Mar 18.02.2003

PLáSTICA  › UNA INSTALACION DE LA MUESTRA “ANSIA-DEVOCION”

De los nómades cosmopolitas

En la muestra que se presenta en Proa –comentada el domingo en Radar– se incluye una obra reflexiva e ingeniosa que formó parte de una muestra en Alemania sobre el nomadismo.

› Por Fabián Lebenglik

I. El rítmico y sonoro repiqueteo de la palabra “Tumbuctú” ha convocado relatos, diarios de viaje, novelas, poemas y, también, una muestra sobre el nomadismo. Sabido es que todo viaje tomará luego la forma de un relato, porque se viaja para poder contarlo.
El explorador escocés Alexander Gordon Laing fue el primer europeo en llegar a Tumbuctú. Allí pasó una breve temporada, entre el 18 de agosto y el 24 de septiembre de 1826. Pero murió asesinado dos días después. No tuvo tiempo para darle a su viaje forma de narración.
Tuvo otra suerte el viajero francés René-Auguste Caillié. Llegó a Tumbuctú el 20 de abril de 1828. Permaneció en la misteriosa ciudad por dos semanas y luego atravesó el Sahara, pasó por Marruecos y volvió a Francia. Poco tiempo después se publicaron los tres volúmenes sobre sus viajes.
Se puede pensar al nómade como viajero a través de las culturas y geografías. Como síntoma de un mundo en crisis, como una consecuencia de los ciclos económicos, políticos, sociales.
El núcleo del nomadismo es la dispersión y el traslado, y esos son los principios constructivos en los que se basa la instalación de Esteban Alvarez y Tamara Stuby.
La cultura del nómade modifica a la del sedentario, no tanto por los objetos –quien se traslada no puede llevar consigo demasiada carga– sino, más bien, por sus relatos y costumbres, los cuales siempre se llevan puestos.
Esteban Alvarez y Tamara Stuby evocan la idea de viaje y la dispersión del nomadismo desde varias perspectivas.
La obra gira inicialmente alrededor del contraste entre el concepto de traslado y el de quietud. La que viaja es la mente, en un contexto de espera, de sopor, de rutina ante la pantalla de la televisión.
II. La Argentina tiene una larga tradición diaspórica. Durante el siglo XIX gran cantidad de aquellos que luego fueron colocados por la Historia como próceres se vieron obligados a pasar buena parte de sus vidas en el exilio o a morir desterrados. La concepción facciosa de la política argentina siempre estuvo acompañada de la expulsión, el aniquilamiento o la desaparición del rival.
En el siglo XX hubo un proceso más complejo en el que se combinó la fuerte ola inmigratoria europea que había comenzado a partir del último tercio del siglo XIX y se extendió hasta mediados del veinte con la Segunda Guerra Mundial. Junto con el fenómeno de la inmigración comenzó también una ola de ilustres exilios, debida a las continuas y prolongadas dictaduras, así como a las periódicas crisis económicas.
En la Argentina de hoy parte del imaginario social está puesto en el exilio como respuesta a la fuerte crisis política y económica.
De allí que, junto con la idea ficcional del viaje como traslado y como derivación de una propuesta curatorial, la instalación de Alvarez/Stuby puede pensarse como una obra costumbrista.
Lo que va agregando distintos niveles de complejidad a la instalación es esa mezcla de hiperrealismo e hiperensoñación.
Sobre la mesita se disponen un pasaje aéreo, un permiso de trabajo en el extranjero, un reloj de viaje y un cubo de Rubik.
Vistos de cerca, los elementos exhiben algunas peculiaridades.
El pasaje aéreo está confeccionado a mano: es una imitación artesanal. El permiso de residencia para el artista está otorgado y aprobado por su madre.
El cubo de Rubik, en vez de componerse de varios colores, es todo blanco, con lo cual el juego se vuelve infinitamente difícil o ridículamente fácil. El reloj no aparenta nada extraño. Sin embargo, no es el único reloj de la instalación. Hay otro, colocado sobre la pared. Y entre ambos hay varias horas de diferencia: de modo que en un mismo espacio físico se juegan –como en los aeropuertos, como en los noticieros de la televisión global– las horas de dos continentes.
Sobre el respaldo de los sillones, sendas telas protectoras con los nombres de los artistas citan explícitamente los asientos de los aviones.
III. Se sabe que el viaje en avión es un viaje en el tiempo, que atraviesa los husos horarios y genera desajustes y paradojas, tales como agregar o borrar varias horas de nuestras vidas en un solo día.
La dimensión temporal de la idea de viaje está dada precisamente por estas evocaciones de los aviones. Pero también está evocada la dimensión espacial, geográfica y territorial, en los dibujos que hay en las paredes, a modo de decoración ambiental.
Se trata de planos y proyecciones de casas realizadas sobre las coordenadas de un mapa mudo. Así las líneas proyectivas se relacionan con líneas de fuga o vías de escape que terminan por transformar literalmente el hogar soñado en un mundo. Entonces se cruzan los conceptos de nomadismo –dispersión y traslado en el espacio– y cosmopolitismo –todas las ciudades en una; todas las ciudadanías en una, todos los espacio en uno solo–.
IV. En el ambiente creado por la instalación hay un enigma, tal como en los relatos de misterio: la presencia del cubo de Rubik.
En principio, si ese cubo hubiera estado en la mesa de un geógrafo del Medioevo, podría inferirse que se trata de una proyección del mundo, de una variante de aquella Terraplana que estaba en la imaginación prerrenacentista.
Reunir ese cubo junto con elementos de viaje sobre una mesa genera el mismo efecto de un dato erróneo, de un elemento sobrante, de una pista falsa. O, como revés de trama y efecto de lectura, puede tratarse de un enigma.
En la construcción de una ficción –sobre todo de una ficción acotada a un repertorio mínimo, como en este caso– cada elemento debe tomarse como una clave. En este sentido, el más extraño de los elementos resulta ser sin duda el cubo de Rubik.
En la televisión que forma parte de la instalación se ve cómo las manos de los artistas manipulan el cubo con la supuesta finalidad de encontrar la solución. La combinación de movimientos de rotación que rige la lógica del cubo de Rubik queda anulada en la versión de Alvarez-Stuby, porque todas las caras son cromáticamente uniformes.
Pero es obvio que aquí no se trata de un enigma sino más bien de una aporía, de un problema sin solución, de una cuestión sin salida, de un juego sin reglas.

* Texto para la instalación “Papeleo hogareño”, de Esteban Alvarez y Tamara Stuby como parte de la muestra Camino a Tumbuctú..., curada por Robert Novak, exhibida en la Galería Ifa-Berlín –junio/julio de 2002– y en Bonn –noviembre y diciembre del mismo año–. La instalación forma parte de la actual exposición “Ansia-devoción” que presenta la Fundación Proa (Pedro de Mendoza 1929), curada por Rodrigo Alonso.

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