› Por Osvaldo Bayer
Desde Bonn, Alemania
Kafka tenía razón. A los 150 años de su nacimiento podemos tildar de “kafkiana” la realidad del mundo actual. Leo, al pasar, las noticias de un diario serio y objetivo. Primera noticia: “En Alemania, alrededor de 200.000 personas por año son internadas en institutos psiquiátricos. Y la tendencia va en aumento”. Los alemanes se han vuelto locos, pienso, pero no, el estudio señala que en los países del primer mundo la tendencia es la misma. Pero a eso hay que agregar el estudio de la Universidad de Siegen, por el cual se informa que personas de bajo status social, es decir pobres, son llevadas e internadas en los psiquiátricos mucho más que las adineradas. Por ejemplo, en general los “managers” maníaco-depresivos son calificados como “coléricos”, mientras que personas pobres son consideradas de inmediato enfermas psiquiátricas e internadas en los institutos respectivos. Y se sostiene que la psiquiatría con sus medicamentos potentes acorta la vida de los pacientes aproximadamente 25 años. Esto lo ha demostrado un reciente estudio epidemiológico realizado en Estados Unidos.
Paso la página y me encuentro con un título simpático: “Tendencia al glamour” y un señor Anil Ambani me mira desde la foto con gesto algo despreciativo. Leo: “49 años, multimillonario de la India, que pesa 115 kilogramos, va a invertir medio millón de dólares en Hollywood”. ¿Cómo, de la India, me digo, del país de Gandhi, el estoico, en aquel país de la constante pobreza extrema? Quiero convencerme de que no puede ser y sigo leyendo: “Los multimillonarios Ambani son mellizos y los dos valen como miembros vigorosos del clan de los más ricos del mundo, pero los dos hermanos se odian a muerte. Uno quiere sobresalir más que el otro y por eso Anil Ambani invierte en Hollywood, para que todos hablen de él”. Multimillonarios en la India. Buen título para un libro de Kafka. Sí, el diario que leo le dedica la central a este escritor genial. Franz Kafka, tal vez el mejor conocedor del alma humana.
Sigo leyendo: y aquí viene lo grueso. El lunes comienza en la ciudad japonesa de Hokkaido la reunión “de los Ocho”, de los ocho grandes, los que manejan el mundo. El clima es sombrío. Porque no se ha cumplido nada de lo que prometieron en la reunión del año pasado, en Heiligendamm, Alemania. En esa reunión, los ocho repesentantes, sonrientes, aceptaron la proposición de la jefa de gobierno alemán, Angela Merkel, de reducir hasta el año 2050 a la mitad la emisión mundial de CO2. Para llegar a esa meta, los ocho países tendrían que reducir esas emisiones en un ochenta por ciento. Pero desde Heiligendamm no se hizo casi nada. Los ecologistas alemanes le exigen a Merkel que tiene que destapar la olla en la reunión próxima y tomarlo como una falta de respeto. Pero la verdad es que está claro: dentro del pensamiento capitalista, defender la atmósfera sale caro y entonces se encarecerían los productos y eso llevaría a una nueva guerra de competencia comercial.
Además, el tema no se para allí. En Europa ha entrado el miedo a la inflación. Las poblaciones empezaron a ahorrar en alimentos y en no viajar en auto, por el precio del combustible. Y por eso un estudio reciente muestra que la mayoría está abandonando la idea de no apoyar la construcción de centrales atómicas. Sólo el 51 por ciento está en contra de la construcción de esas centrales, lo que antes ascendía a más del 70 por ciento.
Veremos qué pasa el lunes. Pero ya se adelanta que Bush se va a negar rotundamente a una política ecológica dados los problemas que trae la suba del costo del petróleo. Ese es el tema que va a estar en discusión en primer lugar y no la ecología. Por otro lado, la FAO, la Organización Mundial de Alimentación, dio a conocer el jueves que el número de hambrientos en el 2007 subió a 450 millones de personas. Y que más de otros 850 millones no alcanzan a satisfacer sus necesidades mínimas alimentarias.
Una vez más cabe la pregunta: ¿seguiremos leyendo estas noticias o viéndolas por televisión –por supuesto, después del fútbol o de alguna de esas guasadas acostumbradas–; seguirá el mundo sin reaccionar ante este sistema tan injusto e irracional?
Hablemos de fútbol: acaba de terminar el campeonato europeo. Fue un éxito de espectadores jamás visto. Pero la verdad es que el verdadero ganador fue la empresa Adidas, por las ganancias que hizo. Lo publicaron todos los diarios con picardía, para comprobar un hecho indiscutible. Deporte y ganancias.
