Hace tiempo que la denominada “pirámide salarial docente” presenta en la ciudad de Buenos Aires una situación particular.
Como fruto de una justa iniciativa que benefició el salario de los denominados “cargos de base”, se generó involuntariamente una situación perjudicial para el acceso al desempeño de los cargos directivos.
La medida trajo como consecuencia que en la actualidad a un docente le convenga más tomar el máximo de horas de clase posible que postularse para un cargo de director, ya que de esa forma puede obtener una mayor remuneración, sin hacerse cargo de la responsabilidad que implica estar al frente de toda una institución educativa.
No se previó que la medida terminaría atentando contra la carrera docente y la calidad educativa, ya que quienes tienen mayor antigüedad, experiencia en la docencia y que presumiblemente podrían de-sempeñarse como directores con buena performance, prefieren eludir tal responsabilidad y dedicarse al dictado de 70 horas cátedra.
Así, los cargos de conducción son asumidos por quienes menos historia tienen en el sistema educativo, lo que en no pocas ocasiones suele impactar negativamente en el funcionamiento de la escuela.
Por otra parte, si de calidad se trata, ¿quién puede garantizar que el dictado de setenta horas semanales se realice en condiciones de enseñanza y aprendizaje normales? Toda una incongruencia que es preciso resolver.
Raúl Moroni
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