Ricardo Alfonsín fue diputado nacional, jefe del bloque radical, titular de la UCR bonaerense, candidato a gobernador y a presidente. Hace pocos meses está en el llano, sin cargos electivos ni partidarios. Desde que el radicalismo forma parte de la alianza oficialista, se convirtió en una de las pocas voces disonantes de Cambiemos. Crítico tanto de la conducción de su partido como de la gestión de Mauricio Macri, reclama que el radicalismo se plante frente a cuestiones como la privatización de empresas estratégicas como Transener o la defensa del policía Luis Chocobar, acto que calificó como “demagógico, imprudente y muy peligroso”. En una entrevista con Página/12, abrió la puerta para reclamar que el radicalismo abandone su alianza con el PRO. “La UCR tiene que juntarse con los que piensan igual, no con los que piensan diferente”, afirma y sostiene que lo que unió en 2015 a ambas fuerzas fue el “proceso de devaluación y degradación de valores republicanos”.
–Desde el oficialismo se consideró que el discurso de Mauricio Macri el jueves pasado fue el mejor de las tres aperturas de sesiones que encabezó. ¿Qué balance hace usted?
–Por supuesto que uno no puede dejar de compartir ciertos deseos de prosperidad y bienestar para los argentinos. Y comparto también gran parte de la agenda legislativa. Lo que sí lamento es que no haya habido definiciones económicas que para mí son importantes. Que no se haya hablado nada acerca del tipo de crecimiento que hay que promover en la Argentina. No todos los crecimientos son igualmente virtuosos desde el punto de vista social, ni todos son tan inclusivos. No hubo ninguna referencia acerca del rol de la industria en la economía argentina. No hubo ninguna referencia a la política. Se habló de la necesidad de que la Argentina que se inserte en el mundo pero no se habla acerca del formato que va a asumir esa inserción, porque se puede insertar de maneras muy diferentes. Se puede insertar de manera inteligente o de manera ingenua.
–¿Para usted se hace de manera ingenua?
–Creo que sí. Me parece, en principio, porque la verdad que no sabemos demasiado. La principal cuestión en este sentido es lo que tiene que ver con la negociación que se lleva adelante con la Unión Europea, y los argentinos no sabemos cuáles son los términos de esa negociación. Me llama la atención que los sindicatos no reclamen lo mismo y que los partidos políticos no digan nada, como si no estuviera en juego el interés general en la discusión de estos convenios. Por esas cosas que se discuten se han hecho guerras, golpes de Estado, bloqueos, invasiones a países y nosotros sin debate publico, como si fuese la cosa más natural.
–Sectores de la oposición consideraron que fue un discurso alejado de la realidad, entre otras cosas por la frase de que el salario le ganó a la inflación...
–Creo que no es así (como dijo Macri), y me parece que eso se puede advertir en la sociedad fácilmente. No necesito conocer encuestas para darme cuenta de cuál es el estado de ánimo de la sociedad. De ninguna manera es irreversible, pero están afectadas las expectativas de gran parte de la sociedad, incluso de un sector que votó a Cambiemos. La sensación que tiene la sociedad es que la inflación no se puede detener. Y además, lo que no quiere la sociedad es que el combate a la inflación signifique sacrificios excesivos para el conjunto de la sociedad, sobre todo para los que viven de un salario, de una jubilación, la clase media, la clase trabajadora.
–Macri reiteró su respaldo al cambio de doctrina sobre las fuerzas de seguridad. ¿Comparte la posición del Gobierno?
–Macri hizo una referencia que no había hecho hasta ahora cuando dijo “no a la mano dura”, pero me parece que debía haber sido más explícito, sobre todo frente al gesto que había tenido con Chocobar, al que califiqué como demagógico, imprudente y muy peligroso. En el fondo de esta discusión hay un sector de la sociedad que cree que el Estado de derecho no tiene por qué ser respetado. Ya razonamos así en otra oportunidad en la Argentina, pensando que no es necesario el Estado de derecho para combatir cierta patología social. Y entonces tiene que tener mucho cuidado el gobernante con lo que dice. No puede alentar ese tipo de posiciones en la sociedad. Vamos a tenerles miedo a los buenos en lugar de los malos, o a los dos juntos. Vamos a pasar a tenerles miedo si se impone ese criterio.
