Lun 10.03.2008

CONTRATAPA

¿Hay salida para el Partido Demócrata?

› Por John Dinges *

Desde Nueva York

En la democracia, hay políticas y procesos. O sea, las políticas son las ideas y programas que los candidatos proponen para supuestamente mejorar nuestras vidas. Los procesos –las múltiples y eternas elecciones primarias que estamos viviendo en el Partido Demócrata en Estados Unidos– son duros y agotadores. Y no terminan hasta tener un resultado. Como dicen aquí: “It’s not over until the fat lady sings” (“El show no se acaba hasta que no canta la gorda”).

En cuanto a las ideas políticas de los candidatos Hillary Clinton y Barack Obama, no hay diferencias de importancia. En cuanto a popularidad entre los votantes de su partido –y allí está el problema–, ninguno tiene ventaja significativa. La única definición posible como resultado de las últimas contiendas de Texas y Ohio habría sido una clara victoria de Obama. Los sabios del partido tenían preparado un guión para ese caso: iban a golpear fuerte a la puerta del campamento Clinton para insistir en que dejara de prolongar la agonía, que cediera la nominación a Obama.

Sin embargo, para el resultado que ocurrió, los sabios no tenían guión. Las victorias de Clinton traen sólo la no definición, y la perspectiva de meses y meses de lucha electoral sin la posibilidad matemática de que uno de los dos llegue a la convención demócrata en agosto con la nominación en su bolsillo. Sí, leyó bien. Los demócratas pueden llegar sin candidato a la última semana de agosto, sólo nueve semanas antes de las elecciones nacionales del 4 de noviembre.

Todo esto mientras el Partido Republicano, que ha inventado la estrategia de attack politics –la política como deporte de sangre– va a tener desde hoy ocho meses para golpear a los demócratas indecisos.

Imposible. Todos los sabios están de acuerdo. ¿Pero dónde está la salida? Lo único cierto es que detrás de las puertas del partido, los sabios no están hablando de otro tema. Puedo adelantar algunos de los términos de la conversación.

Primero, en el momento de la consolidación de la candidatura republicana de John McCain, la ventaja debe estar con los demócratas: tanto Obama como Clinton superan a McCain en las últimas encuestas de seguimiento (tracking polls). El abrazo histórico que el presidente Bush le dio a McCain en la Casa Blanca el miércoles abre un nuevo flanco para el discurso del Partido Demócrata: que el opositor no es el héroe de guerra John McCain sino “McCain-Bush”. Con el abrazo político de Bush, McCain asume la economía en crisis de Bush, las guerras de Bush y, ante todo, la impopularidad de Bush, que ha bajado a niveles históricos para un presidente en su último año de ejercicio. El contraste es embarazoso: sólo el 30 por ciento de los encuestados habla favorablemente de Bush, mientras McCain, uno de los personajes más respetados en Estados Unidos, goza de niveles estratosféricos de aprobación, llegando a veces a superar el 70 por ciento. El abrazo político de la Casa Blanca no fue físico, pero YouTube ya difunde otro video de la campaña electoral de 2004: Bush envuelve a McCain en sus brazos, y le pone un beso afectuoso en la frente.

Es material para una campaña jugosa y entretenida, pero una campaña que no puede empezar. El problema para Obama-Clinton es que no pueden atacar con efectividad a “McCain-Bush” mientras están gastando energías atacándose entre ellos.

Volviendo a la conversación interna de los sabios: se mueren por aprovechar esta ventaja. Para eso tienen que solucionar la impasse entre Obama y Clinton, y entrar con ganas a la lucha de programas políticos con los republicanos. Conviene solucionarlo más temprano que tarde, por lo antedicho, y porque seguir la pelea en los 10 estados que quedan sólo derrama sangre demócrata con un no resultado previsto: la misma impasse, votos más o votos menos.

La solución que en las últimas 48 horas más se conversa es la necesidad imperiosa de llegar a un acuerdo para una candidatura conjunta, un joint ticket. El senador demócrata de Ohio (y superdelegado no comprometido) Sherrod Brown lo recomendó en la radio NPR: “¿Candidatura conjunta? Sí, hace un mes no lo habría dicho, pero ahora pienso que es la solución”. Hillary Clinton también lo comentó después de los resultados de Ohio y Texas: “Puede ser que la cosa vaya por allí pero, por supuesto, tenemos que decidir primero quién encabezará la fórmula”.

En una temporada en que la palabra “inevitable” ha sido mal usada una y otra vez, se vislumbra de nuevo la inevitabilidad de la candidatura conjunta. Los detalles, donde vive el diablo, según el dicho popular, aquí están por verse. Obama también comentó que semejante conversación sería “prematura”, una prueba casi segura de que las conversaciones ya están entabladas.

La solución número dos, menos atractiva para los demócratas de base: que se siga adelante con el proceso dos meses más, tratando de forzar una resolución que aproxime una victoria para uno u otro candidato. La clave sería encontrar una fórmula para rehacer las fallidas elecciones de Florida y Michigan, dos estados grandes e importantes para la elección general. El problema es complicado. Como adelantaron sus primarias desafiando las reglas de juego del Partido Demócrata nacional, los centenares de delegados de los dos estados no tienen validez. Pero en los últimos días ha ganado apoyo entre los líderes demócratas la idea de empezar de cero en los dos estados, volviendo a hacer la votación en la primera semana de junio, junto con las primarias en los estados de Montana y South Dakota.

La idea es que en junio la votación en los dos estados grandes serviría para fortalecer el momentum que tenga (supuestamente) un candidato u otro, al entregarle un número significativo de delegados. En ese momento, según la teoría, los 350 superdelegados no comprometidos pueden pronunciarse y así decidir la nominación.

El Partido Demócrata tendría que financiar el costo de la nueva elección pero, según el ex miembro del comité de reglas (rules committee), Ted Devine, valdría la pena: “Claro, eso tiene un costo millonario. Pero nadie ha dicho que la democracia fuera barata”.

Las alternativas están entonces entre el milagro de la fórmula conjunta Obama-Clinton / Clinton-Obama y la prolongación de la incertidumbre, por lo menos, dos meses más. Hay que agregar a lo expresado por Devine: nadie ha dicho que la democracia tiene que ser eficiente. El proceso tiene que agotarse... hasta que finalmente cante la gorda.

-John Dinges es codirector de Ciper, el Centro de Investigación Periodística, y profesor de Columbia University.

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