Estrenada en 2000 en el Teatro del Pueblo, La mosca blanca, obra del dramaturgo y director Eduardo Rovner, no volvió a subir a escena en Buenos Aires, aunque sí lo hizo en Murcia y en Praga. Aquella obra, que marcó el debut de Rovner como director, acaba de estrenarse bajo la conducción de Gaby Fiorito, luego de tantas puestas, todo un especialista en la obra del autor de Volvió una noche y Cuarteto. Pieza centrada en el encuentro de dos desconocidos en la plaza de lo que parece una ciudad populosa, La mosca blanca cuenta con la interpretación de Gabriel Wolf, Luis Campos y Rocío Ambrosoni. Las funciones tienen lugar en El Método Kairos, en El Salvador al 4500.
Ambos actores conocen la dramaturgia de Rovner en profundidad. Juntos integraron el elenco de El hombre lobo y, por separado, Luis Campos interpretó en dos oportunidades el unipersonal Sócrates, el encantador de almas, y Gabriel Wolf actuó en Miserables, a las órdenes del mismo Fiorito. En la entrevista de PáginaI12, los actores relacionan las obras citadas con la que los ocupa en estos momentos y coinciden en que en esencia están allí contenidos los rasgos fundamentales de la dramaturgia de Rovner: “Las situaciones absurdas, la ironía, lo fantástico y, por supuesto, la reflexión filosófica”, afirman.
La mosca… da cuenta del encuentro entre Blas y Funes, dos seres solitarios que, a pesar de ser aparentemente muy diferentes terminan experimentando una transformación mutua. La crítica interpretó que podrían representar dos aspectos contradictorios de un mismo personaje. Así, entonces, habría dos caras de una “mosca blanca”, es decir, de un ser excepcionalmente extraño. “Que uno quiera matarse y el otro luche por salvarse los hace completamente diferentes”, compara Wolf, y Campos aporta el rasgo en común que ambos comparten: “Los dos son marginados, unos homeless, aunque no sabemos si por propia decisión o porque fueron obligados a quedarse afuera de todo por obra de la misma sociedad”.
Para Wolf, la transformación de la obra textual en “una forma que encaja con precisión” fue un trabajo que se realizó en conjunto entre actores y director. En ese tránsito fue encontrado el código de actuación, muy cercano al clown, según define, si bien alejado del payaso tradicional. Los aspectos contradictorios de los personajes, su estado de tensión permanente fue motivo de elaboración de una diversidad de comportamientos contrapuestos. “Si para Blas (Wolf) el vino es la sangre de Cristo, para Funes (Campos), es un néctar inofensivo y estimulante”, grafican.
“Blas podría ser catalogado como “el loquito”, dice Wolf de su personaje. “Pero desde lo actoral no lo tomé como un cliché sino como una persona completamente convencida de que Dios se le apareció y que hace bien a la gente divulgando su palabra”. Por su parte Funes, el antiguo vendedor de filtros de agua, aparece vestido con ropa oscura, a tono con su estado de ánimo. “Está convencido de que todo está perdido, que la gente no se mira más a los ojos y, al descubrir el sinsentido de la existencia, decide suicidarse”, delinea Campos a su personaje. “Así es que llega a la conclusión de que vivir no sería más que contribuir al caos y a la violencia que impera en la sociedad”. Wolf nota que estos planteos existenciales, aunque parecieran propios de gente que ya lleva realizado un extenso recorrido de vida, tal vez no sean ajenos a las nuevas generaciones, aludiendo al movimiento punk y a los actuales góticos. “Habrá que esperar a la reacción del público”, coinciden ambos, concientes de que también el ritmo general de la puesta se afianza con la respuesta de los espectadores a quienes, según afirman, “el teatro todavía puede ayudar a pensar además de divertir”.
Ambos actores coinciden en que en la obra se dicen textos de gran potencia. Aunque también subrayan que en su versión Fiorito resolvió quitar algunos textos que resultaban demasiado explicativos o didácticos. Frente a la simpleza de Blas, Funes tiene siempre la cita filosófica a flor de labios. Así, algunas ideas de Schopenauer, Heidegger y Nietzsche surgen en la conversación para ayudarse a describir su desazón vital. “Pero no hay que ser un espectador culto para entender esta obra”, sostienen los actores convencidos de que el humor pone en su lugar toda referencia intelectual. En el terreno de lo fantástico, en cambio, se juega la alusión a Dafne, a quien Funes considera el símbolo de la resistencia por su negativa a convertirse en una de las conquistas de Apolo. Una transposición de lo maravilloso en escena que conviene no dar a conocer para no echar a perder el efecto de sorpresa.
* La mosca blanca.
El Método Kairos (El Salvador 4530), sábados a las 23.