Mié 09.04.2008

CIENCIA  › DIáLOGO CON RODOLFO BUZóN, DIRECTOR DEL INSTITUTO DE FILOLOGíA CLáSICA DE LA FACULTAD DE FILOSOFíA Y LETRAS

Identidad y memoria muy arcaicas

Casi sin fuerzas, el jinete hipotético se sumerge en el mundo de los héroes clásicos y se codea con Aquiles, Odiseo, Safo y Arquíloco y trata de averiguar algo... algo sobre cómo construían la subjetividad y la memoria.

› Por Leonardo Moledo

–Lo que yo le voy a preguntar es cuál es su tema de investigación.

–Pero primero me gustaría hacer algunas aclaraciones previas.

–Las que quiera.

–El campo de las humanidades suele tener mala prensa. Cuando se reparten subsidios, por ejemplo, siempre reciben muchísimo más las ciencias duras que las humanidades. Y todo eso depende de qué valor le demos a la cultura dentro de la sociedad. Yo creo que toda investigación dentro del campo de las humanidades nos ayuda a conocernos mejor y, en lo que hace a nuestra especialidad, nos permite vincularlo con nuestro pasado (la filosofía griega, el derecho romano o la lengua que hablamos actualmente, que no es otra cosa que una derivación del latín). Por otro lado, nosotros tenemos la tarea de comprender, explicar y restablecer la tradición literaria. En el caso de los autores clásicos, el restablecimiento de la tradición significa primero restablecer el texto. La filología se ocupa de todas las instancias del texto: su vinculación con el contexto histórico, la forma de la lengua, los estilos, los géneros, la métrica, para llegar finalmente a una interpretación del texto, que puede dar lugar a reflexiones sobre problemas modernos teniendo en cuenta cómo encaraban los antiguos esos mismos problemas. Para un futuro próximo tengo pensado seguir con el período romano y el período bizantino, porque eso se vincula con el proyecto UBAcyt que venimos llevando a cabo desde hace cuatro años sobre “Memoria e identidad”. Nosotros trabajamos esos tópicos en la época arcaica, en los líricos y en los epigramas.

–¿El período arcaico cuál es?

–Desde Homero hasta Píndaro o Arquíloco. Hasta el clasicismo.

–Desde el 800 al 500.

–Claro, hasta que llega la tragedia o la comedia. Está la famosa distinción entre poeta y yo lírico, que vendría a ser algo así como el narrador en la poesía. Todos sabemos que en un cuento, el narrador no tiene por qué coincidir con el autor. Pero en poesía eso es un poco más difícil, sobre todo porque muchas veces se ve al poema como una puesta en palabras de los sentimientos del poeta. Bueno, particularmente, para la edad arcaica, yo creo que esta distinción entre yo lírico y poeta no existía. Eran la misma cosa. Cuando empieza a surgir el yo, el yo que surge es el yo del poeta. El ejemplo más claro es el de Safo, cuando dice: “A los demás les gustan los ejércitos, las naves, las armadas, pero yo prefiero aquello que se ama”, haciendo hincapié en un yo que no es necesario poner (ni en griego ni en castellano, porque se puede recuperar la persona de la morfología del verbo). Frente a esa construcción de la identidad voluntaria, que se va detectando como un elemento que empieza a surgir en este período arcaico y que va a hacer eclosión en el período helenístico, tenemos el problema de los epigramas, donde también hay una identidad. El fundamento de un epigrama es dar a conocer una identidad y conservar la memoria del muerto. Pero salvo en casos excepcionales, el que construye la identidad del muerto es otro. Ahí, teniendo en cuenta el contexto, podemos sospechar la inclusión de identidades ajenas en la identidad del muerto. Es decir: aquel que se alaba a sí mismo en las palabras del muerto, por ejemplo. Ese es el campo en el que estamos trabajando ahora. Y para el nuevo período presentamos un proyecto sobre los nuevos hallazgos de papiros, vinculados con el tema de la elegía y del estudio de los géneros en la época griega, que es un tema muy discutido.

–¿Ustedes hablan de la construcción de la identidad en el período arcaico, entonces? Porque en el período clásico se percibe claramente que hay un poeta hablando... Nadie lo dudaría de Esquilo, o de Eurípides...

–Claro, lo que nosotros estudiamos es cómo nació eso. Homero, por ejemplo, tiene muy pocos elementos subjetivos. Pero todo comienza con la poesía lírica arcaica.

–Ahora... uno habla de la construcción de la subjetividad en poesía lírica que parece bastante cercana a la actual. O por lo menos, más cercana que la subjetividad de la Edad Media si es que tal cosa existía. Parecería que después esa subjetividad se perdió, y que hubo que volver a construirla desde Descartes, cuando vuelve a poner el yo en el centro del asunto. ¿Son parecidos esos dos procesos?

–No se lo puedo decir, porque no me he dedicado a investigar ese tema más allá de la antigüedad. De todos modos, yo creo que, aunque como usted dice, en el período medieval el yo desaparece bastante, sigue latente. Creo que la posterior construcción del yo no es ex-nihilo, sino que sigue una determinada progresión.

