CIENCIA › DIáLOGO CON CAROLINA QUINTANA, HISTORIADORA
El jinete hipotético desembarca en Plaza Once, multicolor y sórdida, camina un par de cuadras, se interna en un edificio (que alguna vez sirvió como centro de salud escolar, o algo así), sube cinco pisos y retrocede seis mil años.
› Por Leonardo Moledo
–Acá, en la bajada, decía que me siento como si de repente hubiera retrocedido seis mil años, aunque escucho el ruido del tráfico... y sé que estoy en el año 2009... o por lo menos creo que lo sé... este asunto del tiempo es muy escurridizo... porque usted estudia el antiguo Egipto, ¿no?
–Sí, el grupo A de Nubia, una comunidad que vivió entre el 4000 y el 3000 a.C. en una zona que está al sur de Egipto, actualmente en el noroeste de Sudán.
–Bueno, ¿no le decía yo? Retrocedí seis mil años. Trato de imaginarme ese mundo, anterior a toda imagen que tenemos de Egipto. En el 4000 a. de C. todavía faltaban mil años para que se construyeran las pirámides.
–Un poco más...
–Y dígame... a ver... ¿qué es lo que busca en ese pasado remoto?
–Cuando empecé a trabajar, primero tenía que delimitar el período (dado que en historia antigua uno trabaja con una gran cantidad de siglos). Lo que vi es que sobre el período del grupo A había más preguntas que certezas. Los investigadores discutían mucho, pero nadie se ponía de acuerdo.
–Cuénteme qué cosas se discutían...
–La estructuración política, por ejemplo, la existencia o no de un Estado en ese momento. Para eso, estaríamos pensando alrededor del 3200.
–Lo que no veo es cómo se dilucida la existencia o no de un Estado a través de la arqueología.
–Esa ya es una cuestión más teórica, porque a fin de cuentas el registro arqueológico es el mismo para todos. Depende de cómo uno define el Estado si la evidencia coincide con esa definición o no. Yo tomo la idea de Weber de que el Estado se basa en el monopolio legítimo de la coerción. Lo que intento ver, entonces, es si efectivamente en el registro arqueológico hay evidencias de un uso de la fuerza de un grupo sobre otro.
–¿Pero cómo se ve eso a través de la evidencia arqueológica?
–Armas, por ejemplo. O iconografía. En Nubia hay dos cementerios con una gran cantidad de ajuares funerarios que tienen valores de lujo, masa de piedra, incensarios. Para esta época, en Egipto, hay que tener en cuenta que ya había pequeños estados.
–¿Muchos? ¿Cuántos?
–En el Alto Egipto, 3 eran los principales, y todos ellos tenían su propia iconografía: el halcón, el león, los bovinos. Lo que yo estoy tratando de observar es si el registro arqueológico de esos dos cementerios evidencia o no la existencia de una elite que justifica su poder a través de la emulación de las representaciones ideológicas provenientes de Egipto.
–Pero una elite todavía no es un Estado...
–Por supuesto. La parte estatal se puede observar a partir del análisis de las armas, sobre todo si tenemos en cuenta que estos cementerios están circunscriptos a grupos minoritarios (tienen alrededor de 25 tumbas). Eso quiere decir que son sitios exclusivos y demuestra el grado de poder de quienes están enterrados allí. Esos lugares son los únicos donde se han encontrado armas de simbología real.
–En esa época no hay escritura, ¿no?
–No, todavía no.
–¿Y cómo trabaja usted, aquí en pleno Buenos Aires, sobre el antiquísimo Egipto?
–En principio, sin excavar. Trabajo con documentos de otros arqueólogos (de campo) que hacen una descripción minuciosa del material que descubren y con documentos de arqueólogos que formulan teorías sobre aquello que descubren. Hoy por hoy, cualquier persona que trabaje con el grupo A está en las mismas condiciones que yo, porque como está todo bajo el agua, no se puede saber mucho más. Creo que la innovación que uno puede plantear desde Argentina como historiadora es el pensamiento, el modelo teórico.
–¿Y cuál es su teoría en este caso?
–Yo trabajo con cinco problemas del grupo A, sobre los cuales hay un montón de teorías diferentes.
–A ver...
–La estructuración política. El tipo de economía: hay autores que plantean que hay agricultura y otros que dicen que es una cultura cazadora -recolectora, todo basado en la existencia de dos tipos diferentes de asentamientos: temporales y permanentes.
–También podría haber las dos cosas...
–Sí, ésa es mi postura. Yo creo que pueden haber sido sedentarios, pero tener asentamientos temporales para realizar actividades temporales de caza y recolección. O también puede ser que los asentamientos permanentes fueran de la elite, que es la que más resistió.
–¿El tercer problema?