Claro, podríamos hablar más de Kafka y menos de estadísticas y ganancias. Pero es que el periódico no me deja. Por ejemplo: un editorial se titula “Basta de la locura de las rutas”. “Cualquier viaje por las autopistas alemanas es suficiente para comprender que hay que resolver de una vez el problema de los camiones. Por ellos, el tránsito se acumula kilómetro tras kilómetro. Lo que es dañino al clima, lo sabemos. Cualquier ayuda para resolver esa locura contemporánea será bienvenida. Ya se ha probado mucho, por ejemplo la prohibición a los camiones de pasar a otros camiones o automóviles. Deben mantenerse en su franja. O permitirse, como en el estado de Hessen, que el tránsito utilice las franjas de los márgenes destinadas a poder detenerse ante problemas. Pero con eso solo no se solucionó nada. Porque si se permite que desde el Mar del Norte se trasladen los cangrejos en camiones a Marruecos, porque allí es mucho más barata la mano de obra para despellejarlos, seguirá el problema.” Da este ejemplo, pero lo cierto es que se transporta todo para lograr mejores precios y poder vender más, más, más. Y el autor se permite una ironía: “Eso es lo bueno que parece nos va a traer la suba de los costos del petróleo. Ahora los empresarios van a calcular que tal vez sale más barato hacer las cosas en casa que a cientos de kilómetros”.
Y hay también un título saludable: “Al supermercado, en bicicleta”. Pero no todos quieren ir al supermercado en bicicleta. Varios diarios han tomado el tema con humor. Por ejemplo, un título lo dice todo: “Gran demanda de sedientos de gasolina”. Y como subtítulo: “A pesar de los altos precios del petróleo y de los problemas ecológicos, aumenta en gran proporción la venta de autos caros”. El periodista describe en idioma teatral: “Los automovilistas alemanes aprietan el acelerador a 180. Los precios de la nafta suben y suben. Peor todavía, el diésel es más caro que la nafta especial. El mundo al revés. Porque si bien subió el interés por los autos pequeños, mucho más por los autos de lujo, esos que no consumen sino devoran cada vez más combustible. Por ejemplo, en Alemania fueron patentados en abril de este año 378.805 autos (en el mismo mes de hace cuatro años esa cifra fue de 297.126). En abril de 2008 fueron habilitados 18.363 autos pequeños pero 22.121 todo-terreno.
Entonces queda la tristeza de que ni siquiera el mejor defensor de la ecología podría ser la suba de la gasolina. Ni vale ya el pensamiento razonable de que sea lo bueno y lo ético lo que trate de resolver los grandes problemas de injusticia y de muerte que han asolado y siguen asolando a los pueblos del mundo y al clima del planeta. Si no se piensa en la humanidad actual, ¿qué se va a cavilar acerca del mundo que les tocará a las próximas generaciones?
Porque vayamos a las armas. En el año 2007, por primera vez, la población mundial ha invertido 200 dólares por cabeza para armamentos. Lo militar devora el 2,5 por ciento del producto social global. Es decir, 858 billones de euros. Lo que demuestra una suba del seis por ciento frente al año anterior, valor limpio de inflación. Frente a lo gastado en 1998, al final de la “Guerra Fría”, el aumento es nada menos que del 45 por ciento. Mirando los números se pregunta uno: ¿es que el mundo se ha vuelto loco?
Hablábamos de que el ser humano, por cabeza, gasta 200 dólares por año en armas. El informe dice que para llevar a la mitad el número de los millones de hambrientos del mundo se necesitarían 20 dólares por habitante. El campeón del armamentismo es, por supuesto, Estados Unidos, con el 45 por ciento del gasto militar mundial. Luego le siguen Gran Bretaña y China, con el cinco por ciento. Alemania –pese a la lección de las dos últimas dos guerras– está en sexto lugar. Pero vayamos al negocio de las armas. Por supuesto, Estados Unidos va primero, con 7454 millones de dólares de exportación de armas. Rusia, segunda, y tercera Alemania, que exporta por 3395 millones de dólares. Los que más compran armas a Alemania son Turquía, Grecia y Africa del Sur. Y un país al cual se lo ha considerado siempre “pacifista” por excelencia, Holanda, es el quinto del mundo en exportar armas. Quien exporta armas no es pacifista.
Kafka sonreiría desde el cielo de los creadores ante este panorama kafkiano. No, tal vez ni siquiera él imaginó un mundo así. Para no hablar de la violencia desatada en lugares del mundo que se han convertido en llagas permanentes de la humanidad.
Pero estoy terminando estas reflexiones kafkianas, a 125 años del nacimiento del hombre de Praga, y el cartero –sí, los hay todavía, por suerte– me trae un libro titulado La herencia viva. Me lo envía la maestra Nora Bruccoleri y está redactado por alumnos, padres de esos alumnos y también abuelos. Es el segundo que recibo en mis manos. El primero lo presentamos en la última feria del libro de Buenos Aires. Estaba escrito por alumnos de la escuela de la villa de emergencia De la Cárcova. Este, ahora, viene de Las Heras, Mendoza. Me emociana el leer tantas experiencia y sueños. Me detengo ante la poesía “Vendimia”, del alumno Daniel Peralta, del 5º grado A.
Vendimia
es un grito de libertad.
Vendimia son los ojos
marrones del cosechador,
con sus tijeras y tacho
al hombro.
Vendimia
es un campesino.
Pienso: mientras existan niños que escriban poesías, hay esperanza, la bella palabra.
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