La fila extendida a lo largo de la cuadra lateral del Congreso, sobre Rivadavia, desembocaba en la carpa como metáfora verde de la actualidad de la Campaña Nacional por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito, una instantánea con pulsos vitales. Esa larga fila de mujeres, jóvenes, muy jóvenes y bien adultas –jamás imaginada por las primeras 70 militantes que en 2005 acordaron lanzar la Campaña, su color, su lema, su pañuelo– era la constatación, el deseo puesto en la calle por un símbolo/emblema transgeneracional, de lo que estaba ocurriendo arriba, en el segundo piso del Anexo de Diputados, con la presentación del proyecto de Ley de Interrupción Legal del Embarazo. Allí arriba, la desbordante cantidad de público que hacía chiquitita la inmensa sala C continuaba en otra metáfora, que en las seis presentaciones de proyectos de ley anteriores tampoco nadie imaginaba: semejante multitud, casi un centenar de fotógrafos y camarógrafos, una cantidad importante de legisladores y políticos que nutrieron el espacio detrás de la cabecera, militantes por doquier, y la cifra récord de 71 diputadas y diputados cofirmantes del proyecto. Pero, además...
No alcanza con la instantánea del día. No alcanza la impactante sensación epidérmica de la multitud, de los gritos y cánticos, y del ulular ancestral, que siempre (me) va a impresionar, de la presencia del pañuelo verde en los cuellos, cubriendo las cabezas, como top o como máscara, muñequera o cinturón. No alcanza con el estallido de alegría –aunque hayan muerto por falta de políticas de estado, abandonadas por el Estado con mayúscula, 3030 mujeres desde la llegada de la democracia–, si no conecta el estallido, la presencia multitudinaria deseante, la cantidad de firmas record, la angustia al hablar de las diputadas y representantes de organizaciones, el desborde inusual de medios, esa urgencia por cubrir, si no conecta esa foto actual con su perspectiva. Solo se trataría de una crónica. Y lo de ayer, fue más.
Fue del orden de entender en esa larga fila de mujeres, las tres generaciones, las tres fases de la Luna. Ayer se notó cristalizado el esfuerzo de las que empezaron, de las que empujan, y de las que seguirán. Aunque estén todas mezcladas. Porque había que verla a Nina Brugo parada en la conferencia, agitando. O decirse emocionada a Martha Rosemberg. O Nelly Minyersky queriendo meter basa en todo momento. Todo tiene sentido en perspectiva, porque nada de ayer había sido imaginado hace 13 años, pero todo era y es parte de esos objetivos, estaba en esos sueños aunque no se lo figuraran.
Lo dijeron una y cada una de las diputadas que presentaron el proyecto: Victoria Donda (Libres del Sur), “Hay un olor de que la vamos a tratar en el recinto –dijo para empezar sus dos minutos–, que este año vamos a tener la media sanción y vamos a ir por el Senado”. En el recinto, dijo y repitió. No fue una formalidad. La sanción de la ley, más allá de un debate que a esta altura ya es considerado en el rubro de las demoras, es el objetivo del que no van a bajar. Donda aclaró lo que sólo para los antiabortistas no es obvio: “Las mujeres vamos a abortar con ley o sin ley. En el recinto se tiene que dar la discusión. Si estamos a favor del aborto legal, seguro y gratuito, o a favor del aborto clandestino. Esa es la discusión, no otra.” Y recordó las muertes por abortos clandestinos. La última, María Campos, en Santiago del Estero, el 28 de febrero pasado. “Esta ley tiene el nombre de todas ellas. Esta es la ley María Campos”.
Brenda Austin (UCR-Cambiemos), otra de las firmantes, daba marco a la transversalidad del reclamo: no es una cuestión de mujeres de izquierda. “Nos merecemos un debate”, dijo. “No basta con decir que estamos a favor del derecho a la vida –subrayó Austin, apuntando a los antiabortos–. Todos aquí estamos a favor del derecho a la vida”. Y cargó contra la expectativa penal: “No esperamos como respuesta del Estado que los médicos a quien acuden las mujeres las empujen al sistema penal, rompiendo con el secreto profesional”. “Queremos en Argentina menos muertas por aborto, menos abortos, menos embarazos no deseados. Queremos una discusión en el recinto ya.”
Siguió Mónica Macha (FpV). “Esto ya es parte del debate”, dijo y pareció reunir criterios. Se notó a lo largo de las exposiciones que la misma idea del debate estaba en debate: si el proyecto se tratará en comisiones porque es necesario debatir dicen cerca del oficialismo, o con el riesgo de transformarlo en una cadena que frene la sanción, dicen desde la oposición, y empujan al tratamiento directo en recinto con el argumento que debate ya hubo durante los 13 años anteriores, y es entonces que el oficialismo sostiene que muchos diputados no participaron de aquellos debates porque son nuevos.
