CIENCIA › BEATRIZ AGUIRRE URRETA, DOCTORA EN CIENCIAS BIOLóGICAS, INVESTIGADORA PRINCIPAL DEL CONICET, PROFESORA TITULAR DE PALEONTOLOGíA
El estudio de los fósiles permite datar y conocer la antigüedad de las rocas. A su vez, establecer su datación y su distribución es importante para la exploración y explotación petrolífera. Fósiles, microfósiles y nanofósiles ayudan en la tarea.
› Por Leonardo Moledo
–Cuénteme un poco.
–Bueno, como bien puso usted, mi formación es en Biología, pero toda mi carrera la hice en el Departamento de Geología. Mis investigaciones siempre se centraron en el estudio de amonoideos de las cuencas argentinas, básicamente el Cretácico de la Argentina. Inicialmente empecé mis trabajos en la cuenca austral, en la parte sur del país, y después de que terminé mi doctorado e hice un posdoctorado en Sudáfrica e Inglaterra, me mudé a la cuenca neuquina. Y hace 20 años que trabajo allí.
–¿Y qué busca?
–Yo estudio, como le decía, amonoideos.
–Que son...
–... moluscos que tienen el aspecto de un caracol, pero en realidad son parientes cercanos de los pulpos y los calamares, son cefalópodos. Tienen una conchilla externa muy fosilizable. Por eso son muy abundantes. Lo que uno podría preguntarse es por qué es importante estudiar a los amonoideos. Y resulta que son excelentes fósiles guía, nos sirven para datar precisamente las sucesiones sedimentarias. Eran organismos que andaban nadando por los océanos, con una gran capacidad para dispersarse, y esos mismos amonites que tenemos en la cuenca nativa se conocen en los Himalayas, en la Antártida. Eso nos permite tener una línea temporal de las sucesiones sedimentarias, nos permite datar relativamente (porque no puedo ponerles números) qué es más antiguo y qué es más moderno y relacionarlo con otras partes del mundo.
–¿Y cómo se sabe?
–Por la ley de superposición de los estratos. Las cosas más antiguas se depositan antes y las más modernas, después.
–¿Y hay diferencias entre los depositados antes y los depositados después?
–Sí. Una pregunta de Paleontología I de final es qué es un buen fósil guía. Y los chicos tienen que saber que un buen fósil guía es aquel que es fácilmente reconocible y presenta cambios rápidos en el tiempo, de manera que un amonito del Jurásico es muy distinto de uno del Cretácico. Y a su vez, a niveles mucho más pequeños, los amonites del Jurásico temprano son distintos de los del Cretácico tardío. Entonces uno encuentra una serie a lo largo del tiempo, y se puede obtener una resolución más o menos de unos 500 mil a un millón de años, que desde el punto de vista geológico es muy buena. Por eso son buenos fósiles.
–¿Qué averiguó con eso?
–Empezamos con una idea básica de las sucesiones geológicas en la cuenca neuquina, a partir de una monografía monumental hecha por un norteamericano en la década del ’30. Eso era una base, pero lo que hemos hecho nosotros en estos años es afinar muchísimo y ahora tenemos una zonación equivalente a la de Europa, en la cual hay gente trabajando hace 200 años. Los logros nuestros son en ese sentido. Y lo que estamos trabajando ahora con otros investigadores es intentar lograr que todos esos datos que manejamos, que son relativos, se conviertan en un número absoluto, que se obtiene ya no por los fósiles sino por las rocas. Se trata de combinar la información estratigráfica relativa de los fósiles con la información absoluta de las rocas.
–¿Usted diría que la ciencia que practica es puramente descriptiva? ¿Busca describir más que explicar?
–Nosotros tenemos que hacer una tarea de base descriptiva, pero con los datos que tenemos hay que hacer otro tipo de análisis. Para eso tenemos que tener una buena base: no podemos ponernos a analizar si no estamos seguros de lo que estamos analizando. Primero, entonces, tenemos que tener la base, y con eso podemos hacer otro tipo de interpretación.
–¿Y cuál es ese otro tipo de interpretación?
–Poder producir para la cuenca neuquina (que tiene grandes posibilidades de desarrollos de yacimientos no convencionales) un modelado más preciso de esas sucesiones, estudiando los fósiles, los paleoambientes. Ahora estamos tratando de agregar las edades absolutas, que son un modelo generalizado en el cual nosotros aportamos un granito de arena.
–¿Y eso se aplica al petróleo?
–Claro.
–¿Por qué?
–Bueno, además de mi trabajo particular, tenemos gente en el grupo que trabaja en microfósiles y en nanofósiles. Esos fósiles, en cierta medida, son mucho más útiles para los estudios petroleros, porque ellos pueden trabajar con restos de fósiles que se extraen de los pozos y obtener datos tan certeros y tan precisos (o incluso más) como los que dan los amonoideos. De manera que a esa utilidad de una base de datos general se unen otros grupos de fósiles que sirven para datar de manera muy precisa. Si uno perfora un pozo, con un pedacito de roca del tamaño de una uña podemos saber la edad. Eso se está haciendo y se está aplicando a los estudios de la cuenca neuquina.
–¿Y la edad tiene que ver con la calidad del petróleo?
–No, la edad tiene que ver con las rocas portadoras de los hidrocarburos. No todas las rocas tienen hidrocarburos: algunas son rocas madre de hidrocarburos, otras son rocas portadoras de hidrocarburos y otras no son nada. Es muy importante entonces saber la edad de esas rocas, y los estudios de microplancton y nanofósiles ayudan especialmente a esa datación más que los megafósiles, que es lo que hago yo.
–¿Y en qué ayuda lo que hace usted?
–En parte, como le decía, es mi granito de arena para esta datación, pero en parte el interés tiene más que ver con la ciencia básica que con una aplicación concreta. Pero de pronto aparece un amonito, una corona...
–Una corona...
–Sí. Cuando se hacen las perforaciones para exploración de hidrocarburos, sacan como si fuese un testigo de roca que después se analiza en mucho detalle. Se toma un “tubo” de roca y se estudia en detalle. Este proceso es muy caro, por lo cual no se hace para todo el trayecto sino para los tramos que los geólogos del pozo consideran que son más importantes. En esas coronas se hacen estudios sedimentológicos, de cantidad de materia orgánica, de microfósiles y de nanofósiles. En ese sentido, el trabajo que hacen los micropaleontólogos está más cercano a la industria que el que hacemos quienes nos dedicamos a fósiles. Pero a mí me han llamado porque en un pedazo de roca hay un amonite que justo fue preservado, de casualidad, allí. No es habitual, pero ha pasado.
–¿Y qué pasa allí?
–Bueno, a veces se puede determinar la edad de la corona a partir de ese amonite, con lo cual resulta muy útil, y otras veces no. Depende cuán bien preservado está.
–¿Qué edad tienen las rocas que tienen petróleo?
–En todo este boom de ahora, de yacimientos no convencionales, tienen alrededor de 140 o 150 millones de años.
–Son recientes.
–Bueno, para una persona común son viejísimos. Para un geólogo no es tanto.
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