Desde siempre, el continente europeo de monarquías y genocidas ha instalado en el mundo su poder –nunca oculto–, su ambición económica ilimitada. Sin embargo, América toda, del norte al sur, con una historia de 500 años de sangre y un presente común, no supo ni sabe cómo enfrentar a este enemigo cruel que ha sido y sigue siendo devastador. Nos invadieron con sus mercenarios una y otra vez, nos dividieron, jugaron y siguen jugando con nosotros, nos enfrentan –saben cómo hacerlo–. América lo tiene todo, países soberanos que de reflexionar, entender y aceptar que unidos pueden con este enemigo, finalmente lograrían una patria grande. Como dijo San Martín, “La Patria es América”. Pero, hoy más que nunca, toda, del norte al sur.

Los reclamos empezaron antes de que se pusiera el primer ladrillo. Se hicieron escuchar en grandes y pequeñas ciudades uruguayas, chilenas y argentinas. En embajadas, actos presidenciales y puentes internacionales. Fueron por la vía judicial, por la vía diplomática y por todos los otros medios: ríos, rutas, plazas y calles, de las formas más creativas. Son vecinos organizados hace cuatro años reclamando ser escuchados, exigiendo que no trasladen a su región la contaminación ajena, afectando así su modelo de desarrollo y su salud. ¿Cuál será la realidad de esta empresa como para hacer oídos sordos a tan sonoros reclamos? ¿El hecho de que tiene tanto en juego que desobedeció en 2006 la orden del presidente uruguayo de detener las obras por noventa días? ¿O que el precio de la pasta de celulosa en el mercado internacional subió casi un 50 por ciento en los últimos dos años? Hoy Botnia funciona y humea dólares, mientras Gualeguaychú transpira fortaleza y se hace un ejemplo para el pueblo argentino.