenes del canto haya un trasfondo político. “No creo que haya un vínculo directo. Quien insultó podría tranquilamente ser un votante macrista, pasado o futuro. No hay que entender al fútbol como un apéndice de la política. Sí está relacionado, todo fútbol es político de alguna manera, pero hay un grado de autonomía muy grande”, afirma el sociólogo que, además, preside el Museo River Plate. Daskal no descarta que muchos de los hinchas sumen a los motivos para su insulto el descargo por una visión crítica del gobierno, pero insiste: “Lo importante es comprender que ambas cosas caminan paralelas, una no decide la otra. Lo que unificó a los hinchas es una visión de desigualdad en la organización del fútbol”.
La doctora en Ciencias Políticas Cecilia Abdo Ferez tampoco cree que el canto exprese, en un primer momento, una arenga política. Para interpretarlo, advierte que lo que pasa en un cancha es fruto de la mezcla de cuestiones vinculadas a la identidad futbolística: sus rasgos lúdicos, de irreverencia o carnavalescos. La identidad que se pone en juego en ese cantar también es resaltada por el semiólogo Oscar Steimberg que, al pensar los cantos, afirma que más que un hacer, lo que se pone en juego es un ser. “Las hinchadas actúan pertenencias tan genéricas y diluyentes de diferencias históricas como para que los bosteros (en principio populares ¿no?) deban fatalmente reconocer la cercanía de tribuna de un personaje de la más simple pertenencia de derecha”, asegura.
La política tal vez no estuvo en el origen de los cantos, pero sin dudas está y estará presente en sus repercusiones en el resto de la sociedad. Daskal le otorga al fenómeno un “efecto político importante”, aunque limitado: “no creo que defina una elección”. Para el sociólogo, los insultos son un importante obstáculo para los intentos del oficialismo de sacarse la etiqueta de “gobierno para ricos”. En la misma línea, Abdo Ferez sostiene que fueron sus efectos fuera de la cancha los que tornaron político el fenómeno: “Cuando se replica tantas veces, incluso en otros ámbitos como subtes o marchas, cuando salen funcionarios o personas cercanas al gobierno a evitar, de cualquier manera, que se lo lea como una muestra de descontento social, o cuando el sindicato de árbitros dice que pretende parar el fútbol, entonces se torna políticamente relevante. La réplica, el intento de focalizarlo, la búsqueda de censura lo tornan político”.
Una vez politizado afuera, el canto en las canchas, ¿va a seguir siendo “apolítico”? Como hipótesis para reflexionar Mariano arriesga que no. “El canto ahora va a tener una conciencia más clara que en un típico canto futbolístico. Ese efecto, por ejemplo, se ve en los casos de quienes se proponen, antes incluso de empezado el partido, ir a cantarla políticamente, y también en quienes creen que el canto ya no va a prender por la posición política de los hinchas”.
En ese “salir afuera” de los cantos, las redes sociales tuvieron un rol central, exponenciando el fenómeno. Steimberg destaca cómo a partir de ese “juego”, de la coincidencia en un enojo en principio poco definido, pueden abrirse escenarios inesperados. “De los palpitares de la improvisación contemporánea puede salir cualquier cosa; pero las coincidencias en una cosa cualquiera pueden abrir la posibilidad de descubrimientos imprevisibles. Tal vez sea uno de los modos en que se conversa o se vuelve a conversar en momentos en que se buscan modos de volver a compartir el discurso”.