¿Por qué será que para hablar de los niños como lectores pensamos inmediatamente en la biblioteca y en la enseñanza de la lectura?
Indudablemente porque resulta obligatorio reconocer a la escuela como el espacio en el que los niños se forman como lectores. Sí, la escuela tiene la responsabilidad de enseñar a leer (enseñar el mecanismo de la lectura). Pero la formación del hábito lector no se encuentra en la escuela sino en el hogar (siempre que estos actores asuman tal acto). Esto se vuelve confuso y complicado abarcando un amplio abanico de posibilidades: si la familia acepta el compromiso conscientemente, contando con una buena cantidad de libros suficientes de distintos géneros, y con la costumbre de los padres de leer, seguramente habrá un hábito lector aceptable. En contrapartida, descontando la posibilidad de libros y sin costumbre de leer, al niño le será muy difícil fomentar una cultura lectora.
Pero aquí no termina la situación problemática, sino que continúa otra cuestión interna en la escuela. Las bibliotecas escolares supuestamente tienen el aval del Ministerio de Educación de la provincia para su creación y fomento. Se crean cargos de bibliotecarios según las posibilidades económicas y políticas del momento. Pero del presupuesto, mantenimiento, actualización y jeraquización como seguridad del patrimonio apenas hay artículos breves y de vieja data.
Si avanzamos en la cuestión educativa observamos cierto olvido en la Nueva Ley de Educación. Se destaca la palabra “equipar” las bibliotecas, pero “equipar” no es lo mismo que “mejorar” o “actualizar” ni mucho menos “valorizar”, sino que abarca un aspecto material que si bien es algo positivo para el patrimonio escolar dista de serlo para la biblioteca.
La biblioteca escolar necesita de otros aspectos a considerar. Su función es coparticipativa con la escuela. Colabora, apoya, acompaña, orienta, comunica, informa, y divulga ciertos conocimientos (información) relacionados con su entorno inmediato.
¿No creen que es momento de actuar en pos de las bibliotecas escolares dándoles no sólo el espacio físico sino el espacio intelectual, coeducativo, cocultural, comunitario que merece? No importa su tamaño ni su ámbito socioeducativo. Lo que vale es darle presencia y acción en las tareas afines no impuestas por la costumbre o tradición. Si respetamos las competencias de nuestros niños podemos respetar las competencias de los bibliotecarios.
Ana María Córdoba
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