–Ahora, si uno piensa en la Odisea... ahí, Odiseo tiene la actitud de un héroe de novela moderna. Cuando él dice “átenme al mástil” dice “a mí”.

–Para mí eso en la Odisea lleva más a mostrar el famoso epíteto de Odiseo, el astuto.

–Pero él tiene una posibilidad de diferenciarse, ¿no?

–Sí, pero dentro de su rol de héroe.

–Y cuando Aquiles dice: “Yo no voy más a la batalla”, lo está decidiendo él. Es una cólera de héroe pero muy humana, por otro lado.

–El lado más humano de Aquiles está en relación con Patroclo, no con su pelea con Agamenón: esa es una disputa entre jefes, por lo que significa quitarle honra al quitarle el botín.

–Bueno, ahí se puede decir, entonces, que en ese mundo de guerreros la subjetividad no se manifestaba en el poema épico. Lo que yo me pregunto es qué pasaba en la calle. Porque una cosa es la cultura del honor y otra lo que pasaba todos los días en la calle, por ejemplo, de Troya. ¿Sabemos algo de eso?

–No, en general empezamos a tener mayor conciencia de las clases no altas a partir de inscripciones y, sobre todo, por los papiros, donde se han conservado muchas cartas de todas las clases sociales. Pero de todas maneras estamos limitados al Egipto grecorromano.

–¿Y ahí qué pasaba?

–Allí lo que se manifiesta más son sentimientos. Podemos ver actitudes realmente humanas, por ejemplo la carta de un hijo a su padre que se va de Alejandría sin llevarlo consigo. En cambio, le deja juguetes. El niño le escribe: “Si no vuelves a buscarme, no te quiero más”.

–Eso es bien parecido a lo que podría ocurrir hoy.

–Exactamente. Esa carta es más o menos del período Tolemaico.

–¿Qué latín hablaba la gente de la calle?

–Un latín que tenía una base común con el latín literario, pero también había palabras y construcciones distintas. Por ejemplo en los graffiti (había graffiti de todo tipo, desde citas de Virgilio hasta la burla de un hombre que le roba la novia a otro). Pero no era una diferencia tan fundamental como para que no hubiera comprensión.

–Bueno, ¿y cómo hacen ustedes para trabajar con esas cosas?

–Depende de qué tipo de testimonios usemos. Trabajamos con las publicaciones de los textos en colecciones tradicionales y con el apoyo de diccionarios etimológicos, históricos, libros de historia del arte y de lingüística. Por supuesto, a partir del texto en lengua original. Con los papiros e inscripciones sucede lo mismo: está aquel que se dedica al desciframiento y publicación y aquellos que parten de lo ya publicado.

–Usted empezó toda esta charla diciéndome que el estudio de todas estas cosas nos ayuda a entendernos a nosotros mismos. Aparte habló de memoria e identidad, que constituyen una problemática que está muy al aire en este momento. ¿Qué nos hacen comprender estas cosas? ¿Qué nos dicen de nuestros problemas de identidad sus problemas de identidad? ¿Qué mensaje nos mandan?

–Yo creo que lo más importante tiene que ver no con algo específico del momento actual sino con un mensaje más general y, yo diría, más profundo. Me refiero a la identidad no argentina sino occidental. Los griegos y los romanos están en la base de nuestra civilización, donde se plantearon ideas y valores fundamentales que durante siglos fueron contribuyendo a la construcción de una identidad determinada. Yo creo que lo más importante es que, en estos momentos en que hay tanto cambio, tanta modificación, conservemos la conciencia de un origen y de una evolución común. No para oponernos a otros pueblos, sino para salvaguardarnos a nosotros mismos y para saber quiénes somos.

–¿Y quiénes somos?

–Somos gente que reflexiona, gente que tiene respeto por el derecho (un derecho que a nosotros nos puede parecer injusto pero en su momento pretendió ser justo), somos gente que habla una lengua común, y somos descendientes espirituales de un concepto de virtud. Pero no de virtud en un sentido cotidiano, sino una virtud que significa lograr de cada cosa lo mejor. No en el sentido moral, sino en todo sentido. La areté de un caballo es ser un buen caballo, la de un profesor, ser un buen profesor.

–Bien. Ahora, usted me está diciendo que nosotros venimos de eso. Pero hay otras patas importantes: la pata judeo-cristiana, por ejemplo.

–De acuerdo, pero nosotros, sobre todo (ahora me refiero a Argentina) hemos incorporado un sistema de valores y de costumbres muy diferentes. Yo creo que hace 50 años la gente era mucho más consciente de una areté que lo que es ahora.

–¿Qué pasó?

–Lea los diarios de 50 años para acá, y los gobiernos que tuvimos de 50 años para acá. Siento que el respeto por el otro se ha perdido totalmente.

(Versión para móviles / versión de escritorio)

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS rss
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux