Corría 1966, asomando la dictadura de Onganía, un grupo de chicas egresaba como maestras normales nacionales en la escuela Vicente López y Planes, por entonces Normal de Señoritas N° 6. Guardapolvo blanco, cuello tipo clericman, para ocultar otros colores que no fueran blanco y azul marino, únicos permitidos. La palabra política no entraba dentro del vocabulario académico y pedagógico. Muchas de nosotras seguimos estudios en el ciclo terciario y algunas se comprometieron políticamente a partir de su actividad estudiantil y/o profesional. Pertenecemos a la generación que tuvo como respuesta la desaparición de 30.000 personas en la más sangrienta dictadura militar que soportó nuestro país: Graciela Beretta, abogada, es una de ellas. El pasado 23 de marzo, algunas de sus compañeras de promoción la recordamos descubriendo una placa en la escuela como repudio a su desaparición y a la de miles de argentinos. Lejos estábamos de suponer que la rectora del establecimiento, profesora Susana Ueltzen, había negado horas antes al Centro de Estudiantes la posibilidad de invitar a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, aduciendo que “...son violentas, y siempre andan vociferando y tienen un lenguaje inadecuado...”. Sería importante que la rectora recordara el origen de la agrupación Madres: obligadas a caminar alrededor de la Pirámide a riesgo de ser detenidas por las fuerzas de seguridad de la dictadura por transgredir el decreto que prohibía las reuniones en lugares públicos. Ellas sólo querían saber por sus familiares; si “...vociferaban....” lo hacían pidiendo ser atendidas por las autoridades pertinentes que nunca les dieron respuesta alguna. La actitud de la rectora es uno de tantos ejemplos que evidencian cómo perdura el doble discurso en la educación y en la sociedad; algo que deberíamos evitar si queremos construir una sociedad pluralista y democrática. Quienes como la rectora del caso piensan que la escuela debe ser “políticamente neutra” no imaginan siquiera que la política incluye el debate de las ideas, nunca su imposición. Graciela Beretta desapareció por su militancia política, concurrimos a ese acto para recodarla e intentar que no se olvide lo que sucedió. Y la placa estará allí, más allá de que a la señora rectora le resulte “inadecuado” hablar de política en la escuela.
Patricia Averbuj, DNI 5.941.116
Sara Inés Gutkowski, DNI 6.207.286
Irene Nepomnaschy, DNI 6.035.733
Graciela Clotilde Riquelme, DNI 5.952.364
Liliana Grassi
María Silvina Penacca, DNI 5.734.284
Alicia Marta Dellepiane, DNI 6.272.121
María Cristina San Román, DNI 6.199.470
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