Las pequeñas y medianas empresas industriales comenzaron un profundo proceso de transformación, y aquellas fábricas donde antes se producía o ensamblaba se reconvirtieron en depósitos de productos terminados importados. El calzado ofrece un ejemplo contundente de ese cambio de comportamiento observado desde finales de 2015: medido en cantidades, el ingreso de partes cayó 7 por ciento y las importaciones crecieron un 54 por ciento. “El aumento del déficit comercial, además del aspecto macroeconómico, tiene impactos en términos productivos y de empleo”, explica un informe elaborado por Radar Consultora.
Los registros administrativos del SIPA muestran que las industrias manufactureras destruyeron 66.310 puestos de trabajo desde que comenzó el primer mandato de Mauricio Macri. Las posiciones perdidas desde comienzos de diciembre de 2015 representan el 5,6 por ciento del empleo sectorial total.
“El impacto no se limita a sectores denominados sensibles como el textil, sino que incluye bienes de capital, insumos difundidos, bienes intermedios y otros bienes de consumo”, indica el documento elaborado por la consultora, al reproducir una advertencia que comienza a extenderse entre distintas cámaras empresarias como la de indumentaria (ver aparte). Uno de los casos más significativos de desplazamiento de producción local por importados es el sector automotor. Las transformaciones experimentadas en la actividad —modificaciones impositivas y eliminación de barreras comerciales— dispararon el ingreso de vehículos terminados. Entre 2015 y 2017 la producción local de autos cayó 7,5 por ciento y las importaciones escalaron 103 por ciento. El origen principal de los vehículos es Brasil, pero también se registró un significativo ingreso de autos de lujo de marcas estadounidenses, europeas y asiáticas. Con esa dinámica, la participación de los vehículos importados aumentó 18 puntos porcentuales al pasar del 52 al 70 por ciento del total. “En este contexto de caída de la producción automotriz, las importaciones de autopartes pasaron de 7900 a 8300 millones de dólares, un aumento del 5 por ciento. Esto da cuenta de cierta desintegración de la producción nacional, es decir, una menor participación de autopartes en los vehículos fabricados localmente”, sostienen desde Radar, al apuntar que las importaciones de neumáticos para vehículos livianos crecieron 35 por ciento medidas en cantidades y para los pesados escalaron 44 por ciento.
Dentro del esquema económico cambiemita, la apertura constituye una herramienta necesaria para, por ejemplo, amortiguar el impacto inflacionario de una devaluación. El poder de la desregulación del comercio exterior para disciplinar precios operó a lo largo de la historia argentina por dos vías: la posibilidad de adquirir productos “baratos” en el exterior, que desplazan a la producción local, y el incremento en el desempleo con precarización laboral, que reduce la capacidad negociadora de los asalariados.
“Línea blanca fue uno de los sectores donde se registraron mayores aumentos de los niveles de importación, acompañado por una caída de la producción, como consecuencia de una clara política de apertura comercial”, indica el informe. A lo largo de los primeros dos años de la presidencia Macri, la producción local de lavarropas cayó 12 por ciento, mientras que el ingreso de equipos terminados escaló 298 por ciento. Lo mismo sucedió con las heladeras donde la producción interna retrocedió 8 por ciento para dar lugar a un incremento del 341 por ciento en los importados. La magnitud fue levemente inferior entre los aires acondicionados donde la fabricación nacional cayó 40 por ciento y la importación creció apenas 20 por ciento.
Otro de los sectores afectados por la apertura importadora es el de la maquinaria agrícola. Desde Radar advierten que “el aumento de la participación de importados es una señal de alarma ya que puede reemplazar la producción nacional de manera permanente”.