(Texto enviado por una alumna de 1º año del colegio al que concurrían los nueve estudiantes muertos en el accidente de Santa Fe.)
Una madrugada en la que todo pasó,
un esplendor, un ruido y se terminó.
Lágrimas corriendo por ríos rojos de dolor
pidiéndole ayuda hasta a Dios.
Pero él no los escuchó.
Y por dar amor la vida les sacó.
Entre sirenas y sábanas blancas,
a algunos
una segunda oportunidad les dio,
salvándoles la vida
a medias,
porque una parte de ellos
se perdió,
con sus compañeros que ya no están.
Una noche de desesperación
y un amanecer de dolor,
madres y chicos
uniendo sus almas en un abrazo desgarrador.
Más tarde apareció el peor temor
las listas, que trayendo o llevándose
el más profundo dolor, con solo leerlas
daban y sacaban la poca esperanza
que en cuerpo tan jóvenes quedaban.
Y ahora cómo se sigue sin los que ya no están.
Cómo se vive en un colegio fantasma.
Rodeado de almas.
Este colegio va a ser su santuario
donde los vamos a llorar y recordar.
No se los olvida.
Por ustedes lloramos
pero seguimos luchando.
Para que su esencia no desaparezca.
Siempre los vamos a recordar
y siempre estarán en nuestras almas y corazones.
Nos dejaron mil emociones y enseñanzas en este mundo
también recordaremos
lo injusto que el destino es.
Cuán cerca está la vida de la muerte.
Y el recuerdo del olvido.
Nadie es inmortal.
Pero los chicos de Ecos lo son.
Quedan inmortalizados,
para siempre
en nuestra memoria.
Melisa Storino
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