El Parque Tecnológico Litoral Centro, ubicado en la ruta que une Santa Fe y Paraná, se propone desarrollar empresas incipientes para que las investigaciones básicas puedan reflejarse en el mercado.
› Por Leonardo Moledo
La brecha entre la ciencia y su aplicación tecnológica es mediata e imprevisible, pero lleva en sí misma la exigencia de inmediatez; la ciencia convertida en producto, en inteligencia exportable, en valor agregado que otros pueden desear y comprar y que se vende caro en el mercado del conocimiento. O por lo menos es una búsqueda aguda de hoy en día. Y en eso está el Parque Tecnológico Litoral Centro, situado en un predio del Conicet, que intenta, si no eliminar, al menos acortar esta urgencia. Y así fue como Alberto Cassano, doctor en Ingeniería Química y asesor científico de la Secretaría de Ciencia y Tecnología (Secyt), presidente de ese lugar en el que se “incuban” empresas que prometen desarrollar tecnología de punta a nivel mundial, se sentó en el café La Orquídea, de Francisco Acuña de Figueroa y Corrientes, y contó y contó.
–Ya pedí un café, así que podemos empezar.
–Bueno. Yo fui fundador del Ceride (Centro Regional de Investigación y Desarrollo de Santa Fe) y del Intec (Instituto de Desarrollo Tecnológico para la Industria Química). Pero, como bien dijo usted, en la actualidad soy el presidente del Parque Tecnológico Litoral Centro, un predio del Conicet de 30 hectáreas que funciona en la ruta que une Santa Fe con Paraná.
–¿Y ahí qué hacen? ¿Qué hay?
–Fundamentalmente institutos de investigación, pero también una incubadora de empresas que tiene una buena cantidad de alumnos.
–Incubadora... eso suena a pollos.
–Pero no tiene nada que ver con pollos. En realidad, nosotros “incubamos” empresas que se dedican a exportación de software, a biotecnología, a biocosmética, veterinaria o informática. También hay otra etapa, la de preincubación, en la que recibimos gente que nos presenta algún proyecto y nosotros lo ayudamos a desarrollarlo. Y se está viendo una tercera etapa (que vamos a hacer con un aporte del gobierno provincial), que sirve para que las empresas que terminaron la incubación puedan radicarse.
–¿Qué quiere decir incubarse?
–Las empresas se instalan con sus pocas personas para tratar de ver si la idea que ellos tenían y el proyecto que ellos patentaron tiene factibilidad y tiene viabilidad económica. Todo eso lo hacen en una escala relativamente reducida.
–Aparentemente, por lo que estuve viendo, Santa Fe es un área muy activa en cuanto a investigación básica.
–Sí. En 1968, cuando volví de Estados Unidos, casi no había investigaciones en Santa Fe, pero poco a poco fuimos creando una adecuada masa crítica en el área de ingeniería química. Para desarrollarla mejor fue necesario importar un buen grupo de matemáticos y un buen grupo de físicos, que colaboraron con los desarrollos. Luego creció todo mucho: el número de investigadores en relación con la población debe ser el más alto del país.
–¿Más que la Capital?
–Más que la Capital.
–¿Y más que Córdoba?
–Y más que Córdoba en relación con la población.
–El proceso de llevar la investigación a la producción es el quid de la cuestión, no tiene por qué ser inmediato. Muchas veces las cosas se dan por caminos oblicuos. ¿Ustedes ayudan a patentar?
–Sí, ayudamos en todos los pasos, desde el apoyo legal al apoyo contable para hacer su plan de negocios. Si tienen que patentar les damos los mecanismos y les damos las vías.
–¿Y entonces?
–Ellos empiezan a producir en la prerradicación y van construyendo su capital hasta que disponen de los recursos como para radicarse y construir su propio edificio. Para que puedan radicarse, deben cumplir ciertas condiciones: primero tienen que ser empresas de base tecnológica que produzcan bienes de alto valor agregado. En segundo lugar, tienen que dedicar como mínimo el cinco por ciento de la facturación a investigación y desarrollo. En tercer lugar, tienen que tomar todos los recaudos para proteger el medio ambiente y, en cuarto lugar, tienen que respetar la arquitectura del sitio.
–¿Quién financia el parque?
–Está formado por tres sectores: el sector académico que tiene el 34 por ciento de las acciones; el sector gubernamental, que tiene el 33 por ciento de las acciones, y el sector empresario que tiene el 33 por ciento.
–¿Y qué producen cuando termina toda la radicación?
–Productos veterinarios. Hay 100 productos en la cartera, quieren aumentar las exportaciones y quieren incrementar sus productos a través de la investigación y desarrollo. Otra radicación que se aprobó es una empresa biotecnológica que hace cultivos celulares, que va a realizar una inversión muy alta y va a generar una cantidad de trabajo muy importante.
–¿Su trabajo pesa en el producto interno de Santa Fe o todavía es poco?
–La más importante de las empresas, por ahora, se llama Software Santa Fe. Arrancó con nosotros con 3 o 4 personas y hoy tiene 60 profesionales trabajando y exportando software.
–¿Y aparte del software?
–En el caso de productos veterinarios va a haber todo un desarrollo tecnológico para ampliar la cartera de productos y en el caso particular de la empresa biotecnológica que se aprobó, es tecnología pura. Si uno entra ahí es como mirar una película de ciencia ficción, y lo notable es que esa empresa se incubó dentro de la Facultad de Bioquímica de la Universidad del Litoral. Lo llamativo, sin embargo, es otra cosa. La empresa va a hacer una inversión de un millón y medio de dólares, pero va a exportar no más de dos kilos por año.
–¿Nada más? ¿Dos kilos por año?
–Dos kilos por año. Pero resulta que el valor de los productos es de 100 mil dólares el gramo. Como ve, no es lo mismo que exportar soja.
–Y, no. Aunque habría que probarlo.
–Lo que queda muy claro es la base tecnológica que estamos exigiendo.
–Pero lo que quedó muy oscuro, ahora que la veo bien, es su fotografía.
–No se haga problema, el conocimiento es siempre oscuro y sin embargo va hacia la claridad.
Informe: Nicolás Olszevicki.
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