CIENCIA › DIáLOGO CON CECILIA CALERO, DOCTORA EN BIOLOGíA, FACULTAD DE CIENCIAS EXACTAS
Mientras que la habilidad de los seres humanos para aprender hace tiempo que es objeto de estudio de la neurociencia, una nueva línea de investigación propone a la enseñanza como una habilidad cognitiva específicamente humana.
› Por Leonardo Moledo
–Cuénteme qué hace en este departamento de... a ver... neurociencia integrativa.
–Yo me integré...
–Bueno, es un departamento de neurociencia integrativa...
–... a este laboratorio para empezar una nueva línea que está vacante en el área de las ciencias cognitivas y que tiene que ver con cómo los niños aprenden la capacidad de enseñar.
–Aprender a enseñar...
–Sí. Se trata de ver cómo es que los seres humanos nos convertimos en maestros.
–¿Cómo es eso?
–Desde hace mucho tiempo se está investigando cómo es que los humanos y los animales aprenden, tanto a nivel cognitivo como a nivel molecular. Pero el tema de la enseñanza está prácticamente vacante: hay muy poco trabajo hecho al respecto. Y enseñar, creo, es una de las cosas que nos diferencian a los seres humanos del resto de los animales.
–Pero los mamíferos superiores enseñan... Les enseñan a sus hijos cómo cazar, por ejemplo.
–Bueno. En realidad hay una definición estricta, técnica, de lo que significa “enseñar”. Enseñar enseñan muchos animales, pero en general lo que enseñan son conocimientos que van a ser imprescindibles para la vida cotidiana: comer, defenderse, a cazar... Los seres humanos, sin embargo, enseñamos cosas aparentemente irrelevantes, que no nos cambian nuestro nivel de adaptación al medio.
–Eso es mucho decir...
–Es mucho decir.
–¿A qué tipo de enseñanza se refiere? ¿A la que se imparte en los primeros momentos o a la que se imparte en la universidad?
–Es una buena pregunta. En los primeros momentos uno enseña cosas muy importantes, que es obvio que van a cambiar la capacidad de adaptación, pero uno sigue enseñando cosas a lo largo de la vida. Es un tema muy amplio el de la enseñanza, y lo que nosotros decidimos fue agarrar algo muy concreto y muy chiquitito para poder hacer una pregunta que tuviera algún sentido. Y esa pregunta podría ser: ¿es una habilidad natural de los seres humanos? ¿Es algo que uno aprende o viene con uno?
–¿Y?
–Bueno, en eso estamos. Lo que nosotros queremos ver es cómo aparece la habilidad cognitiva docente en los nenes chiquitos. De hecho, los experimentos son en nenes de entre 2 años y medio y 8 años.
–¿Y esos nenes enseñan?
–Sí. El experimento es simple. Ellos vienen, juegan conmigo a un juego que yo les enseño y después aparece un tercer participante (algún compañero de laboratorio), a quien el nene le tiene que enseñar.
–¿Cómo?
–Eso estamos viendo. Es muy distinto lo que significa enseñar para un nene chiquito y para una persona más grande. Tienen diferentes capacidades para abstraer, las reglas que se expresan son distintas...
–¿Y qué es lo que se observa?
–Nosotros tratamos de ver, por ejemplo, cuál es la capacidad verbal, qué nivel de abstracción utilizan cuando están explicando algo, si se refieren a cosas concretas (tamaños, colores, formas) o dan una explicación más elevada y hablan de cualidades de los objetos. Para que seamos más claros, contemos el experimento. Hay un peluche que “huele” dos flores de goma eva por separado. Una, arbitrariamente, lo hace estornudar y la otra no. Después pongo al peluche con las dos flores juntas y le pregunto al nene cuál es la flor que lo hizo estornudar, para ver si se acordó de cuál era.
–¿Y eso cómo se conecta con la neurociencia?
–Bueno, de alguna manera los nenes tienen que ir adquiriendo las habilidades cognitivas de enseñar. Tenemos que tratar de ver cuáles son esas habilidades cognitivas que van adquiriendo, y sobre eso no hay absolutamente nada estudiado. Por ahora, estamos en la parte comportamental: tratando de ver si, puestos en la situación, los niños pueden enseñar. Después vamos a ir a la parte funcional, a tratar de ver mediante imágenes qué parte del cerebro se activa.
–Cuando un gato enseña a cazar va, caza a los ratones y después hace como un simulacro de cazar al ratón “en vivo” adelante de sus gatitos. ¿Qué diferencia hay entre eso que hace el gato y lo que hace usted con los chicos y el experimento?
–Bueno, el gato le está enseñando un comportamiento más o menos estereotipado. Los patrones de comportamiento que se enseñan entre animales no humanos, como le decía, tienen que ver con cuestiones evolutivas más inmediatas.
–¿Y los animales domésticos no enseñan?
–La verdad es que lo que estuve leyendo son estudios en poblaciones salvajes. Una de las cosas en las que estamos basándonos, por ejemplo, son estudios de cosas que hacen las madres y los infantes cuando se están mirando y cuando la madre les está enseñando algo a los nenes. Queremos ver si eso se reproduce en la conducta de los chicos.
–¿Y cómo piensa que funciona eso? Porque usted me dice que todavía no hay nada. Pero lo que sí debe haber es una hipótesis...
–La hipótesis es que es una habilidad cognitiva que se desarrolla en los primeros años de vida y que es un indicador de cultura. Una de las cosas que se dicen habitualmente es que lo que nos hace seres humanos es la capacidad de enseñar como enseñamos nosotros.
–¿Pero la enseñanza no es una cosa evolutivamente positiva? ¿No es un comportamiento que podría ser como el del gato, aunque más complejo?
–Bueno, no se sabe. Si uno afina la discusión, es muy probable que concluya que si alguien es más inteligente también tiene más posibilidades de conseguir una pareja y dejar descendencia, en cuyo caso la enseñanza podría pensarse como algo adaptativo. Nosotros, igualmente, hacemos muy poco de evolución.
–¿Y la capacidad de enseñar es innata?
–Mmmm... hablar de “innato” es algo que uno debería evitar hacer, al menos en principio.
–¿Por qué? Yo tomo “innato” en el sentido de Chomsky, digamos, como algo que está dado previamente a mi nacimiento, en tanto que miembro de una especie. Por ejemplo: tenemos una habilidad innata para el lenguaje.
–Bueno, yo en principio no hablaría de algo innato. Hablaría de una habilidad natural que aparece.
–¿Que aparece o que ya tiene?
–Es que es muy difícil de determinar, porque no existen chicos “puros”: a todos les enseñaron algo sus papás, sus primos, sus maestros.
–¿Y cómo se puede diferenciar la conducta “innata” de una conducta aprendida? Por ahí vio enseñar y aprendió a enseñar viendo enseñar.
–Sí. Bueno, eso es lo que estamos estudiando. Porque de hecho no le enseñamos cualquier cosa. Nosotros nos basamos en unos trabajos en los que toda la parte del aprendizaje está muy estereotipada. Usamos el tema del aprendizaje casual: hacemos que el nene aprenda que un objeto tiene determinadas características (en nuestro caso, hacer estornudar), que esas características no se transmiten de uno a otro, sino que son privativas del objeto. En el juego, el nene tiene que asociar ciertas cualidades a un objeto y no al otro.
–Pero eso tiene un gran valor de supervivencia. No es tan distinto a ver qué animal es peligroso y qué animal no.
–Bueno, sí. Lo que pasa es que hay mucha literatura respecto de cuál es la cualidad distintiva que nos hace seres humanos. ¿Qué es lo que tenemos de distinto?
–¿Respecto de quién?
–A los animales menos evolucionados. Nuestra pregunta es: ¿qué pasa si lo que nos distingue es la capacidad de enseñar, en el sentido particular en que enseñamos nosotros los seres humanos?
–Es mucho decir. Además, no estoy muy convencido de que haya un “algo” que nos haga ser seres humanos, del mismo modo que no sabría decir qué es lo que hace cocodrilo a un cocodrilo.
–Sí...
–Porque también, muchas veces, se dice que lo privativo de nuestra especie es el lenguaje. Pero no tenemos muy en claro si los animales tienen lenguaje o no.
–Claro. Por eso yo quería ser muy clara cuando nos referíamos al tema de si los animales enseñan o no enseñan. Por eso hay que ser un poco técnico...
–Lo que pasa es que no termino de ver la diferencia entre la enseñanza humana y la animal.
–Transmisión de cultura...
–Como los memes de Dawkins. Pero hay animales que utilizan herramientas, por ejemplo, que es una forma de cultura.
–Protocultura.
–¿Proto?
–En lenguaje técnico, sí.
–Me parece que cuando usted habla de enseñanza parte de una distinción más radical que la que yo veo. Yo creo que no puede hacerse una distinción tan tajante.
–Hay un ejemplo interesante. Las suricatas (unos pequeños mamíferos carnívoros) les traen a las crías los alacranes, al principio, muertos; después vivos, pero sin la cola; después, directamente vivos. En ese sentido, uno puede pensar que las suricatas también están enseñando. La madre suricata hace eso con los alacranes temporalmente. Si una de las crías no aprendió, ella le trae igualmente el alacrán con la cola.
–¿Y qué teorías sobre la enseñanza hay?
–Hay, en grandes rasgos, dos líneas. Una dice que para enseñar, no importa la edad, tiene que existir teoría de la mente...
–Conciencia de sí.
–Conciencia de que lo que sabe uno es distinto de lo que sabe el resto. Cuando los nenes son muy chiquitos, consideran que el conocimiento es universal y por eso no mienten. Si se comen algo a escondidas, piensan que de alguna manera sus papás saben qué pasó. En algún momento los nenes empiezan a desarrollar teorías de la mente y se dan cuenta de que lo que saben ellos es distinto de lo que saben los otros. Los que proponen esta línea aseguran que esta conciencia del propio conocimiento es una condición de posibilidad de la enseñanza: si todos conocen lo mismo, ¿para qué vamos a enseñar?
–¿Y la segunda línea?
–La segunda propone que se puede prescindir de la teoría de la mente, que uno enseña de manera espontánea. Nosotros seguimos esa línea.
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