CULTURA DIGITAL › LA GUERRA DE APPLE POR LAS PATENTES
La vanguardia de Steve Jobs se sostuvo por sus geniales inventos y un poderoso mecanismo de defensa de sus patentes. El creador del iPhone estuvo obsesionado con ellas durante toda su vida. Detrás de cada creación, Apple tiene un ejército de abogados que defiende cada pequeña idea en cualquier rincón del planeta.
› Por Mariano Blejman
Desde la muerte del creador de Apple, Steve Jobs, buena parte del mundo tecnológico no ha hecho más que llorarlo. Este gurú carismático para millones de personas deja una marea de desconcierto. ¿Hacia dónde seguir ahora que Jobs no está? ¿Quién iluminará nuestros deseos? Es fácil reconocer el lado “bueno” de Jobs como genio y como la figura más influyente de este siglo que empieza, sobre todo cuando éste acaba de perecer. Sus creaciones más emblemáticas configuraron el actual modo en que las personas se comunican y sus invenciones registradas a futuro seguirán haciéndolo por unos años. Inventó la computadora personal a mediados de los ’70, la Macintosh en 1984 y las iMac que reconfiguraron el concepto de computadoras personales a fines de los ’90, los iPods redefinieron el negocio de la música, los iPhone fueron la revolución móvil inteligente hace apenas cuatro años y el iPad es el artefacto del futuro que ya llegó... ¡hace dos años! Pero la genialidad no se convierte en imperio a menos que alguien defienda su negocio. El rol preponderante y de vanguardia de Apple se sostiene con un poderosísimo y por momentos absurdo sistema de patentes sobre el cual Jobs estuvo obsesionado durante toda su vida. Detrás de cada uno de sus inventos, Apple desplegó un ejército de abogados que fueron al frente por una batalla por el standard. Steve Jobs fue un iluminado no sólo por sus invenciones sino porque creó con cada uno de sus objetos modelos de negocios que invitaban a la dependencia: aquellos que ingresan en el mundo Apple, difícilmente puedan salir de allí.
En su obsesión por defender sus inventos, Steve Jobs patentó 313 ideas, lo cual lo convierte en el director de una empresa tecnológica con más registros de la historia. Sólo basta compararlo con Bill Gates, el creador de Microsoft Windows, quien tiene apenas nueve patentes en su haber, o la docena registrada por Larry Page y Sergey Brin, los creadores de Google. Jobs tenía una especial obsesión por el diseño concebido como un aspecto utilitario: no sólo patentó productos tecnológicos sino las escaleras que se usan en sus Apple Stores, esos negocios especialmente diseñados para comprar productos Apple. También patentó las cuerdas de seguridad para auriculares del iPod, adaptadores blancos, broches de plástico que juntan los cables, monitores, mouses, teclados, reproductores multimedia y una larga lista de etcéteras. Jobs estaba tan obsesionado por el diseño, en cada rincón de la compañía, que muchos se preguntan si su “manera de pensar diferente” seguirá estando en Apple después de su partida. Unas doscientas de esas ideas estaban compartidas con Johnny Ive, el jefe de diseño de Apple, lo cual muestra hasta dónde Jobs se metía en el trabajo de una empresa con cincuenta mil empleados. Buena parte de su obsesión por el control total de sus productos se convirtió –Apple desarrollaba y diseñaba desde arriba hasta abajo toda la cadena de producción– tal vez en su principal karma.
“Steve Jobs parece ser la persona más exitosa, pero la menos feliz de Silicon Valley”, escribió en su blog el empresario argentino Martín Varsavsky, quien conoció a Jobs tratando de negociar un acuerdo con Fon, una interesante plataforma de wifi distribuida. “Me pareció una persona de una agresividad innecesaria, con capacidad para el maltrato, arrogante, que negocia de una manera intransigente como si no tuviera la mitad del éxito que tiene. O consigue hacer un acuerdo como él quiere, o no lo hace. Cuando debate, exagera; trata de argumentar sus puntos con cualquier comentario sin que realmente estén apoyados en hechos. Steve Jobs es un genio del diseño y de la comunicación hasta el punto de que yo mismo creía que conocerle iba a ser espectacular. Pero fue lo contrario. Terminé discutiendo con él durante 90 minutos y de una manera incómoda. En Fon hicimos acuerdos con Skype, eBay, Google, BT, Softbank y muchas otras empresas sin ningún problema, y nos llevamos bien con todos, pero con Apple no llegamos a ningún lado. Steve Jobs abrió la discusión con un ‘nos gusta Fon, pero vamos a hacer Fon sin Fon’, y de ahí en adelante todo fue difícil. Parecía que le molestaba que Fon no había sido su idea, como si no fuera suficiente su genialidad en todo lo demás.”
