Mar 06.08.2002

PLáSTICA  › XII ENCUENTROS ABIERTOS - FESTIVAL DE LA LUZ

Luz, cámara, interacción

Hasta fines de septiembre, la Argentina es sede de un festival internacional de fotografía que propone 170 exposiciones en todo el país, talleres, conferencias e intervenciones urbanas.

› Por Fabián Lebenglik

Desde la semana pasada y hasta fines de septiembre se desarrolla en la Argentina el Festival de la Luz 2002: dos meses dedicados a la fotografía argentina e internacional, con la presentación de 170 exposiciones en todo el país, talleres, conferencias, interferencias urbanas y revisión de portfolios.
Además del capítulo porteño, donde se concentra la mayor cantidad de exposiciones y actividades, el festival también se desarrolla en Jujuy, Salta, Tucumán, Santiago del Estero, Santa Fe, Rosario (entre otras ciudades santafesinas), Córdoba, Mendoza, Paraná, Chivilcoy, Pilar, La Plata, Mar del Plata, Bahía Blanca, General Roca, Trelew, Puerto Madryn, Neuquén y Ushuauaia, donde se cierra oficialmente el 30 del mes próximo. La información sumaria y organizativa fue adelantada en estas páginas el martes 23 de julio.
La inauguración tuvo lugar el jueves 1º de agosto en el Centro Cultural Recoleta, donde se presentan varias de las muestras locales e internacionales. La muestra local más abarcadora es “Otra mirada”, organizada por la Secretaría de Cultura de la Nación, con curaduría de Teresa Anchorena y coordinación de Cristina González Bordón.
En “Otra mirada” se exhiben trabajos de fotógrafos de todo el país, y la selección pone el acento sobre el paisaje y la vida cotidiana. Julio Aguirre, de Tierra del Fuego, documenta la esquila de ovejas. Luis Alberto Gurdiel, de San Luis, retrata el paisaje y coloca al hombre inscripto en ese marco, mientras que Javier Garces, también puntano, elige mostrar entornos típicos en los que se destacan precarias pizarras con mensajes ortográficamente también precarios aunque ingeniosos (“Sr. ladrón no aga daño”).
El cordobés Hugo Aveta –cuya obra también forma parte de la muestra de fotógrafos de esa provincia que se exhibe en las salas 1 y 2 del mismo Centro, con curaduría de Elda Harrington y Alejandro Montes de Oca– sale del clima general para proponer menos costumbrismo y más imaginación. Lo mismo sucede con las fotografías del chubutense Eduardo G. Taboas, quien, al mismo tiempo que recupera imágenes y ritos locales, se remonta a los inicios de la experimentación fotográfica a través de sobreimpresiones que, entre el juego de laboratorio y la feliz casualidad, por momentos se presentan inquietantes.
El mendocino Cayetano Arcidiácono muestra muy buenas composiciones fotográficas que rescatan el paisaje con perspectivas que equilibran forma y luminosidad.
Guillermo García (La Rioja) se centra en escenas que reúnen la religiosidad y lo popular a través de una búsqueda artificiosa y muy elaborada.
La perspectiva existencial y metafísica del paisaje es aportada entre otros por Andriana Opacak, de Santa Cruz, que elige un panorama desolado y sugestivo en “La caza del viento”. Así como en otra toma (“Primer momento”) se vuelca hacia la autorreferencialidad: lo que se ve es una cámara apoyada en el suelo que a su vez enfoca un paisaje cordillerano.
Otra de las muestras destacables es “Descubrimientos 2000”, curada por Juan Travnik. Más allá del título un poco pomposo, allí se reúne la obra de Santiago Porter (con su excelente serie sobre la AMIA, por la que obtuvo la beca Guggenheim); Eduardo Saperas, Carlos Furman y Florencia Blanco, estos últimos, más convencionales.
Entre las exhibiciones internacionales se pueden ver allí las de Gerardo Suter (un argentino que reside hace años en México), Peter Merts (EE.UU.), Frank Rodick (Canadá) y la muestra colectiva “Motifs” (Francia). En el caso de Suter, se trata de grandes fotografías, técnicamente impecables, que trabajan sobre la fragmentación corporal en relación conel desarrollo tecnológico. Cabezas, caras, manos, pies, piel. En algunas de las fotos se sobreimprime algún gráfico (donde se indican, por ejemplo, secciones de la cabeza o electrocardiogramas). La pureza de la imagen muestra carnalidad y al mismo tiempo el tratamiento genera contrastantes veladuras, de modo que hay una relación ambigua entre la fuerte presencia y el nítido borramiento de los cuerpos, entre zonas vivaces y zonas muertas. Asimismo, las tomas de imagen perfecta se complementan con otras donde el fotógrafo muestra el pixelado de un ojo, de un labio.
Suter también presenta un video. Allí se ve una cara joven masculina con los ojos cerrados (o abiertos por breves intervalos) que es barrida lentamente por una barra transversal, opaca. La exacerbación del juego básico de la fotografía entre luz y sombra está muy bien trabajado por Suter.
El norteamericano Peter Merts propone una larga serie de extraños paisajes aislados como metáfora de la “Soledad”, título explícito de la muestra. Elementos construidos o fabricados, perdidos o abandonados en el paisaje, dan cuenta del tema con una calidad que, a pesar de la obviedad del planteo, hace salir airoso al artista. Merts coloca un frase de Thomas Mann como desencadenante temático: “En nosotros, la soledad da origen a lo primigenio, a la belleza desconocida y peligrosa”.
La exposición del canadiense Frank Rodick es simple y obsesiva: fotografías de ciudades, movidas, en blanco y negro. Pero esa simpleza y esa obsesión son llevadas al extremo, transformándose en un procedimiento tan metódico como contundente. El fotógrafo de Toronto recorre el mundo y registra la vida urbana, callejera, en tomas que lucen como casuales. El movimiento deforma las imágenes de modo que hay algo que se ve, pero también hay algo que se intuye. La cantidad de fotos es en parte lo que vuelve consistente al conjunto y lo sostiene. La muestra lleva el título “Liquid City” y el mismo procedimiento iguala en cierto modo toda referencia de lo urbano como una categoría donde lo individual y lo social, las muchedumbres y las personas, se funden en masas relativamente informes y acuosas. Sobre la personalidad de las ciudades se imponen la subjetividad y la mirada personal.
El método del movimiento continuo fuerza el ojo del que mira hacia distintas zonas de cada foto, generando espacios de tensión y eso vuelve formalmente rica la simpleza del planteo. Si por una parte la secuencia de fotos permite discernir visualmente ciertas condiciones de funcionamiento económico y social, y determinado grado de crecimiento, riqueza o pobreza, el desarrollo o subdesarrollo urbano pasa a ser un continuo que borra parejamente los lazos sociales, transformándolos en amontonamientos o abandonos pesadillescos.
Por su parte, la muestra colectiva “Motifs” es la que aporta la mayor dosis de colorido y artificio. Se trata de una exposición que pone el acento en los parámetros estéticos de la publicidad y el diseño, de modo que, a través de una muy buena producción, todo está fuertemente dirigido al impacto y el efecto.
(En el Centro Cultural Recoleta, Junín 1930)

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