Supongamos por un momento que uno se creyera a pie juntillas todo el discurso que baja implacablemente de los medios que se proclaman independientes, pero que percibe mucho más como serviles voceros de los dueños de la tierra y del país. Supongamos también que, a pesar de lo que le indica su sentido común y su memoria y para no sentirse un desprevenido que marcha en sentido contrario al de las multitudes, que aunque no las vea ni las sienta, le anuncian que van a hacer tronar el escarmiento en las próximas elecciones, decida sumarse mansamente a ellas. Supongamos, además, que los desaciertos gubernamentales que supuestamente las convocan, comparados con los de anteriores gobiernos democráticos, le sigan pareciendo mucho más leves que la hiperinflación, las relaciones carnales, la desaforada entrega del patrimonio público y la fuga en helicóptero tras un tendal de muertos, pero que aun así, se esté inclinando a votar por la oposición, aunque no alcance a descubrir en ésta agrupación alguna con la estructura necesaria para gobernar ni mucho menos político, del género que fuere, que venga mereciendo su voto ni que haya mostrado, con actos que hayan trascendido sus meras y apocalípticas palabras, la estatura para hacerlo.

Supongamos que no le caen bien los traidores ni los advenedizos, los patrones de estancia, los demás representantes patronales, los corruptos, ni los integrantes pasados o presentes de partidos reiteradamente fracasados. Concedamos que igualmente conoce políticos probos cuya trayectoria respeta y aplaude, pero que lamentablemente, por las razones que fuere, no parece que vayan a salir, por ahora, de sus sedes naturales. Supuesto y concedido todo esto, verá, presumo yo, que al final del discurso dominante no nos espera otra cosa que el espanto, que seguramente hemos de merecer por haber perdido en el camino la memoria y la capacidad de discernir, democráticamente, por nosotros mismos.

Francisco Jorge Martínez Pería

Abogado LE 7.737.709