–Usted plantea hace tiempo que el radicalismo tiene que salir a marcar sus diferencias con el PRO, ¿hubo algún cambio a partir de la asunción del nuevo presidente del partido, el gobernador mendocino Alfredo Cornejo, en diciembre?
–No, nunca me hice demasiadas ilusiones. Me ilusioné al principio cuando manifestaron su discrepancia ante la privatización de Transener. Después se volvió a silenciar el partido cuando respondió Aranguren insistiendo con la privatización. Esto es grave para la sociedad, porque creo que actuar como si no tuviéramos diferencias, actuar como si estuviera gobernando la Unión Cívica Radical, no es lo que se necesita en este momento. Yo me diferencio ideológicamente. Callarse la boca y actuar como si pensáramos igual es privar al pueblo de un consejo que puede ser una alternativa interesante.
–Si no tiene demasiadas expectativas de que esa actitud cambie, ¿no sería lógico que usted abandone el partido?
–Una vez le di a Cristina Kirchner un aplauso en el Congreso porque ella dijo “yo tuve muchas diferencias con el menemismo, pero jamás se me pasó por la cabeza dar la pelea por afuera; yo soy una mujer que cree en los partidos políticos”. Mientras las decisiones que se tomen se ajusten a la normativa o a los estatutos partidarios, voy a seguir dando la pelea por adentro y creo que vamos a ser cada vez más los que vamos a dar esa pelea.
–Pero lo cierto es que casi no hay voces discordantes. ¿Por qué?
–Por varias razones. En primer lugar es novedosa la situación. Nosotros nunca hemos formado parte de frentes sin tener la hegemonía. Por otro lado, algunos creen que lo mejor es actuar como vienen actuando porque si se plantearan discrepancias podrían instalar dudas acerca de la gobernabilidad de Cambiemos. Yo creo que es al revés, lo que puede complicar la gobernabilidad es equivocarse en la decisión. Y creo que la Unión Cívica Radical tiene que tratar de evitar que se tomen decisiones equivocadas. Por otro lado, creo que hay un grupo minoritario, hay un grupo de dirigentes también que están condicionados por la gestión, e influye mucho en la definición de la estrategia al partido al interior de Cambiemos. Y por último, una minoría piensa que es mejor para su propia carrera política. Tratar de no contrariar al que tiene poder. Son minorías, pero también influyen.
–¿Está dispuesto a disputar alguna candidatura en 2019 o pelear por la conducción de la UCR?
–Es imprescindible que se dé un debate hacia dentro de Cambiemos para que la sociedad vea y juzgue, valore o apueste a una u otra alternativa. No somos lo mismo, lo distinguimos al conformar el acuerdo, dijimos que éramos un frente plural, que era un frente que reunía fuerzas que en circunstancias normales deberían competir entre sí. Que nos reuníamos por la república, que esa pluralidad y esa diferencia era una riqueza, era un valor de Cambiemos con relación a otra fuerzas políticas. Ahora parece que la pluralidad es un disvalor, que la diferencia es un disvalor y que la uniformidad y la escribanía son lo más importante, a pesar de que había sido tan cuestionada.
–¿Eso quiere decir que el radicalismo tendría que tener un candidato propio en 2019?
–Absolutamente. Es posible que a nosotros nos cueste ganar las elecciones internas en Cambiemos, pero las discusiones y las peleas son para darlas por las convicciones. Si no tenés convicciones, ¿para qué vas a pelear?, si vas a decir a todo que sí, tampoco tiene ningún valor. Yo pude haber sido diputado y dije que no por las diferencias que tengo con mi partido. Porque, para actuar hacia adentro de Cambiemos como si no tuviéramos diferencias con el PRO, no tiene ninguna importancia que ingresen legisladores de la UCR. Si todos vamos a decir lo mismo, que ingresen del PRO.
