Somos padres de alumnos que hace muchos años concurren al establecimiento educativo del CAI (Club Atlético Independiente). Hemos pagado durante años y años nuestras cuotas, cumplimos con reglamentaciones, colaboramos con la institución en todo lo que pudimos. Y, básicamente, elegimos este lugar para dar educación a nuestros hijos. Creemos que así como apoyamos y acompañamos siempre, también tenemos derecho a manifestar nuestra disconformidad. Hemos recibido la circular notificando los aranceles para el próximo año y cada uno de nosotros tiene sus razones para no haberla firmado: la nota es una hoja que no lleva la firma de nadie, la información que allí figura es incompleta, el aumento es excesivo, se repartió a los alumnos a menos de un mes de la finalización de las clases (el 17 de noviembre), etcétera.
Por tal razón, y como “castigo” a esta actitud de los padres, las autoridades de la institución no extendieron los recibos para el pago de la matrícula para el año próximo a aquellos alumnos cuyos padres no firmaron la circular. Esto no hace más que recordar a tiempos de nuestro país que es mejor olvidar. ¿Por qué no podemos expresar libremente nuestra opinión? Siempre cumplimos, apoyamos, acompañamos. Pero parece que no podemos disentir. La pregunta ahora es la siguiente, y se la hacemos a la dirección del colegio: ¿A ustedes les importan verdaderamente los chicos? Nuestros hijos ven que sus compañeros llevan el recibo en el cuaderno y ellos no. Y, como no se nos permite la entrada al colegio para pedir esto, debemos mandar el pedido por cuaderno de comunicaciones y exponer, sin querer, a nuestros hijos a volver a casa con las manos vacías. Los chicos tienen miedo a quedarse sin escuela. Y hacerle esto a un chico es aberrante. ¿Dónde queda la vocación docente de los directivos?, ¿se olvida cuando del bolsillo se trata? Después hacemos ferias de ciencias, kermeses, campamentos solidarios, pretendiendo que nos importa la infancia. Pero, lamentablemente, la escuela se transformó en una empresa donde pareciera que el único valor es el del dinero. Por suerte, cada uno de nosotros como papás –y a veces con dolor– estamos educando a nuestros hijos en la verdad y la honestidad, en la coherencia en el decir y el hacer. Estamos enseñando a nuestros hijos, que lamentablemente estas cosas pasan y son parte de la vida. Nunca quisiéramos, como padres, que hubieran tenido que pasar por esto para entender la otra cara de la moneda.
Pedimos una solución inmediata, que nos entreguen los recibos para el pago de matrículas y que se envíe una nueva, correcta y completa circular con los aranceles del próximo año.
María Rosa Goya - 17.128.783,
Marcela Copo - 18.254.949,
Adriana Salgado - 14.557.255,
siguen las firmas.
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