Santa Fe sigue acelerando hacia el 2019. Las cosas aquí van más rápido que a nivel nacional, quizás porque el tablero donde se van disputar las partidas ya está puesto. El peronismo tiene sus candidatos sobre la mesa ‑unos cuantos por el momento‑, el socialismo expone sin ambages su dura interna en medio de una crisis que amenaza con sacarlos de la cancha y el macrismo es el único que mantiene el misterio provincial aunque para Rosario tiene más claramente recortados a sus candidatos. Precisamente este fin de semana el partido Ciudad Futura salió con una propuesta novedosa aunque de difícil concreción: Dejar de lado la idea de un frente antimacrista en Rosario para las elecciones de intendente y alcanzar un acuerdo entre Ciudad Futura, el peronismo y el Frente Progresista. Cada cual con su candidato y el que se impone en las primarias se transforma en el candidato único que enfrentaría al PRO en las generales. "Forzar un inédito balotaje", resumió Juan Monteverde. Con nombres y apellidos, la disputa primaria sería entre Roberto Sukerman, Pablo Javkin y el propio Monteverde. De esa "semifinal" como la llaman en CF; saldría el finalista para enfrentar a Roy López Molina, por lo que parece hasta el momento.
La idea surge tras analizar que sería muy difícil soldar un frente amplio antimacrista con un solo candidato. Por eso la "semifinal" en la que cada espacio se jugaría al todo o nada. Nadie duda que sería algo muy atractivo para ver y hasta motivaría al electorado de una manera casi futbolística como proponen las metáforas que utilizan en Ciudad Futura para explicar la propuesta. ¿Será?
Por su lado, Miguel Lifschitz no para. Decidió jugar fuerte cuando intuyó que el sector de Antonio Bonfatti aceleraba en la idea de pasarlo a retiro de cara al 2019. El gobernador no se resigna a ser el "pato rengo" como le dicen los norteamericanos al presidente que ya no tiene reelección. Por eso renovó sus deseos de impulsar una reforma constitucional en Santa Fe que le dé a la provincia una nueva carta magna y al propio gobernador una sobrevida política. Diga lo que se diga, no hay reforma constitucional sin reelección del gobernador. Todo lo demás son adornos.
Pero Lifschitz la tiene difícil. Aparentemente el acuerdo con Bonfatti ‑en las pocas ocasiones en que hablaron en los últimos tiempos‑ era que si el gobernador conseguía los apoyos del peronismo y de Cambiemos para impulsar la reforma constitucional, el sector que representa el presidente de la Cámara de Diputados de Santa Fe no sería un escollo para forzar un elección de convencionales constituyentes en este mismo año.
Pero el tiempo pasó y lo mandaron al diputado Eduardo Di Pollina a decir públicamente eso: "Los tiempos se agotan (para la reforma constitucional) y si eso no sucede el candidato natural del socialismo es Bonfatti", aseguró el legislador en varios medios. En las dos últimas reuniones del Frente Progresista a Di Pollina lo negaron más veces que Pedro a Jesús, pero nadie que conozca al experimentado diputado socialista podría creer que se le escapó la declaración sin prever las consecuencias que tendría.
En esas dos reuniones, una ampliada y la otra más "cerrada", quedó en evidencia que Bonfatti había sufrido una derrota parcial al haberse apurado para recuperar posiciones en la disputa interna. Tocó a Lifschitz en sus fibras más íntimas y lo disparó hacia adelante en la lucha por el poder. El gobernador fue muy firme en esos encuentros a los que Bonfatti se excusó de concurrir y recurrió a una frase que lo caracteriza: "El partido que se pierde es el que no se juega", instó a los dirigentes para que salgan a pelear por la reforma constitucional. Pero hay una parte que Lifschitz no cuenta y es la parte de sus conversaciones con el PRO respecto de la reforma. En el PRO provincial repiten que la decisión final es la del presidente Macri. ¿Qué pasaría si el gobernador consigue el apoyo presidencial para la reforma? Eso encolumnaría a los diputados de Cambiemos para un voto favorable, obligaría a los legisladores del Frente Progresista y con unos pocos votos más del peronismo y la centroizquierda arrinconaría al resto del PJ en un debate sobre la necesidad de reformar la Constitución santafesina, para lo que Lifschitz necesita dos tercios de la Legislatura.
Por las dudas, el gobernador apuntó también a la consolidación de un espacio progresista a nivel nacional. Para eso se reunió recientemente con Margarita Stolbizer que hoy estará en Rosario y Lifschitz pasaría por lo menos a saludar. Por si no sale la reelección, el gobenador se inventó también una salida nacional para no pasar a retiro efectivo en las próximas elecciones.
La disputa interna entre el gobernador y Bonfatti había tenido la semana pasada un punto muy sutil pero que no se le pasó por alto a Lifschitz: Los senadores del PJ demoraban el tratamiento de la reforma impositiva provincial y la autorización a la provincia para el endeudamiento internacional en dólares. Se sabe que los senadores peronistas siempre acuerdan con el actual gobernador, pero también se sabe que adoran a Bonfatti y que algunos de ellos lo ven como un futuro aliado de un sector del PJ para alcanzar algún tipo de síntesis electoral. Un proceso que al parecer y como dijo el senador Omar Perotti, por ahora tiene "menos aire que la selección argentina en Bolivia".
Esta semana, tras el mega acto de Lifschitz en Metropolitano y le reto público a la Cámara alta, los senadores provinciales del peronismo volvieron a las andadas e hicieron una jugada de pizarrón a pedido del Ejecutivo: Dieron quórum para la reforma impositiva y después levantaron a tres de los suyos para que se impongan en el recinto los votos mayoritarios del oficialismo. Todo volvió a la normalidad y el Senado volvió ser eje de un oneroso equilibrio político en Santa Fe.