La aparición con vida de las dos adolescentes que habían desaparecido es indudablemente una buena noticia, pero insuficiente para quienes creemos que las personas tienen derecho a la vida y que la vida tiene derecho a la felicidad. La información policial consignó que ambas se habían ido “voluntariamente” de sus hogares y que se negaban a regresar. Según el mismo parte policial, una de ellas fue “entregada” a sus padres a la medianoche y la otra luego de que durante tres horas una psicóloga “lograra” convencerla de que lo hiciera. Para la trama policial y para gran parte de la sociedad, la historia termina ahí, con la casa en orden. Quienes tenemos algún tipo de trabajo con niñez y adolescencia sabemos que en general detrás de estas “travesuras”, como la denominó cierta prensa y algunos colegas y familiares, pueden esconderse situaciones de diversa gravedad y que alguien debería indagar. Para la policía el final fue feliz porque, como aventuraron en el momento de la denuncia, seguramente se trataría de una fuga. Claro que habilitadas por leyes, usos y costumbres, estas instituciones suelen esperar un tiempo “prudencial” antes de dar la alarma, tiempo en que en los casos de secuestro para trata y prostitución son determinantes para el futuro de la víctima. Desde el arco de desapariciones que va desde Julio López hasta estas niñas, siempre se supuso por un tiempo fuga voluntaria. En esta situación, que se supone resuelta, ha habido un mensaje de las niñas en varios sentidos. De la índole que fuere, han denunciado a los gritos una crisis. Esto ocurre todos los días en toda nuestra geografía. ¿Habrá alguien con autoridad que pueda escuchar qué se esconde a veces detrás de un final feliz?
Jorge Garaventa
DNI 10.160.097
¿Te enteraste por los medios del accidente del lunes a las 2.30 pm en el barrio de Floresta? ¿Viste la camioneta blanca incrustada en la esquina de Alberdi y White, dentro del local, abrazando una columna? ¿Escuchaste que la camioneta arrolló a una persona mayor? Eso que para vos fue una triste noticia de todos los días, para nosotros fue una tragedia. Nuestra abuela era un sol, un ejemplo, la sencillez, un apoyo, era familia, consuelo y, sobre todo, el mensaje de que ser feliz es una obligación. Para todos los que la conocían era admiración, un testimonio de fe, una compañía y mucho más que mil palabras llenas de sentido. En vida dio todo por los demás, ahora necesita un poco de tu solidaridad. Si viste algo, podés aportar datos, sabés de algún testigo o testimonio, podés comunicarte al 15-5164-2404 o al mail ayude [email protected]
Pablo Enrique Santostefano
DNI 23.508.606
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