Mar 25.06.2002

PLáSTICA

Tal vez no sea el fin, aquí y ahora, sino todo lo contrario

Cuatro fotógrafos argentinos y uno suizo, reunidos en una muestra que oscila entre la incertidumbre y la esperanza. Del capitalismo global a las historias de la vida cotidiana.

Por Valeria González *

La galería Dabbah Torrejón presenta una muestra fotográfica de concepción propia que reúne a cuatro artistas argentinos –Cecilia Biagini, Dino Bruzzone, Juan Doffo, Eleonora Margiotta– y al suizo Gian Paolo Minelli. Una de las ideas que estructura la exposición es que, según el punto de vista, la temporalidad se torna reversible. Así, el paso del tiempo puede ser leído como progresión inexorable hacia el desastre que caracteriza la profecía apocalíptica o, desde otro enfoque, el tiempo puede ser pensado como un proceso cíclico que incorpora la muerte y la destrucción como pasos hacia el renacimiento y la continuidad de la vida.
Hoy o mañana
Máquinas de guerra, destrucción, víctimas dolientes, tumbas exhumadas... Una primera lectura pareciera aproximarnos a lo irreversible del pensamiento apocalíptico, a la catástrofe inminente.
“Hay algo –dijo Barthes– que puedo afirmar frente a cualquier fotografía: esto ha sido. Las obras aquí reunidas proponen un desplazamiento: esto es o será. ¿Es posible concebir la fotografía como testimonio del futuro?”
De algún modo, en toda arma anida la devastación y el caos. Los tanques de Dino Bruzzone, aislados de toda narración, impolutos sobre un fondo artificial, trasuntan una calma incómoda. Estas joyas relucientes no son inofensivas. Reclaman otra cosa, el destino fatal e insaciable para el que fueron construidos. Son juguetes privados de inocencia.
Las fotografías de Gian Paolo Minelli fueron tomadas en la cárcel de Caseros. Puestas en relación, las dos imágenes parecen testimoniar el paso del tiempo, el discurrir inexorable de un proceso de destrucción creciente. No es sólo un edificio derruido: el fulgor anaranjado de estos sitios vacíos evoca el crepúsculo final de los seres confinados que no vemos.
Aquí o allá
Cecilia Biagini vive en Nueva York, donde ya nadie leerá la geometría de los rascacielos sobre el horizonte como antes del 11 de septiembre. Esos fuegos de artificio ya no aluden a la algarabía distendida de la fiesta. Devienen perversamente literales fuegos de artificio: mascarada, simulacro. ¿Luces de festejo o estallido letal?
Juan Doffo ha emprendido, una vez más, el viaje inverso, que lo lleva desde la populosa Buenos Aires hasta su aldea natal. Y una vez más ha encendido allí la llama de un fuego metafísico. Pero, en esta oportunidad, el ritual que unifica un punto de la pampa con el universo es el ombligo mismo de su existencia: Doffo ha excavado la tumba de su padre.
Entre el ramillete multicolor de la capital del mundo y el fuego espiritual que arde en un hueco de la llanura austral, se abre el abanico de esta muestra. Fotografía argentina: habitamos un punto donde se entretejen dos dimensiones de la incertidumbre, y de la esperanza. Entre los grandes relatos del capitalismo global y las tristes y cándidas historias de nuestra vida cotidiana.
Documento o ficción
No hay en estas imágenes belleza abstracta, intemporal. Son abrasadas por un presente cuyas tensiones no acabamos de comprender. Y, sin embargo, ninguna condesciende a los modos tradicionales del registro documental. Que nos remita a lo anecdótico o al fácil consumo de la imaginería del desastre al que los medios nos han acostumbrado.
Este distanciamiento reflexivo es notorio en la obra de Bruzzone. Son conocidas sus imágenes urbanas, escenarios en miniatura construidos pieza por pieza sobre la mesa del taller. Ciudades despobladas donde nada ordinario pareciera suceder. La fotografía, a la vez accesoria y esencial, otorga la verosimilitud que recubre el artificio. En su nueva serie demáquinas guerreras, la ambigüedad entre simulacro y realidad se torna extrema. Nunca antes la tensión entre la pulcritud silenciosa de la forma y la sobrecarga connotativa del referente había sido tan visiblemente desnudada. La imagen parece congelada en su orden consumado y, sin embargo, vibra, es inestable, como si en este caso su domesticación fuera imposible.
Las fotografías de Minelli tampoco están pobladas. Su frontalidad y su apariencia neutral evocan el lenguaje frío de la documentación forense, cuya función es registrar los rastros del desastre, cuando ya han desaparecido sus actores. En 1931, al observar las tomas impersonales de aquel París deshabitado de Eugène Atget, Walter Benjamin se había preguntado: “¿No es acaso cada rincón de la ciudad el escenario potencial de un crimen?”. Las fotos de Minelli pueden ser, más que un trabajo documental sobre el espacio carcelario, metáforas del encierro absurdo en la urbe contemporánea.
La fotografía de Eleonora Margiotta, al lado de las restantes, desoladas, atrapa la mirada por su intensidad narrativa. En el mismo instante, la imagen delata su cualidad artificiosa. Se trata de una escena dramática cuidadosamente construida que desde la retórica efectista del relato mediático arroja un sentido irónico. El personaje, con su gesto suplicante dirigido a cámara, imita teatralmente la perversa fascinación del reportaje periodístico y televisivo.
Destroyed Room (1978), de Jeff Wall, mostraba la imagen de una devastación, compuesta meticulosamente con muebles y objetos inanimados como un cuadro tridimensional. Margiotta puebla su relato de protagonistas y víctimas, articulando el punto medio entre el simulacro elegante del artista canadiense y la urgencia psicológica del noticiario de guerra, con su morboso detallismo.
La estrategia crítica de la imagen de Margiotta fue concebida en relación directa al contexto que refiere, al espacio de los medios y la publicidad.
Fin o principio
Doffo ha excavado la tumba de su padre. En el desaforado horizonte, una pequeña historia cifra el universo. De la tumba brota un fuego que es luz y es alimento, como si la muerte fuera a multiplicarse en la existencia de los otros.
Las imágenes de Minelli aceptan ser leídas en sentido inverso. Podemos reconstruir paredes derrumbadas. Porque existe la corrosión del olvido, los actos de memoria nos definen.
Hoy o mañana: el círculo del apocalipsis vuelve a cero y la historia recomienza. Hay guerra. Hay destrucción. Y habrá también vida, obstinada, irrefrenable. (En Dabbah Torrejón, Bustamante 1187, hasta el 2 de agosto)

* Crítica de arte. Docente de la cátedra de Arte internacional contemporáneo de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA.

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