En ese tira y afloje sobre los tiempos se da, quizá, uno de los más notables crecimientos en las propuestas por el aborto aglutinadas en la campaña. El tira y afloje se fue elastizando, en lugar de quiebres sumó: la prueba es el listado récord de 71 diputados, entre los que figuran al menos 22 oficialistas. Algunos que ya se habían expresado a favor, y otros de la oposición que estaban en contra del aborto y fueron aproximando su opinión.
“Este es el efecto del movimiento de mujeres –levantó Macha–, esto es gracias a la militancia feminista y por eso vamos a dar un paro nacional e internacional.”
Romina Del Pla (FI) sostuvo que el proyecto “lo hemos arrancado luego de 12 años de cajoneo por las miles y miles que lucharon en todo el país. Y se va poniendo de relieve que el debate es si se está a favor o en contra del aborto clandestino para miles de mujeres pobres. No solo queremos un debate, nosotras queremos la media aprobación y después vamos al Senado”.
Las cuatro diputadas, cofirmantes de la séptima presentación del proyecto cerraron la presentación. Antes, desarrollaron sus experiencias y opiniones sobre el momento en que se encuentra el proyecto, las organizaciones, las militantes, las representantes que conforman la Campaña –a la fecha “son más de 500 organizaciones de todo el país”, describió Pamela Martín García, integrante de la Campaña y presentadora del acto–.
Abrió el encuentro Marta Alanís, de Católicas por el Derecho a Decidir, agrupación que convocó por primera vez en 2003 a una reunión que derivó en la Campaña. Y subrayó, fue la primera en decirlo: “Este proyecto entra por la fuerza del movimiento feminista, por la Campaña, por las mujeres de Ni Una Menos, por todas las mujeres, por todas las organizaciones”. Y agregó, dirigido al cardumen de cámaras que apuntaban en su dirección: “Aprovecho este espacio donde hay muchas cámaras y muchos periodistas, que no nos pongan en el mismo nivel que los antiderechos que ponen tres o cuatro personas que se oponen sin reflexionar”.
Vicky Tesoriero, de la Campaña, subrayó que “hoy la Sociedad está por delante del Congreso”, y Celeste Mac Dougall, de la Campaña y de la Red de Docentes por el Derecho a Decidir, subrayó que “soy docente, y hoy estamos de paro, y el jueves también”. Arrancó aplausos cuando reclamó que “hay que sacar de la educación clandestina al aborto”, y cuando exigió la “separación de la Iglesia del Estado”, y que “el placer sexual no sea una condena”. Cerró y las militantes que inundaban la sala gritaron las consignas “Aborto legal en el hospital”.
Martha Rosemberg, histórica de la Campaña, aseguró que estaba muy emocionada, y que veía muy bien que “el ministro de Salud (Adolfo Rubinstein) haya entendido cuál es su obligación”, en relación al reconocimiento del funcionario de la necesidad de despenalizar el aborto.
Analía Bruno, de la Red de Profesionales de la Salud por el Derecho a Decidir, fue contundente con sus datos duros de lo cotidiano en la atención a las mujeres. “Desde que volvió la democracia 3030 mujeres fueron condenadas a muerte, muertes evitables” (ver página 5).
Habló David Lipovetzky (PRO-Cambiemos), apuntado como presidente de la Comisión de Legislación General, quien prometió debate rápido, sin freno, pero debate al fin, “hay que escuchar a todos”, dijo y algunos gritos desde el fondo de la militancia que retrucaban “los venimos escuchando hace 13 años”. El cierre correspondió a un clásico pero jamás escuchado en el Congreso: “Poder / poder / poder popular / y ahora que estamos juntas / ahora que sí nos ven / abajo el patriarcado / se va a caer / se va a caer / arriba el feminismo / que va a vencer.
En la calle, mientras tanto, la fila se había cancelado ya porque los pañuelos se habían agotado una vez más. Una radio abierta repetía las consignas que se presentaron en el Anexo. El verde cubría paredes y banderas. El pañuelo, la historia del pañuelo es también metáfora del movimiento. Conocerla será parte de esta crónica para que no se pierda en una instantánea, para que el relato cobre sentido. “Los pañuelos son producidos por tres cooperativas de mujeres”, dijo Agustina Vidales Agüero. La Campaña los empezó a cobrar porque no recibe subvención alguna. ¿Por qué son verdes? ¿Por qué el lema? En 2003, en el Encuentro Nacional de Mujeres en Rosario se reunieron militantes y unieron el concepto del aborto en un pañuelo con el lema “Por el derecho a decidir”. “El verde fue el color que no tenía dueño y lo tomamos”, dijo Elsa Schvartzman, de la Campaña. “En abril de 2005 se le puso el nombre actual, se decidió el lema, se decidió que sería federal. Y el 28 de mayo de ese año la presentamos. Eran 70 personas representando a 70 organizaciones”.
El proyecto se presentó seis veces. Esta es la séptima. Lo dicho, nadie imaginaba esto, pero estaba presente.