Desde sus orígenes, a finales del siglo XVI, la ópera se ocupó de desafiar los estatutos de la realidad. A fuerza de una retórica hecha de mitología clásica, decorados impresionantes, melodías sensuales y voces irrebatibles, se puso a punto una especie doctrina de las posibilidades de lo increíble, que entre lo prodigioso y lo épico se extendió del escenario también a las debilidades humanas que la circundaban. Orfeo cantando en las puertas del infierno para convencer a Plutón de que le devuelva a su Euridice, Haendel prometiéndole a la soprano Francesca Cuzzoni más dinero del que podía recaudar, o la morbosa fascinación de la nobleza inglesa por los castrati italianos, son algunas muestras de un mismo desacato ante las razones de lo real. Esa mezcla justa de lo épico e inverosímil se prolonga hasta estos días, por ejemplo cuando una ópera contemporánea de un compositor argentino nace, sobrevive al estrépito de su estreno y queda en un registro: un desafío a la realidad, casi una ópera dentro de la ópera. Hoy a las 19, en el Xirgu Espacio Untref (Chacabuco 875) se presentará el CD y DVD de Ese grito es todavía un grito de amor, la ópera de cámara con música y libreto de Gabriel Valverde sobre textos de Roland Barthes.
Se trata del registro producido por la Universidad Nacional Tres de Febrero y editado a través de su sello Untref Sonoro del trabajo en once escenas, protagonizada por Gabo Ferro, con la puesta en escena de Rubén Szuchmacher y la dirección musical de Juan Carlos Tolosa. La obra fue estrenada en diciembre de 2014, en el marco del Ciclo Iberoamericano de Ópera Contemporánea impulsado por el Área de Música Contemporánea del Ministerio de Cultura de la Nación. “Lo que pasó con esta ópera es algo bastante milagroso”, define Valverde al comenzar la charla con PáginaI12. “No solo porque desde un primer momento quienes participaron del proyecto lo tomaron como propio, tanto los intérpretes cuanto el equipo de la Dirección Nacional de Artes, sino además porque a eso se sumó la colaboración de la Untref, que más que en un registro pensó en una producción y logró una filmación notable, con cuatro cámaras. Hubo luego un largo trabajo de edición y montaje hasta que quedamos satisfechos con lo logrado. También fue muy importante el sonido que obtuvimos. El trabajo de Marcos Franciosi logró resultados notables. En nuestro país la problemática de los registros en cultura es compleja, no existe una tradición. Acá se logró un producto artístico sobre un producto artístico, que permite que una obra que resultaría complejo volver a poner en escena se pueda volver a ver y escuchar en DVD”.
La ópera ocupa un lugar si se quiere marginal en la producción de Valverde. Ese grito es todavía un grito de amor es su segunda ópera, después de Canto XII, estrenada en 1997 en el CETC del Teatro Colón. “Mi preocupación como compositor pasa fundamentalmente por la forma, y la ópera plantea una complejidad de lenguajes que es preciso abordar en una misma dirección. En este sentido el texto de Barthes fue un desafío”, comenta el compositor que tomó partes de Fragmentos de un discurso amoroso para elaborar el libreto. “Elegir entre los 78 fragmentos fue arduo –continua–. Si bien cada uno aborda un tema en particular dentro de la temática general del amor, fui descubriendo una idea o una palabra que pudiese servir para ligar los fragmentos. Antes que nada tenía que conectar con la forma en que se enlazan los fragmentos del texto, para que con la música sean una sola cosa. En esta obra de Barthes no hay cronología, no hay un desarrollo dramático, no hay historia ni conflicto. Es todo discurso. Y eso tiene que ver con mi manera de componer, de pensar la estructura y la forma en música, por lo que una vez que establecí la forma del texto la música fue apareciendo de manera natural. Esa unidad se prolongó en la puesta en escena que ideó Szuchmacher, un tipo con gran sensibilidad musical”.
Violín, viola, violoncello, trompeta, trombón, clarinete bajo, una percusión y dispositivos electrónicos. Siete instrumentistas, además de las voces de la soprano Virginia Majorel y el barítono Miguel Ángel Pérez, constituyen el ala musical de un trabajo que tiene en Gabo Ferro un protagonista sólido y convincente. Un monólogo con rasgos corales que Tolosa dirige con particular sensibilidad, logrando el peso preciso de cada nota y orientado cada gesto de la música en función de la escena. “Estaba claro que los textos no podían ser cantados, pero no perdí de vista que estaba escribiendo una ópera –asegura Valverde–. La incógnita era qué hacer con las voces ante un texto que no puede ser cantado por el protagonista, y donde sin embargo el protagonista tiene que cantar. Inevitablemente Gabo (Ferro) tenía que ser el protagonista: él puede cantar, susurrar, murmurar, recitar y hacerlo con musicalidad y una carga importante de actuación. Las voces de barítono y soprano no están en escena, con la idea de descentrar lo que se podía de un texto que si bien es del protagonista, necesita respirar por momentos. Un rol ambiguo, porque cantan, pero están con el grupo instrumental y en algún sentido ahí está la conexión con lo operístico”.