Durante el paro de las patronales del campo, el año pasado, se vivieron numerosos hechos de violencia, no sólo en los cortes de ruta, sino también en las ciudades y pueblos de varias provincias, contra personas que manifestaban públicamente su oposición a la metodología o razones que esgrimían quienes llevaban adelante las medidas de fuerza. Los grandes medios de comunicación informaron parcialmente sobre estos hechos, minimizando algunos y ocultando otros, y por el lado del gobierno nacional no informando adecuadamente de esta situación al conjunto de la sociedad argentina. La sensación que se tiene desde el interior del país es que muchos productores actuaron y actúan con una total impunidad y que la gran mayoría de la dirigencia agropecuaria los justifica, los alienta o mira para otro lado. En el interior del país se quebró, en muchos lugares, la cadena de pagos y todavía hoy se escucha a periodistas y organizaciones rurales decir que la culpa de ello es de “la Presidenta” y no del salvaje corte de ruta que ellos impulsaron. La perversidad de este concepto, como de muchos otros simbolismos, muestra adecuadamente la concepción ideológica de una gran parte de la dirigencia que impulsó aquellas medidas. Frente a esta realidad, aparece un Gobierno que no reprimió la protesta social, y luego de cuatro meses –por primera vez en la historia argentina– no se contabilizan muertos por parte de la represión del aparato del Estado. No hay que minimizar lo que ocurrió en Laguna Paiva con el diputado Agustín Rossi ni bajarle el perfil mediático. Hay sectores que –más allá de las equivocaciones y de las políticas correctas del Gobierno– discutirán siempre el rol del Estado, la distribución de la riqueza y, por sobre todo, el hecho de anteponer su propio interés económico a los mecanismos constitucionales. De allí lo de cerrar el Congreso si no vota lo que ellos pretenden, lo de desgastar al Gobierno, lo de justificar la violencia, lo de los carteles insultando la investidura presidencial. El año 2008 fue, en décadas, el escenario donde los medios de comunicación expresaron más claramente su poder, variedad, convocatoria, valores, contravalores e intereses. Hay que tomar nota de esa experiencia y aprender de los errores. El 2009 recién comienza.
Carlos Borgna
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