De los cinco mosqueteros del folk and rock de acá, responden tres. Dos de sus fundadores (Agustín Ronconi y Ezequiel Jusid), más el inefable vientista rosarino, Pedro Borgobello. Esta vez, la cosa no es un disco. Tampoco, una presentación de esas que ameritan trascender. Es un objeto largamente anhelado: un libro. “La idea vino de la editorial y cuando empezamos a plantearlo surgió la necesidad de, además de contar quiénes somos y que hacemos, hacer un recorrido por estos veinte años sociales del país. De contar que somos parte de una generación y de un momento histórico que se animó a cambiar algunos paradigmas. A juntarse otra vez, después de tantas represiones, a gritar, a luchar, a autogestionarse, a recuperar espacios”, enmarca don Jusid, guitarrista y compositor de la primera hora, en línea con la cosmovisión ideológica de una banda que, con Andrés Fariña y Diego Fariza (la base) ya va por sus veinte añitos. “Teníamos la idea de hacer un libro de historietas que relatara la historia del indio Arbolito, pero nunca lo arrancamos y después vino de parte de Planeta la propuesta de escribir la biografía de la banda. No fue una necesidad nuestra… de hecho la cosa nos sonó muy rara al principio”, agrega Ronconi, multiinstrumentista, cantante y compositor.
“¿Nosotros escribir sobre nosotros?”, se pregunta hacia atrás, sobre el condimento central de Arbolito. Por todas las libertades: que la historia, moderación de Diego Skliar mediante, la escriben ellos, en una especie de narración oral y colectiva. “Cuando surgió la posibilidad de que Skliar condujera el barco nos dejó tranquilos porque, conociéndolo como músico, periodista y escritor y amigo, algo bueno tenía que salir”, admite uno de los cráneos del grupo. “Con una mirada siempre constructiva, él rescató el lado mágico de las charlas, y llevó muy bien los encuentros grupales e individuales. Yo disfruté mucho de eso, pero mucho más cuando lo leí. Me pareció interesantísimo cómo nos metió y nos hizo parte de un buen pedazo de historia nuestra, de los argentinos y latinoamericanos”, rescata Ronconi, intentando un rápido paneo por páginas que los pintan de cuerpo, mente y alma. Que los hace pendular entre el compromiso con los pueblos originarios, la identidad de esta enorme región que es América Latina, las bellas canciones con un pie a cada lado del Atlántico, y el compromiso con los movimientos sociales.
“Fue muy interesante charlar en conjunto algunas cosas que iban surgiendo a medida que nos adentrábamos en el libro”, interviene Borgobello. “Discusiones y visiones que en la cotidianeidad y vorágine que implica un proyecto como éste, tal vez nunca las habíamos tenido y nos las debíamos, como también armar recuerdos como rompecabezas, aportando detalles de cosas que sucedieron hace diez, quince o veinte años”, cuenta el calvo de los ojos claros, acerca de otra arista de un trabajo en el que también aportan sus voces Osvaldo Bayer, Liliana Herrero, Miguel Cantilo y Verónica Condomí, entre otros. “Lo más lindo y emocionante, para mí, fue leer a mis amigos y compañeros de camino, algunas cosas que no sabía de sus vidas”.
–En la introducción aparece una idea que tal vez sintetice ajustadamente la historia de la banda: “(Los Arbolito) transitan las tensiones entre la independencia, el mercado y el Estado”. ¿Qué podrían extender sobre ella?
Pedro Borgobello: –Que en los comienzos, más allá de la decisión medio obligada de la independencia y de estar fuera del mercado, la relación con el Estado pasaba por ir a protestar y que nos cagaran a palos. Después, con el kirchnerismo, la cosa fue hacia otro lado, porque el Estado empezó a generar espacios donde podíamos tocar y decir lo que pensábamos y eso nos llevó a tener que enfrentar ciertas contradicciones respecto de la relación que teníamos con él. ¿De ahora, bueno, qué decir, no? Y con respecto a la independencia, creo que nunca dejamos de tenerla, aún en la etapa en la que estuvimos dentro de Sony. Desde el momento en que pintó la posibilidad de firmar un contrato, nos encargamos de ver la forma de ser los últimos en decidir qué salía y qué no, tanto en la música como en los videos y promociones. Creo que el sello firmó sabiendo que la cosa era así y quizás nos haya costado tener esa relación medio extraña que tenemos con el mercado de la música.
Agustín Ronconi: –Cuando Skliar habla de tensiones creo que por un lado quiere decir que son esos tres medios por los que la banda ha transitado y transita, que de alguna manera son contradictorios y a veces complementarios, porque nacimos en la autogestión e independencia, luego tuvimos un contrato discográfico con una multinacional y en varias ocasiones contratos por shows para el Estado y en este momento estamos volviendo a la autogestión e independencia total, algo que en realidad nunca abandonamos. Después, puede referirse también a las tensiones entre nosotros en cuanto a decisiones de participar o no en determinados eventos o actos, que por ahí pueden haberse visto teñidos de tinte partidario. Para muchos, hasta el año pasado la banda expresaba un mensaje de apoyo al gobierno, o al proyecto nacional y popular, eso no era consensuado por nosotros, se daba en forma natural, y quizá también nos generaba tensiones.
–“Siento que estos hermanos menores (de edad) son los que continúan con canciones imantadas a las mías”, escribe León Gieco sobre ustedes. ¿Y ahora?
E. J.: –¡Y ahora qué, ¿no?! (risas). La verdad es que lo de León fue como una caricia. Que un tipo como él, que, aparte de ser colega, es uno de nuestros principales referentes diga eso, es como la confirmación de que estamos en el camino correcto. Que tantos años de empujar, de creer, de ir contra la corriente y el bolsillo por nuestra manera de ser y pensar, valieron la pena.
P. B.: –Cuando leí lo de León se me llenaron los ojos de lágrimas y me invadió una sensación extraña, como de no poder creerlo. El es un ejemplo en todo, tanto en las letras y la música como en los lugares donde toca y la gente con quien se rodea y con quienes comparte su militancia cultural. Que nos ponga en el lugar de hermanos, que nos emparde a su altura es un reconocimiento de esos que te hacen sentir que realmente todo esfuerzo y sacrificio tiene sentido.