CIENCIA › DIALOGO CON LA FILOSOFA FLORENCIA LUNA
De las encrucijadas de la clonación a las raíces del aborto o la investigación con células madre, la bioética enfrenta una complicada tarea: poner al descubierto la faceta problemática de los avances científicos.
› Por Federico Kukso
Hubo un tiempo en el que todo avance científico era ciegamente aplaudido, como si cualquier embrión tecnológico trajese bajo el brazo no sólo una cuota adicional de confort sino también dosis más o menos mínimas de felicidad. Hasta que el lado más problemático de la ciencia se hizo evidente: guerras mundiales, bombas atómicas, crueles experimentos y un reguero de promesas incumplidas. Fue entonces que surgió, como una especie de perro guardián, la bioética, una disciplina que apuesta a la reflexión moral sobre las ciencias de la vida, en un momento en el que la biotecnología se encuentra en plena redefinición de lo que se entiende por ser humano. El campo que abarca es inmenso: desde las consecuencias y peligros de la clonación, a las rispideces del aborto, la investigación con células madre, la eutanasia, la crioconservación de embriones, cuestiones, en fin, que estimulan la imaginación y el pensamiento, como las que estudia la doctora en filosofía Florencia Luna, investigadora del Conicet, ex presidenta de la IAB (International Association of Bioethics), autora del reciente libro Bioethics and Vulnerability: A Latin American View y coordinadora del Area de Bioética de Flacso.
–La primera pregunta no podía ser otra: ¿qué es la bioética?
–Una disciplina que estudia los problemas éticos que plantean en general la ciencia o la medicina.
–El siglo XX puede ser catalogado como el siglo de la biología. No es casual que sea en esta época en la que apareció la bioética.
–Sí, pero no se agota en problemáticas que sólo surgen en la biología. Abarca también cuestiones de ética ambiental, como el derecho de las futuras generaciones, y cuestiones relacionadas con la medicina como el aborto, eutanasia, clonación, células embrionarias...
–¿Y cómo surgió?
–Porque muchos de los avances tecnológicos resultaban perplejizantes. Un caso típico es el del respirador. Surgió a finales de los años ’50: por un lado, era fantástico porque rescataba a las personas de la muerte pero por el otro a veces las devolvía a la vida dejando a los pacientes en estado vegetativo. Ante estos hechos los médicos comenzaron a preguntarse: “¿Qué hacemos? ¿Quiénes toman las decisiones? ¿Nosotros, los familiares o la religión?”.
–¿La bioética viene siempre detrás de los avances científicos?
–En cierto sentido sí. Pero de a poco hay más conciencia de los problemas éticos. Cada vez más ocurre que para que se lleve a cabo una investigación, ésta tiene que ser aprobada por un comité de ética. De este modo el problema ético se plantea antes y no después. Por ejemplo, el Proyecto Genoma Humano es el primer gran proyecto de investigación en el que se otorga un porcentaje importante del financiamiento al estudio de sus problemas éticos.
–¿Cuáles son?
–Muchísimos, por ejemplo el uso de la información. Hay que evitar la estigmatización y discriminación. O considerar en manos de quién puede caer la información... Otra cuestión con la información genética es que además uno tiene información de familiares: se les puede dar información a los familiares respecto de posibles enfermedades que ellos pueden desarrollar en un futuro o no, no decirles nada. Así se plantea un conflicto respecto del “derecho a saber” y el “derecho a no saber”.
–¿En bioética se suele llegar a conclusiones?
–No siempre. Yo inicio mis clases diciendo: “No les voy a dar recetas. Acá lo que vamos a hacer es pensar ciertos problemas”.
–Pero hay situaciones más conflictivas, como el aborto.
–Hay muchas posiciones en el asunto. Pero lo cierto es que en la Argentina la ley permite que en ciertas situaciones se puedan realizar abortos. Es inaceptable que aparezcan grupos pro-vida impidiendo las intervenciones. Lo único que hacen es dañar a la mujer o a la niña violada, que tiene todo el derecho de poder recurrir a un aborto legal y seguro.
–¿Cómo ve la bioética las nuevas formas de reproducción?
–Miremos por ejemplo el caso del congelamiento de embriones. Si uno piensa que un embrión es una persona, por supuesto que habrá problemas. Pero si uno no piensa así, y lo ve más bien como un tejido de cierto orden que merece determinadas protecciones es otro planteo.
–¿Hay algún tema que le interese más que otro?
–Me parece que todo lo que gira alrededor de los abortos ilegales en nuestro país es fundamental y requiere ser pensado. Muchas veces nos quedamos entrampados por la clonación y las últimas investigaciones en células embrionarias y dejamos de ver otros problemas éticos de base que no se están resolviendo. Por ejemplo, las grandes compañías farmacéuticas investigan sobre problemas que quizá no son los más acuciantes para los países de la zona. Para la lógica del mercado no son problemas relevantes porque el Mal de Chagas, el hantavirus, la malaria, no retribuyen económicamente al azotar a poblaciones sin recursos.
–Son problemas políticos y económicos también.
–Absolutamente. Además en bioética no hay una sola posición. Yo me dedico a una bioética secular, laica y me parece que ésa es la que debe ser: una bioética para una sociedad pluralista. Pero eso no quiere decir que no haya una bioética con base católica, judía o musulmana.
–En cuanto a la eutanasia, ¿qué problemas se plantean?
–Tomemos uno de los casos más famosos, que fue el del español Ramón Sampedro, una persona totalmente consciente que, padeciendo una enfermedad durante años, no quiere seguir viviendo pero no puede suicidarse. Necesita la ayuda de otro para terminar con su vida. Ahí aparece la autonomía de la persona frente a una sociedad que le cuesta aceptar esto, porque quizá pueda haber miedos a abusos...
–...y miedos surgidos desde la ignorancia.
–Es muy importante que se puedan plantear estas cuestiones y debatirlas públicamente. Que tengan voz los que no son oídos. Muchas veces las cuestiones aparecen planteadas como “blanco o negro”, “aborto sí, aborto no”. Y en realidad uno se tiene que plantear mejor cuáles son los casos, por qué, cuáles son las circunstancias específicas.
–¿Cómo ven los bioeticistas los avances científicos?
–Hay investigaciones que parecen interesantes y prometedoras y hablan de un mayor progreso. Pero también hay lados oscuros y ésos son los que la bioética pone de manifiesto: cómo se hacen ciertas investigaciones, en qué poblaciones, cuáles pueden ser los efectos no buscados, cómo se insertan ciertas tecnologías en determinados contextos, qué pasa con el tema de la distribución de recursos. No se descalifica a la ciencia, pero se tiene en cuenta esta otra faceta.
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