Mar 28.09.2004

PLáSTICA  › FOTOGRAFIAS EN EL BORDE Y EN EL CENTRO ROJAS

De celebraciones y rituales

Dos exposiciones abordan, desde distintos puntos de vista,
la fotografía como mediadora entre la memoria privada y los
lugares comunes de los rituales y celebraciones sociales.

Por Valeria González*

Esta semana concluye la exposición Celebraciones en el espacio El Borde, e inaugura Diario de un reciencasado, en el Centro Cultural Rojas. Ambas muestras abordan, desde distintos puntos de vista, la fotografía como mediadora entre la memoria privada y los lugares comunes de los rituales sociales.
Celebraciones presenta obras fotográficas de Arturo Aguiar, Fernando Brizuela, Daniel Kiblisky y Constanza Vicco, junto a un video de la artista brasileña Claudia Jaguaribe. En el texto que acompaña la exhibición, Cintia Mezza se pregunta por qué registramos siempre las mismas situaciones, en qué consiste este saber compartido acerca de lo que debemos recordar. Nacimiento, matrimonio, cumpleaños, viajes, carnaval: estos momentos especiales constituyen el índice normalizado de todo álbum familiar.
La memoria privada, que la fotografía democratiza y multiplica, se define en primer término por sus privaciones, por su carencia de singularidad. La cámara funciona como una prótesis social que moldea percepciones y recuerdos: percibimos y recordamos las imágenes que hemos construido.

Fotografiamos
para olvidar
Las obras de esta muestra aluden a los estereotipos colectivos y logran asimismo esquivar sus limitaciones. Brizuela registra la cruz cristiana coronando solitaria el espacio eclesiástico y el comedor de la casa; Kiblisky –en una mirada a la vez minimalista y dramática– aísla los objetos emblemáticos del ritual judío. Ambos autores se alejan del momento “decisivo” para captar el vacío de la celebración que ya pasó o que aún no ha comenzado.
Otro desplazamiento ocurre en las fotografías de Vicco: más que documentar una narrativa familiar, las imágenes testimonian la mirada de la artista, la cualidad de la atención que ella dispensa a sus motivos. Aguiar interpreta la celebración desde el propio acto fotográfico, concebido como una ceremonia paciente y pasional en que se encuentran las poses del retratado y los dibujos de iluminación barroca del artista. Como destacó Olga Martínez, directora del espacio El Borde, el título de la muestra también alude a la naturaleza ritual del sistema del arte, donde la circulación de objetos y valores aparece regulado por inauguraciones y convites.
Sobre la estela de aquel famoso diagnóstico de Walter Benjamin acerca de la era de la reproductibilidad técnica de las imágenes, Pierre Nora afirmó que la sociedad contemporánea acumula sin freno lieux de memoire (lugares de memoria: monumentos, museos, archivos) porque carece de un milieux de memoire (un entorno, un verdadero medioambiente de memoria).
En los años ’60 y ’70, varios artistas conceptuales utilizaron los formatos estandarizados del recuerdo para aludir a su carácter universal y vacío (Benjamin Buchloh los ha llamado “archivos de la anomia”).
Otros rituales y celebraciones se inauguran mañana a las 19.30 en la Fotogalería del Rojas, con el Diario de un reciencasado, que se compone de fotografías de Sebastián Freire y textos de Daniel Link. La presentación, a cargo de María Moreno, anticipa que “puestos bajo la advocación de Juan Ramón Jiménez (Diario de un poeta reciencasado), Sebastián Freire y Daniel Link descorren el telón de una cierta intimidad para revelarla completamente tópica: el viaje en barco, la cámara nupcial, la sociabilidad, el paisaje, la excursión y los proyectos domésticos...”
En la Bienal de Venecia de 1975, Christian Boltanski y su compañera Annette Messager presentaron Luna de miel en Venecia, donde el relato personal se reducía a un repertorio de imágenes obvio y ritualizado. Diario de un reciencasado vuelve a beber de aquel gesto conceptual quese reapropia de los lugares comunes. Pero también, sutilmente, logra fisurar la superficie espejada de la narración genérica y dar testimonio de algo singular, de ese aire escurridizo que vuelve irrepetible una existencia. El tema es el mismo, el relato de un viaje nupcial por Italia. El formato es predecible: planchas donde se agrupan fotografías con sus textos correspondientes. No obstante, tanto en el plano visual como en la escritura, en ciertos puntos, el ancla se suelta rápidamente; perdemos el sentido que creíamos poseer y adviene un silencio ambiguo.
La magia no radica en los elementos: al fin y al cabo la crónica seca (“Salimos de Bellagio a la 1 del mediodía del martes. Llegamos a Buenos Aires a las 11 del miércoles. Fueron 26 horas de viaje.”) es tan poco original como el rapto poético (“Nunca nunca quisiera volver a casa”). Del mismo modo, las imágenes de la intimidad acuden a los clichés fotográficos tanto como los consabidos paisajes turísticos. Lo inesperado, lo perturbador, sucede en el engarce de las partes, o –mejor dicho– en el lugar imposible de un uno autor, que replica la mentira imaginaria del ser único que los amantes componen en la literatura amorosa.
No está en juego simplemente un desafío a los tabúes sociales (se trata de una pareja de hombres), sino que, como en toda metáfora, que dice algo a expensas de no poder decir, este Diario logra ensanchar nuestra noción de lo que puede ser amado.
Esto, como dijo Jim Lewis, es lo máximo que podemos pedirle al arte, y es mucho menos lo que solemos recibir.
(Celebraciones, en El Borde, Uriarte 1356, sigue hasta el viernes 2 de octubre. Diario de un reciencasado inaugura mañana, a las 19.30, en la Fotogalería del Centro Cultural Rojas, Corrientes 2038, y sigue hasta el 22 de octubre.)

* Docente de Arte Internacional Contemporáneo en la carrera de Artes de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Curadora y especialista en fotografía.

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