Tal vez el primer litigio que tuvo en su iniciática carrera configuró el resto de sus días. La pelea viene desde el inicio del concepto de computadora personal en 1976. Originalmente, Apple había accedido a darle a Bill Gates parte de su interfaz gráfica para la primera versión de Windows 1.0. Cuando Microsoft decidió copiar la posibilidad de usar ventanas superpuestas en su entorno gráfico para la versión 2.0, Apple comenzó la guerra contra Microsoft que duraría lo que fue la ida y la vuelta de Jobs a la compañía. Entre 1988 y 1994 (años en los que Jobs fue despedido de Apple y creó Pixar) transcurrió el juicio que terminó dándole la razón a Microsoft, ya que la Justicia determinó que “Apple no podía tener una protección de patente por una idea de interfaz gráfica o por la metáfora del escritorio”. En definitiva, en esos años, el sistema operativo Windows se convirtió en el más usado del planeta y en sinónimo de computadora personal, hasta nuestros días. Apple comenzó tres años de declive que se recuperaron recién cuando Jobs volvió a la compañía, hizo un acuerdo directo con Microsoft para convertir al Internet Explorer en el navegador por defecto en contra de Netscape y Microsoft decidió desarrollar el Office para Apple durante cinco años. Microsoft compró acciones de Apple por 150 millones de dólares y entraron en un acuerdo por el uso de patentes.
Cuando en 2005 se anunció que Apple estaba perdiendo su lucha contra Microsoft por una patente relacionada al iPod, tal vez pocos imaginaban que se venía una guerra con un final incierto y actores cada vez más globales. Apple quería patentar algo tan simple como una lista de temas en una librería digital de música: el problema es que esa idea había sido patentada por Microsoft, y la demanda dio lugar a que Apple tuviese que renegociar nuevos precios de licencias por el uso de esa función para sus iPods. Se estaban conformando en el Silicon Valley equipos de abogados capaces de encarar una guerra planetaria por el uso de las ideas. La pelea no era sólo por la venta de objetos físicos sino por las fastuosas ganancias que estaba dándole al negocio de la música el producto asociado al iPod, la plataforma de música llamada iTunes: en esos dos años, el servicio había vendido 500 millones de canciones y en Japón acababa de vender un millón de canciones en apenas cuatro días.
Cuando en 2007 Steve Jobs mostró ante el mundo el iPhone, dijo que ese día ocurrirían tres revoluciones distintas. Jobs tenía razón: el iPod touch (pantalla táctil), el teléfono inteligente y un “conector” a Internet estaban en el mismo aparato. Apenas mostró cómo funcionaba la tecnología multitouch (tocar con uno o varios dedos al mismo tiempo la pantalla para interactuar), les dijo a los embelesados asistentes: “Muchachos, lo hemos patentado”. Jobs sabía lo que se venía y estaba dispuesto a dar batalla desde el primer día. Software cerrado, hardware cerrado, público adicto e inventos patentados. Esta vez no había con qué darle, pensó. Pero entonces vendría Google a lanzar Android, el sistema operativo para celulares que hoy, cuatro años después, es el más usado del mundo.