–La relación de intercambio con Egipto y con las zonas del sur. Yo trabajo con la baja Nubia. Lo que me interesa ver es, además de las relaciones de intercambio con Egipto, las relaciones de intercambio con el sur. No hay que olvidar que tanto Egipto como la baja Nubia integraban lo que es Africa. Tenemos todo un sustrato panafricano donde se comparten costumbres, religiones...
–Y dígame.... eso siempre me lo pregunto... ¿quién era esa gente? ¿De dónde venía?
–En realidad es difícil determinarlo. Uno lo que puede llegar a explicar es que empiezan a surgir en el Sahara y se van asentando en lo que es el valle del Nilo. Hay de todos modos trabajos sobre las migraciones, pero tienen una visión en general bastante sesgada. Yo creo que es una mezcla de las personas que vinieron del Sahara junto con las poblaciones autóctonas de allí.
–¿El cuarto problema?
–El tema religioso. Todos los autores con los que he trabajado dejan de lado ese tema. Es complicado estudiarlo a partir de las evidencias arqueológicas, pero creo que nos puede ayudar usar trabajos antropológicos y comparar con lo que sabemos de Egipto. En uno de los cementerios que estudio se ha encontrado ganado enterrado, lo cual es raro. No hay ganado enterrado en otros lugares. Y si resulta que en uno de los cementerios que aparentaría ser de la elite hay ganado enterrado, me puedo permitir suponer que eso tiene algún tipo de connotación religiosa. Hay otro tema, que es el del grano. No se cultivaba grano, pero se encontró grano en altares funerarios, lo cual permite suponer que hay algo ritual.
–¿Y el quinto problema?
–La desaparición del grupo, alrededor del 2800. Repentinamente hay un corte. Hay varias hipótesis. Una de las hipótesis es que Egipto, ya unificado, domina. Otra es que hubo conflictos climáticos y ambientales. Otra, derivada de los problemas climáticos, es que hay modificaciones que hacen imposible la vida y tienden a expandirse hacia otros territorios, donde se convierten nuevamente en sociedades cazadoras-recolectoras.
–¿Y cuál es su teoría?
–Que el grupo A dependía de las relaciones de intercambio, que su poder derivaba de su papel de intermediario entre Egipto y la alta Nubia. Yo creo que el grupo A cumplía ese papel y que, al unificarse Egipto, ese poder no podía seguir siendo ejercido, porque el intercambio lo quería monopolizar Egipto. De este modo, el grupo termina perdiendo su funcionalidad.
–¿Y cómo le resulta estudiar esas cosas que ocurrieron en la noche de los tiempos, que parecen tan pero tan lejanas, hoy, aquí, a metros de la Plaza Once?
–Creo que cuando uno hace historia en realidad siempre se está haciendo preguntas sobre el presente. La visión es siempre actual. Cuando uno se acerca a su objeto, se acerca desde el presente: yo no sólo trabajo con el tema del Estado sino también con grupos étnicos, con el tema de la identidad, todas cuestiones que están muy en boga en la historia actual. Hacemos historia desde nuestro contexto propio. Y si bien es una tarea complicada de realizar desde Argentina (porque no tenemos acceso a los museos, o a las bibliografías muy especializadas) corremos con una ventaja: los investigadores del exterior son verdaderamente muy colaboradores y serviciales. Además, Internet ha facilitado muchísimo las cosas. Si bien es raro estar haciendo Nubia desde la Argentina, no es imposible.
–¿Por qué es importante todo esto para la historia de Egipto?
–Bueno, cuando yo empecé a estudiar Nubia quise sacarme de encima la tradición historiográfica que consideraba que todos los avances (las estructuras políticas, el desarrollo en cerámica) habían provenido de una raza derivada de los egipcios. Nunca se había llegado a pensar que había desarrollos propiamente locales. Cuando yo decido investigar, investigo con todas estas perspectivas. Creo que lo que más importa es que hay muchas relaciones de contacto, de intercambio. A veces uno debería ver más lo periférico.
–Esta pregunta que le voy a hacer es un poco absurda, porque naturalmente todo avance en el conocimiento tiene importancia per se.... Pero bueno, igual: ¿qué importancia tiene la egiptología en Argentina?
–Creo que tiene su importancia como la tiene cada período de la historia. Creo que puede servir para analizar procesos que no están del todo terminados, y para repensar modelos teóricos que siguen siendo muy actuales (como, por ejemplo, la definición del Estado). Igualmente reconozco que acá no se le da demasiada importancia a la egiptología: es muy difícil hacer ese tipo de historia en un ámbito donde todo está centrado en la historia argentina.
El jinete se va... y vuelve a sumergirse en el mundo multicolor del Once, con los trapos expuestos en la vereda y las multitudes que bajan de los colectivos, hacia o desde los subtes y los trenes... Y se pregunta cómo serían aquellas ciudades de Nubia. Y se pregunta qué pensarán los arqueólogos del futuro, qué podrán reconstruir de lo que ahora está viendo. Y se pregunta lo central, lo más importante... cuando se le acaba el espacio.
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