CIENCIA › DIáLOGO CON DIANA ALICIA JERUSALINSKY, DOCTORA EN CIENCIAS BIOLóGICAS, INVESTIGADORA DEL CONICET
El estudio de las bases neurológicas de la memoria y el aprendizaje en animales es una de las vías para comprender el funcionamiento del cerebro. Aquí, el Jinete Hipotético se enfrenta con los misterios del pensamiento, la memoria y el mundo interior.
› Por Leonardo Moledo
–¿Qué hacen acá?
–Desde hace un tiempo estamos trabajando en las bases neurobiológicas y neurofisiológicas del aprendizaje y la memoria. Estudiamos fundamentalmente dos sistemas de neurotransmisión que clásicamente han sido involucrados en temas de memoria y aprendizaje. Trabajamos con un modelo animal: la rata.
–¿Y qué hacen con las pobres ratas?
–Una cosa que hacemos es tratar de entender cómo funcionan estos sistemas para consolidar algo que el animal aprende...
–¿Cómo es un experimento típico?
–Es, por ejemplo, entrenar ratas en una determinada tarea. Por ejemplo, poner al animal sobre una plataforma. Cada vez que el animal baja de esa plataforma, recibe una descarga. Uno mide, entonces, el tiempo que tardó el animal en descender de la plataforma. Como recibió un shock eléctrico, es esperable que la siguiente vez la rata recuerde lo que le pasó y evite el mayor tiempo posible bajar. Y, en efecto, es lo que pasa. Esto me permite tener una medida de la memoria del animal (la diferencia entre lo que tarda la primera vez y lo que tarda la segunda en bajar). De esta manera yo puedo estudiar cuánto dura la memoria, cuándo se extingue, cuán fuerte es. Y a la vez puedo actuar con lesiones o puedo hacer lesiones mucho más discriminatorias, mucho más sutiles, usando las herramientas farmacológicas.
–¿Por ejemplo?
–Yo puedo operar un animal previamente, accionar sobre una determinada región del cerebro que yo creo que está involucrada en el aprendizaje que quiero generar de modo tal de aumentar o anular los procesos de neurotransmisión. De este modo veo cómo participa cada subsistema en el aprendizaje. Por ejemplo, puedo inyectar una sustancia en el hipocampo, área que está muy involucrada en la adquisición de memorias espaciales en los roedores, antes de enseñarle al animal. Y luego trataré de ver cómo reacciona el animal. Si le bloqueé ciertas neurotransmisiones y el animal no aprende, puedo pensar que ese sistema está involucrado en los aprendizajes. Puedo, también, enseñarle algo al animal y luego bloquear el sistema, para ver si el sistema está involucrado en la consolidación de la memoria...
–¿Cuánto tiempo dura la memoria de la rata si uno no le administra nada raro?
–Puede durar más de un mes.
–Y después se olvida.
–Se va olvidando. En realidad no es que lo olvida, es que lo reemplaza por otro aprendizaje. Si yo le doy shock una vez y después durante un mes no recibe shock, el animal sabe o piensa que no tiene por qué recibir shock. Si yo quiero mantener la memoria, tengo que seguir dándole shocks esporádicamente.
–¿De cuánto son esos shocks?
–Muy chiquititos.
–Ustedes, entonces, tienen un parámetro para medir la memoria. ¿Usted cree que la memoria puede medirse con un solo parámetro?
–Esa memoria, que no es una memoria como aquella que depende del lenguaje simbólico, sino que es una memoria sencilla, se puede medir de esa manera. Hay aun una memoria más simple, que es la habituación. En realidad, uno mide más de un parámetro para medir habituación. Lo que se hace es colocar al animal en un espacio para ver cómo se habitúa. El animal explora el ambiente y toma ciertos datos y ciertas características a través de la exploración. Lo que es notable es que la segunda vez que se lo coloca en el mismo ambiente, todos los parámetros exploratorios disminuyen, puesto que el animal ya conoce el espacio. Ahí uno evalúa no un solo parámetro, sino cuántas veces cruza una determinada cuadrícula, o camina perimetralmente, cuántas veces cruza hacia el centro, cuántas veces se eleva en dos patas, cuántas veces pone su cabeza en los rincones para oler. Todos esos parámetros me van a indicar la memoria que tiene del ambiente. Pero en el primer caso que le mencionaba, el tiempo que tarda en bajar es un dato contundente.
–Es una cosa evolutivamente selectiva e importantísima.
–Sí, claro. Pero, además, la tendencia natural de un roedor es explorar. Por eso se llama al experimento evitación inhibitoria: lo que tiene que hacer el animal es inhibir un comportamiento natural, espontáneo. Lo que quiere la rata naturalmente es bajar a explorar, pero recuerda que recibe shocks y lo reprime.
