PLáSTICA
› CAROLINA ANTONIADIS EN PARQUE DE ESPAÑA
Sobre genealogías pictóricas
Nació en Rosario, hizo carrera en Buenos Aires y ahora vuelve a su ciudad natal con una primera exposición, y antológica.
› Por Fabián Lebenglik
El Centro Cultural Parque de España, que cumple diez años, inauguró una muestra antológica de Carolina Antoniadis (Rosario, 1961), que abarca el período 1986-2003. La exposición está curada por la crítica y ensayista rosarina Claudia Laudanno –crítica de arte de Rosario/12–.
Antoniadis vive y trabaja en Buenos Aires. Allí se formó e hizo toda su carrera. Hasta tal punto dejó Rosario, que la impactante antología que ahora inaugura en Parque de España es su primera muestra individual en esta ciudad, donde sí había participado de exhibiciones colectivas. No es un dato menor: volver en estos términos –con una muestra de características consagratorias– a su ciudad natal y de infancia hizo que la artista y la curadora acentuaran muy especialmente aspectos de la genealogía familiar y artística de la pintora, a lo largo de todo el recorrido de la exposición. En este sentido, el montaje –que combina lo cronológico con lo temático– suma al cuerpo de obra propia una serie de obras e imágenes familiares sobre las que volveremos más adelante.
Antoniadis expone desde 1986, en muestras individuales y colectivas en Argentina, Chile, Brasil, Francia y Estados Unidos. Entre los premios que recibió se destaca el Premio Adquisición Telefónica de Argentina a la Pintura Joven (1995), el Primer Premio de la Fundación Klemm (1997) y el Premio Leonardo a la Artista del Año del Museo Nacional de Bellas Artes (1997).
La pintura de Carolina Antoniadis podría verse como una versión materialista y óptica de aquella transitada frase de El Principito según la cual las cosas esenciales son invisibles y por lo tanto no pueden ser registradas por el ojo. En este caso, lo esencial resulta ópticamente perceptible o ella se encarga de hacerlo visible. El mundo pintado por la artista es una colección de imágenes provista por fuentes, culturas y tiempos múltiples y variados. Su obra se mueve, aparentemente –el sentido de la apariencia es constitutivo de su producción–, entre la superficie y el color.
El paradigma del diseño y el pattern sirven como motor de la obra. Como escribe Claudia Laudanno, su pintura puede verse como “un palimpsesto estilístico, que se nutre de variadas enciclopedias textuales, provenientes de la historia del arte, la historia de los estilos y los manuales de artes aplicadas y de decoración”.
Se trata de una pintura barroca y manierista, cargada de imágenes imbricadas, en donde toda la superficie pintada, cada centímetro, se adscribe, cita o remite a algún término de aquella enciclopedia.
En este punto, la cualidad decorativa y “superficial”, por exceso, abandona la hipótesis de ser un acompañamiento visual para convertirse en eje y centro, porque la llamada realidad es esencialmente visible. Esto vuelve relevante a la superficie y coincide, en los principios, con la teoría lingüística de Chomsky, según la cual en la superficie –del lenguaje– es posible rastrear (por presencia de una cantidad de componentes o incluso por la huella que deja la ausencia de otros) todas las operaciones que condujeron a su aspecto actual.
En este juego de superficies, la tapicería es una de las tradiciones artesanales e industriales más citadas en las pinturas de Antoniadis. Géneros, texturas y prendas de toda clase desfilan por sus cuadros. La ausencia de perspectiva, la visión plana de sus cuadros, se combina con una continua fragmentación de la imagen y los planos.
Esa condición fragmentaria funciona como un recurso compositivo y como principio constructivo. Cada cuadro se transforma en un artificio devorador de imágenes. La pluralidad de citas, las texturas, lasyuxtaposiciones e imbricaciones de formas y colores se vuelven un mecanismo voraz de incorporación de figuraciones múltiples. Y a la voracidad del “sistema” se le suma el vértigo.
Los procedimientos de la ornamentación que, en una primera aproximación buscarían la armonía entre los colores y formas, aquí exhiben un plus gozoso; se yuxtaponen con humor e ironía. Antoniadis toma las claves de una estética decorativa estandarizada y convencional, como la del estampado textil y la trabaja paródicamente a través de un complejo barroquismo de superficies y texturas visuales.
Sus imágenes comienzan por describir una cotidianidad que por el contraste, la enumeración y la complementación de componentes, se vuelve ideológica: ya que construye sentido por acumulación y contigüidad.
Con delicada lucidez, Antoniadis combina saberes estéticos con saberes cotidianos e íntimos. También hay un lugar para la intimidad en su obra (aunque intimidad pudorosa), cercana al diario personal en clave.
A lo largo de la muestra se traza una genealogía familiar y estética. La cosa comienza con su abuelo, Demetrio Antoniadis (1899-1965), un paisajista rosarino a quien la artista no conoció. De él se exhiben algunos cuadros que, podría decirse, contienen potencialmente algunos elementos que luego desarrollaría Carolina en la pintura. Los lazos familiares continúan en una serie de fotos en los que se ve a los padres de la artista (también fallecidos), en los años sesenta, en doble función: tanto como fotógrafos como cuanto objeto de las fotos, fotografiándose mutuamente. La familia parental se completa con tomas de su hermano, Leonardo, fotógrafo profesional residente en París. La referencia familiar, y específicamente a los aspectos artísticos de esa genealogía, marcan la doble filiación a la que la pintora adscribe y explican en gran parte el sentido de esta primera muestra individual y antológica en Rosario.
La obra y el recuerdo familiar están inscriptos dentro del recorrido de la obra de la artista, pero hubiera sido más funcional y pertinente que se lo montara en un espacio único y aparte. Así, ese pequeño museo familiar, con todo lo que tiene de novela familiar freudiana habría cobrado todo el conmovedor sentido que quedó un tanto disperso.
La exposición, que también incluye fotografías digitales, cerámicas y objetos de la artista, cuenta con un buen catálogo en donde se reproduce un agudo texto de Claudia Laudanno. (En el Centro Cultural Parque de España, Sarmiento y el río Paraná, Rosario, hasta el 25 de mayo.)