Mar 09.03.2004

PLáSTICA  › EDICION DE UN LIBRO DE MARGARITA PAKSA

De proyectos y realizaciones

Textos y proyectos de los años 60 por una de las más destacadas artistas argentinas de los últimos cuarenta años.

Por Margarita Paksa *

Este texto pretende colaborar en presentar un circuito importante de las artes visuales de los años sesenta que giraban alrededor del Instituto Di Tella e incluían al Museo de Arte Moderno, con la dirección de Gustavo Parpagnoli, la Asociación Ver y Estimar, con la dirección de Francisco Díaz Hermelo, La Flor de San Telmo, del arquitecto Osvaldo Giesso, y, finalmente, la Galería del Este. Por supuesto, en este itinerario falta la Galería Lirolay, pero sucede que solamente fui espectador, por razones generacionales.
Las obras aquí reseñadas corresponden a proyectos realizados y otros que permanecen en calidad de proyecto, durante los años 1967 y 1968, incluyendo, por razones afectivas, Para un conjunto de Tres, que data de 1980. En noviembre de ese año le propuse a Ricardo Carreira que hiciéramos una exposición juntos. Comenzamos a reunirnos en un bar de la esquina de Maipú y Paraguay, el Florida. Al regresar a mi estudio, yo tomaba notas de mis ideas y de recuerdos de lo hablado, y las releíamos juntos. La muestra no se hizo y no recuerdo por qué: sólo se diluyó.
Por otro lado, ya desde mediados de los años sesenta, la particularidad efímera de las instalaciones y ambientaciones que realicé durante esos años despertó en mí el deseo de reunirlas, conservarlas en la memoria, máxime cuando suspendí mi actividad artística desde 1968 hasta 1976. Así nació un cuaderno que fue recogiendo papeles, dibujos, pensamientos, esquemas, ideas, bocetos de las obras previos a la mostración y cuyo destino final era conformar una carpeta. Algunos dibujos los expuse en mi Retrospectiva de 1990 en el Museo Municipal de Artes Plásticas Eduardo Sívori, y posteriormente en varias muestras, como las organizadas por la Asociación Argentina de Críticos de Arte en el Palais de Glace, en el Museo de Arte Moderno y en la Galería Ruth Benzacar.
Respeté para cada uno de los escritos el original tal como fuera redactado en su momento inicial y los he ordenado diacrónicamente como una manera de señalar el proceso vivido. A mediados de 1982 entregué el material a Carlos Espartaco para su lectura y me ofreció un texto como prólogo, que fue incluido en la primera edición. Finalmente, en 1997, decidida esta vez a poner los textos afuera, para evitar que continuaran dando vueltas a mi alrededor, para que la memoria dejara de morder, esperando su destino suspendido, produje una edición limitada. Pero al presentar el momento de la escritura en el tiempo, las reconstrucciones y deconstrucciones, fragmentos y quiebres de memoria, esta intención se ha transformado en una compleja palabra que pretende ser simultáneamente huella de otra, y así sucesivamente.
Son relatos de una parte de mi trabajo y mi vida, que reuní pensando en su afinidad y no en reflejar la totalidad de mi obra en ese período. Después de todo, cuando se va al cine, no se puede conocer toda la obra del director, pero se supone que dentro de la película estará contenido todo el autor.
Así me despedía en 1997 y hoy tengo la satisfacción de que Proyectos sobre el discurso de mí se vea editado como libro por la Fundación Espigas, contando con la colaboración de la Fundación Proa.
Ha quedado afuera mi participación en las obras de arte político de aquel período que trajeron como conclusión, luego de Tucumán Arde, mi alejamiento del circuito de galerías y museos durante ocho años, ya que esta trayectoria está reseñada en numerosos libros y catálogos. (...)

Caja de cultura

Esa gran caja acumuladora que se llama cultura –dice el primer apunte del libro, de 1967– es nuestro lugar habitual de referencia, la madrealimentadora y opresora; a ella le gusta eso del trauma porque es demarcatorio, clasificable, encasillable y simplemente práctico. Si decidiéramos que la cultura es más opresión que libertad y eligiéramos vivir sin acumular nada y quizá luego quisiéramos regresar a ella, ¿cómo la veríamos? Por supuesto distinta a la primera vez de mirada ingenua; esto es ni más ni menos lo que debieran realizar los jóvenes, surgiendo al mundo con un cúmulo de apreciaciones distintas; pero hay muchos jóvenes artistas que nacen viejos, que es la mejor manera de durar y no oponerse.
Nuestra tierra de nadie artística –sigue aquel texto del ‘67– puede ser, a la postre, muy positiva; sin obligaciones de mercado, de venta, de galeristas y museos, podríamos llevar nuestra mirada al punto cierto de libertad o a un cierto punto de libertad. De lo que se trata es de la búsqueda de un lenguaje donde el método sea el retirar todos los dogmas, desconfiarles por lo mismo que son certezas heredadas.
Todos estos factores, aparentemente negativos, podría ser que nos conduzcan irremediablemente al uso de objetos, palabras, imágenes, pensamientos o ideas, especulaciones, proyectos y reflexiones, desechando las palabras sin pensamiento y la despreocupada inmovilidad de las imágenes sin contenido; se expresen con una libertad aún no vista y positiva; marquen un nuevo estilo, resultado de la conmoción, el estremecimiento y la colisión, el shock, entre los conceptos opuestos del antes y del después, mucho más ágil y dinámico.
Esa aparente dispersión, hasta ahora constreñida a márgenes severos de censura, se vería así liberada de sus códigos de representación instaurados, donde la estética corre peligro de ser confundida para muchas personas con la belleza, la ilusión de realidad y el arte clásico, sin pensar que se pueden crear otras sensaciones que antes no fueron pensadas como artísticas.

* Introducción y fragmento de los apuntes de M. Paksa que forman parte del libro Proyectos sobre el discurso de mí, editado por la Fundación Espigas.

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