El Patrón alucina y no es spoiler. Pablo Escobar sueña que ha sido elegido Presidente colombiano y comparte un porro con el mandatario saliente, César Gaviria, en el mismísimo despacho presidencial. Frente a ellos, colgada en la pared, hay una mirada familiar y adusta y un pecho inflado, en un retrato que los argentinos conocemos bien: el del Restaurador, Juan Manuel de Rosas, con la divisa punzó y la cabellera, casi del mismo color. La escena pertenece al último episodio (hasta ahora) de la exitosa, atractiva serie Narcos, de la escudería Netflix, que tras haber dedicado sus dos primeras temporadas a Escobar y su cartel de Medellín, por estos días produce su temporada 3 y promete una cuarta, que podrán verse desde 2017 y que se centrarán en las peripecias criminales del cartel de Cali y de su exCEO, el hoy convicto Gilberto Rodríguez Orejuela. Y el Restaurador, mudo testigo de la escena, no fue la primera sorpresa que las paredes de Narcos depararon a los televidentes argentinos: en otro episodio, aparece el retrato de Bernardino Rivadavia, primer jefe de Estado de las Provincias Unidas del Río de la Plata, cuya clásica postura recostada y su mirada algo apática coronan –al menos, en la ficción– el despacho del exfiscal general de Colombia, Gustavo de Greiff. Pero… ¿qué hace Rivadavia ahí? ¿Y qué hacía Rosas allá? Una posibilidad es que se hayan tratado de meras decisiones estéticas y de decoración: en tal caso, era lo mismo Rosas… que un ramo de rosas. Otra posibilidad es que exista una secreta pista histórica, una línea desconocida que linkea a Rivadavia y a Rosas con el protonarcotráfico posvirreinal… ¿Acaso había virreinatos de tránsito y repúblicas de consumo? Nah. La tercera posibilidad es que esos retratos estén efectivamente colgados en dependencias públicas colombianas usadas como locaciones para Narcos (de hecho, ambos “cameos” transcurren en oficinas estatales; el del ícono del federalismo argentino, en el Palacio de Gobierno, y el del estadista porteño, en la Fiscalía General). Pero esa tercera opción es descartada desde la producción de la serie. “El despacho presidencial y la Fiscalía son entidades públicas que no se prestan para rodar, para ese tipo de oficinas usamos locaciones como el Museo Histórico de la Policía Nacional, es probable que este fuera el caso”, reflexiona, ante las pesquisas de este diario, Ana Yasmín Gutiérrez, integrante del equipo de decoradores de las primeras temporadas de Narcos. “En mi opinión, creo que fue más casual que intencional”, se sincera la diseñadora colombiana. “Sabiendo los procesos y los tiempos sobre los que se trabaja en estos proyectos, puede ser que simplemente hayan sido imágenes libres de derechos, o tal vez estuvieran filmando en una locación que tuviera ya este arte y fuera conveniente dejar los cuadros ahí, porque quitarlos implicaba el costo de poner algo que los cubriera… no sé, se me ocurren muchas maneras de que hayan llegado ahí”, parece encogerse de hombros por e-mail, a su vez, desde México, Noyolotl Orrante Mata, también integrante del staff escenográfico de Narcos, ante la pregunta de PáginaI12. Entonces, ¿puro azar? ¿Es que entonces no hay ningún guiño revisionista, ningún lazo encubierto entre los carteles colombianos de exportación de cocaína y esos dos rostros rioplatenses tan familiares como para estar, o haber estado, en los billetes argentinos? ¿Fue puro ahorro de producción? ¿Es la economía, berraco? Una pista conduce al diseñador de producción de Narcos, Salvador Parra, también mexicano. “Es triste reconocerlo pero no hay ninguna historia detrás que lo justifique, es un terrible error”, concede, ante el nuevo  interrogatorio de este diario (bueno, es el mismo interrogatorio) acerca de los retratos de Rosas y Rivadavia. “La cuestión de los derechos de autor para las producciones norteamericanas ocasiona estos lamentables errores”, se explaya Parra. “No es excusa, pero yo realicé el diseño de producción sólo de la segunda temporada de la serie, y nos exigieron que mantuviéramos el Palacio Nacional Colombiano con la misma continuidad que en la primera temporada, por lo que utilicé los mismos cuadros que habían sido aprobados en los Estados Unidos a través de una especie de bufete de abogados que revisa los derechos de las obras… evidentemente estaba la autorización para usar esos retratos… Va de mi parte una muy profunda y respetuosa disculpa al pueblo argentino”, escribe Parra, y es difícil consolarle por e-mail. Aunque el error, o la casualidad, también puede ser un guiño: después de todo, Narcos es una producción multinacional, cuyo elenco está conformado por actores colombianos, mexicanos, chilenos, estadounidenses, argentinos y de otros países (como Wagner Moura, el efectivo pero impensado protagonista brasileño, a cargo del personaje del Patrón, Pablo Escobar). En ese contexto, las estrellas invitadas Rivadavia y Rosas parecen aportar otros dos granitos de arena –o de óleo– al carácter regional de Narcos.