Desde hace cuatro años, Apple acusa a una serie de fabricantes de teléfonos inteligentes de infringir las patentes del iPhone y más tarde del iPad, el otro invento paradigmático de Jobs. La pelea es global y sin cuartel, y llega hasta recónditos confines de la invención humana, jamás imaginados, como veremos más adelante. Samsung, la empresa surcoreana –que también es proveedora de chips de Apple– es acusada de infringir patentes con sus teléfonos y tabletas, ambos con el sistema operativo Android de Google. Las similitudes son asombrosas en muchos casos, pero, ¿son todas patentables? La mayoría de las disputas está relacionada con el diseño, los bordes negros, el dibujo de los iconos y el diseño del envoltorio: “Tenemos que proteger a Apple cuando las compañías roban nuestras ideas”, dijo un funcionario cuando inició el juicio. Las demandas son planetarias: en Estados Unidos, Alemania, Australia, Italia y Francia hay juicios abiertos por problemas de propiedad intelectual. Y los límites del diseño ya distan de ser cuestiones de sentido común. Entre los argumentos contra Samsung están que sus productos pueden hacer zoom en objetos, hacer scrolling y seleccionarlos, como así también el uso del color negro en su fondo. Entre las delirantes apreciaciones, la argumentación de Samsung fue todavía más lejos: argumentó que el iPad había sido inventado por Stanley Kubrick en el film 2001: Odisea en el espacio, creado en 1968.
Según explicó Chris Carani, jefa de la American Bar Association’s Industrial Designs Committee a un medio especializado estadounidense, este caso pondrá a prueba el sistema de patentes globalmente. El diseño es el gran fuerte de Apple a nivel mundial probablemente desde su invención del mouse, y la empresa tiene la fuerza para detener globalmente los lanzamientos de competidores, como ya sucedió en Australia y en Europa con la Galaxy Tab, cuya distribución quedó detenida por un recurso judicial. Apple aceleró el registro de patentes de diseño en la última década: de 10 en 2001, 64 en 2008 hasta 154 en 2011. Por su parte, en Holanda, Samsung denunció que Apple estaba infringiendo sus patentes sobre tecnología 3G. En caso de que la Justicia holandesa le dé la razón a Samsung, los usuarios del iPhone en ese país no podrían conectarse a Internet a través de esa tecnología. Lo que se presume es que esta guerra global terminará en un acuerdo.
HTC, otro de los grandes fabricantes de celulares, está en la pelea, y es apoyado por Google, el verdadero enemigo de Apple a nivel planetario. El objetivo de Apple es demostrar que buena parte del software de Android está copiado del iPhone y así lograr cobrarle una licencia por cada teléfono vendido por sus competidores que podría rondar los cinco dólares por aparato. Saque el lector la cuenta. Google compró hace unas semanas Motorola Mobility por 12.500 millones de dólares y entre los argumentos para su adquisición estaba el “portfolio” de patentes que éste tenía disponible. La semana pasada, Google transfirió a HTC una batería de patentes originales de Motorola para atacar a Apple. HTC asegura que Apple violó tres patentes suyas en computadoras Macintosh, iPods, iPhones y iPads, entre otros productos. Es evidente que los fabricantes de hardware son peones en un tablero de ajedrez que tiene detrás a Google, cuyo modelo de negocio es evidentemente diferente basado en la publicidad. Su sistema operativo Android es abierto, con licencia libre y esto ha permitido que decenas de fabricantes lo usen, haciéndolo número uno en el mundo. Motorola tiene 17 mil patentes y unas 7500 pendientes.
Google denunció una campaña de Microsoft, Apple y Rim (BlackBerry) contra Android. Durante este último año, las empresas han empezado a revalorizarse más por su cartera de patentes que por sus ingresos económicos. Un teléfono inteligente puede involucrar hasta 250 mil patentes, lo cual convierte a todas estas discusiones en diatribas absurdas sobre la evolución de la invención. Hasta Kodak volvió a resurgir por sus patentes en el mundo de la fotografía. ¿Querrá Apple patentar la foto 10 cm x 15 cm? “Están luchando contra nosotros a través de los juzgados en vez de evolucionar tecnológicamente”, dijo David Drummond, de Google. En honor a la verdad, Jobs ha hecho las dos cosas al mismo tiempo: innovar tecnológicamente mientras bloqueaba el camino. Finalmente, el asunto de las patentes ha sido usado como un arma para detener la innovación de la competencia, que pareciera no tener limite ni razón: será hora de ir patentando el reloj de arena, la rueda o la nube... Ah, parece que alguien llegó para patentar la nube primero.
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