Cuando no te aceptan aquellos que mejor te conocen, no eres ni bueno ni malo, sólo ocurre que ya no eres quien tú creías ser, eres otro. Esto es a propósito de Vargas Llosa. Comprendo su dolor. Haber perdido las elecciones con un personaje tan deleznable como Fujimori indigna a cualquier ser bien nacido.
Pero presentir que, si ese personaje deplorable sale de la cárcel y vuelven a competir mano a mano, probablemente se repita el triunfo, indigna aún más. Para esto no hay consuelo. No hay duda de que Fujimori representa casi todas las cosas despreciables de la política. Pero ¿”a que tanto peor” se puede estar representando, para perder ante Fujimori? Desearía que la discusión se planteara en esos términos ideológicos y no sobre la calidad de ambos individuos porque, si así fuera, el desconsuelo sería universal, donde me incluyo. Al traspolar la personalidad de Fujimori a todo gobernante que no comparta su ideología, Vargas Llosa cae en un simplismo ideológico. Cuando un sentimiento doloroso no se metaboliza, se transforma en resentimiento. En todos lares hay políticos que no reconocen su derrota, derramando vergüenza inesperada sobre la frustración de sus votantes. Fujimori volvió a su tierra, el Perú, aun sabiendo que sus horrendos actos previos lo llevarían a la cárcel.
Vargas Llosa no ha cometido ningún delito, pero su dolor es tan fuerte que no le permite vivir libremente en el Perú. Cuando él descalifica al pueblo argentino, siento que es un reproche sin fin a su amado pueblo peruano.
Ricardo A. Tubío
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