–Por sus diferencias parece que usted fuera un dirigente opositor en lugar de un integrante del oficialismo.
–No, la conclusión que deberíamos sacar nosotros es que muchos del radicalismo se comportan como si fuesen del PRO sin serlo. En realidad, el que tiene una conducta previsible soy yo. No sólo dijimos en la convención de Gualeguaychú que nos íbamos a juntar con el PRO, dijimos que en el caso de no ganar las PASO, íbamos a utilizar todos los recursos partidarios para influir en el rumbo de la gestión, para influir en las decisiones, para evitar que se cometan errores. Bueno, pregúntenles a los radicales por qué no están actuando así. No soy yo el que tiene que dar explicaciones, ni esta posición es incompatible con la permanencia en Cambiemos.
–Parece que en definitiva no los unían las coincidencias políticas sino el “espanto” contra el kirchnerismo...
–No, pero el partido radical y el PRO son partidos que en circunstancias normales competirían entre sí. De hecho competimos hasta el 2015. Acuérdense las cosas que decía el PRO de la UCR, bastante más duras que las cosas que decía la UCR del PRO. ¿Por qué razón se reunieron estas fuerzas? Decíamos que se había registrado en los últimos años un proceso de devaluación y degradación de valores republicanos, que sabíamos cómo empezaban estos procesos pero no sabíamos cómo terminan. Y que había que detener eso y por eso había que postergar diferencias en otro sentido. Eso se logró, pero gobernar no sólo es evitar que la República se degrade. Gobernar es resolver el problema económico, el problema social, la política comercial, la integración del país y en eso tenemos diferencias.
–Ya pasó más de la mitad del mandato de Macri, ¿ese temor a la supuesta degradación de valores republicanos sigue vigente para usted?
–Esa es la pregunta prohibida. Hay dos preguntas prohibidas en el partido. La primera es si estamos cumpliendo con lo que dijimos que íbamos a hacer en Gualeguaychú si no ganábamos las PASO. Eso no se debate, no te lo va a reconocer ningún presidente del partido, ni siquiera te lo van a reconocer dirigentes importantes. La otra pregunta prohibida es qué pasará el día en que lleguemos a la conclusión de que esas amenazas a la república se hayan despejado. Yo creo que, llegado ese momento, la UCR tiene que juntarse con los que piensan igual no con los que piensan diferente. La verdad que los argentinos somos muy originales, nos reunimos los que pensamos muy diferente para competir con los que pensamos muy igual. Bueno, yo creo que hay que terminar con esa originalidad.
–¿Y qué es lo que va a determinar si esas condiciones de “peligro” ya están superadas? ¿La imposibilidad de que el peronismo vuelva al poder?
–No es el peronismo. Creo que hubo algunos elementos dentro del FpV que pueden ser identificados como peligrosos para las instituciones y valores fundamentales de la república. Yo creía que esto se podía evitar con Unen, pero lo destruyeron en 2014 y no fue por muerte natural, murió por linchamiento, deliberadamente, para hacer lo que están haciendo ahora. Para llegar a un acuerdo en que la alternativa fuese por centroderecha.
–Carrió y la UCR terminaron con el PRO, Stolbizer con Massa, el socialismo solo. No quedó nada de ese espacio...
–A ver, yo creo que ese espacio debe ser progresista, socialdemócrata, de centroizquierda o como quieran llamarlo. Debe incorporar a su identidad, además, algo que no es patrimonio de la centroizquierda pero que en la política no está suficientemente valorado: la seriedad, la responsabilidad, la transparencia, la república, los valores fundamentales de la democracia, el diálogo, la idea de mediano largo plazo, esas cosas tienen que estar incorporadas en la centroizquierda y yo creo que ese espacio está vacante en la Argentina.