Domingo, 13 de febrero de 2011 | Hoy
OPINION
Como todos los años, el gobierno francés dio a conocer la lista de personalidades y hechos culturales que celebrarán a lo largo del año. Pero cuando se supo que el nombre de Louis-Ferdinand Céline estaba en la lista, la reacción fue inmediata: Serge Klarsfeld, figura fundamental en el antinazismo francés, expresó su indignación en nombre de la Asociación de Hijos de los Judíos Deportados desde Francia. Dos días después, el ministro de Cultura, Frédéric Mitterrand, eliminaba a Céline de la lista. Pero eso desató un debate intelectual de los que sólo Francia es capaz: Philippe Sollers acusó “censura”, Frédéric Vitoux (de la Academia Francesa) habló de “stalinismo” y Bernard-Henri Lévy dijo que se debía recordar a “un gran autor que era un completo bastardo”. Acá, la polémica, los panfletos antisemitas de Céline, su lugar en la literatura y las repercusiones alrededor de una sola pregunta: ¿conmemorar o no a quien es considerado, junto a Proust, el mejor escritor francés del siglo XX?
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