Recuerdos

Soy el primo de Graciela Noemí Rago, psicóloga desaparecida en enero del ’78. Ella fue como mi madre y quisiera hacerles llegar algo que escribí para recordarla.

Era el año 1970, de la mano de mi prima mayor subí al último coche. Eran dos filas y no me gustaba la idea de ir en la primera, el miedo seguramente sería mayor pero la ansiedad y la inquietud por comenzar el viaje superaban cualquier espera. Subimos y acomodó el barral que nos sujetaría, pero lo más seguro era su mano que pasó detrás de mi hombro. Entre risas nerviosas el tren fantasma comenzó a moverse.

Nos miramos, sus ojos marrones eran tan dulces como para borrar la angustia de lo que vendría. Los gritos comenzaron antes de tiempo y las viejas puertas metálicas se abrieron, avanzamos y la oscuridad fue total.

El viaje duró 8 años, mi prima nunca salió del tren, desapareció en 1978.

Los abuelos maternos vinieron del Líbano en 1905 con muchos sueños, hicieron trece hijos que no llegaron a poblar el sur. Juventud Peronista jamás, solo peones, comerciantes y maestros.

Ancestros escapados de un continente con pesadillas de guerra y pobreza en busca del sueño americano, jamás soñaron amar la melancólica Patagonia pero finalmente se contagiaron. Alguno de sus hijos se fue con gloria de este mundo, dejando muchas novias y ningún hijo, otros se quedaron solos con las fotos de sus hijos. Y nacieron los hijos de los hijos. Yo también.

Todos los domingos en familia era divertido y en las vacaciones compartíamos las siestas con las decenas de primos. Las quintas, las gallinas y algún primo más grande y malhumorado que nos perseguía cuando soltábamos algún pollo adentro de la casa o quemábamos el pastizal del fondo y el fuego parecía descontrolarse al punto de incendiar todo el pueblo.

De mis primos más grandes recuerdo a Graciela. Siempre me fascinó con su cabello largo y castaño, manos de pianista, ojos seductores. El tiempo se detuvo para todos en aquel verano del ’78.

Pablo Anderi
D.N.I. Nº 14.363.576