–Es muy difícil conceptualizar todas estas cosas. Me da la sensación de que el ratón es tomado como una especie de robot... ¿en qué se diferencia del robot?
–Bueno, es muy importante lo que pregunta porque hubo muchas escuelas que concibieron a los animales como una caja negra incognoscible, pero que operaba como una máquina. Pero no es así: como lo diría un psicobiólogo, los animales tienen un mundo interior, aunque no tengan lenguaje simbólico para expresarlo.
–O por lo menos, no sabemos si tienen mundo interior.
–Hay muchos experimentos que indican que sí tienen, sobre todo con primates.
–¿Qué sabemos del mundo interior de una rata?
–Casi nada, y es muy difícil que alguna vez sepamos algo. Por eso estamos volcados a estudiar la fisiología, que es lo más accesible.
–¿Y qué piensa usted? ¿Qué pasa en ese mundo interior?
–El animal tiene una tendencia muy fuerte a explorar. Esto es algo que uno tiene que considerar, porque cuando uno está en contra de esta tendencia, los cambios que se tienen que dar en el circuito neurológico tienen que ser muy fuertes, porque van contra una tendencia muy fuerte. En ese sentido, yo puedo pensar un poco en ese mundo interior. Por ejemplo, puedo decir que al ratón no le gusta tener que quedarse en una plataforma sin moverse.
–¿Hay algún embrión de pensamiento ahí?
–Mmmm... Creo que hay una enorme capacidad de asociación, pero no lo llamo pensamiento. El pensamiento es otra cosa. El pensamiento demanda, creo, un lenguaje simbólico. Es decir que el pensamiento es posible en aquellos seres que pueden formarse imágenes separadas de la realidad. Si no existe esta representación separada, no hay pensamiento.
–Pero la rata recuerda el shock, aunque el shock no esté presente.
–Pero lo recuerda cuando se la pone exactamente en la misma situación. Esa es la diferencia fundamental con los humanos. En los animales, aparentemente, no hay posibilidad de independizarse de la realidad.
–¿Las ratas sueñan?
–Sí.
–¿Y qué pueden soñar?
–No lo sabemos. Pero acuérdese de que el hecho de que sueñe no significa que sueñe en imágenes.
–Me parece que tendríamos que pensar que sí. El sueño es una cosa que atraviesa la biología de los mamíferos. Es muy difícil imaginar un sueño sin imágenes. Y si sueña con imágenes, es porque piensa en el sentido en que usted concibe el pensamiento.
–Bueno, lo que uno ve en los animales más cercanos a nosotros desde el punto de vista evolutivo es que han llegado a manejar una cantidad enorme de signos, pero que esos signos siempre son usados para pedir, para satisfacer necesidades. Están muy fuertemente vinculados con la realidad. Y eso en animales muy cercanos a nosotros. Imagínese en las ratas...
–Lo que resulta muy difícil es tipificar un pensamiento distinto al nuestro. Acá hay otro problema: yo no creo que el pensamiento requiera el lenguaje, sino todo lo contrario. Creo que el lenguaje es un límite para el pensamiento. Ahora bien: evolutivamente estamos obligados a reconocer que hay grados distintos de pensamiento entre especie y especie. El problema es que nos resulta muy difícil imaginar cómo es un pensamiento distinto del nuestro.
–Déjeme decirle que, por ejemplo, la diferencia entre un bebé de dos años y medio y un chimpancé entrenadísimo y que fue enseñado a hacer muchas cosas es enorme.
–¿Un bebé piensa?
–Yo creo que sí, pero piensa muy parecido a un primate no humano.
–Pero entonces los primates piensan.
–Sí, claro. De hecho, un primate no humano puede llegar a idear un engaño. Y la mentira implica, necesariamente, pensamiento. Pero por ahora no hay evidencia de que ese mentir esté separado de la satisfacción de un problema de la realidad inmediata. Esto es lo que hace que si bien los animales tienen representaciones separadas hasta un nivel, no pueden ir más allá. La rata, por ejemplo, no puede activar la memoria si no se la somete a una situación igual a aquella en la que generó la memoria.
–¿Qué es lo que se guarda cuando se guarda un recuerdo? ¿Cómo se codifica?
–No lo sabemos. Lo que sabemos es que eso se codifica en circuitos del sistema nervioso, en relaciones entre neuronas. Sabemos que muchas de esas sinapsis tienen que ser plásticas, moldeables, para que puedan almacenar memoria.
–¿Qué es un recuerdo?
–Un circuito en funcionamiento.
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