CONTRATAPA
Tres mil días
Por Diana Malamud *
Es viernes 4 de octubre. Son casi las 12 de la noche.
Hoy, hace exactamente 3000 días volaron la AMIA.
¿Increíble, no? 3000 días.
Todo el día me estuve preguntando si 3000 es mucho o es poco, y hacía cuentas y pensaba en cosas y pensaba en números.
Pensaba, por ejemplo, para qué cosas el número 3000 sería mucho, y llegué a estas conclusiones:
–3000 es mucho si pensamos en la vida de alguien. A saber, es un chico de más de 8 años, que cursa tercer grado de primaria. ¿Se imaginan por un minuto, perder a un chico de 3000 días que cursa tercer grado de primaria?
–3000 días es mucho si pienso en mi vida, y es más, mucho más que otra eternidad si pienso en 3001 días, es decir, un día antes del día 3000.
Soy casi otra persona, me miro en el espejo y a veces me cuesta reconocerme. El lunes pasado, por ejemplo, pensaba si me miro de afuera cómo era yo estando parada en esta misma plaza hace por ejemplo 7 años, y definitivamente no me encuentro, soy otra, estoy lejos de aquella mujer que estaba llena de dolor, y más lejos aún de aquella otra que hace 3001 días, fantaseaba y tenía una vida que nada tiene que ver con lo que ocurrió en el día 3000.
–Pensaba en 3000 pesos, por ejemplo, y me digo: “es mucho”.
–Y pensaba en 3000 libros, y pensaba: son muchos, no entrarían en mi biblioteca.
–3000 computadoras, un ejército de computadoras.
–3000 habitantes: un pueblo.
–3000 casas: un barrio
–3000 viajes: ni siquiera me los imagino en colectivo
–3000 atardeceres: más de los que jamás vi
–3000 amigos: imposible
–3000 alumnos: una escuela enorme
–3000 personas en esta plaza: una convocatoria difícil de imaginar.
Y pensaba después, en qué cosas 3000 no es mucho, y pensé y pensé y no se me ocurría nada, nada que valiera la pena y después pensé en hojas, en la causa AMIA, en que el número 3000 parece insignificante.
Pensé en muertos en guerras, y 3000 es una ficción.
Lo malo es que siempre volvía a pensar en 3000 atardeceres en el mar, y se me hacían tantos, y después pensaba en mi vida, y en ese abismo que existía entre hace 3000 días y hoy.
Pensaba, por ejemplo, en que todos ustedes seguramente esperaban un discurso de Memoria Activa, que sea fuerte, fuerte, fuerte, de denuncia de no sé qué, como si siempre faltara algo para denunciar, como si no estuviera todo dicho.
Yo creo que todos los puntos están sobre las íes, que hemos dicho todo, que no sólo hemos dicho, sino que lo hemos repetido hasta el hartazgo, y hemos actuado en consecuencia. ¿No están aburridos de escuchar hablar de la impunidad? Yo sí, estoy cansada, lo que no implica que dejaremos de hacerlo.
Sé que es necesario, por eso cada lunes, increíblemente, nos vuelve a encontrar acá, y aunque creemos que decimos cosas nuevas, siempre decimos lo mismo, y esto ocurre, porque desde el principio queremos lo mismo.
Yo quiero verdad, él quiere verdad, nosotros queremos verdad.
Yo quiero justicia, él quiere justicia, nosotros queremos justicia.
Yo quiero castigo para los responsables, él quiere castigo para los responsables, nosotros queremos castigo para los responsables.
Por eso, prefiero pensar en estos 3000 días y hacer un balance diferente.
No voy a tocar el tema del dolor y la tristeza por la pérdida, porque creo que no tiene sentido, son cosas con las que nos/me tocaron vivir, y nada ni nadie podrá modificar el vacío de la pérdida. Nada ni nadie podrácambiar la violencia y la crueldad que significó que nuestros familiares murieran aplastados por los escombros de la AMIA.
Fue hace como un siglo, unos 3000 días que de pronto suenan a siglos, nos suenan a siglos a nosotros que los sobrevivimos, y que tenemos la oportunidad de estar vivos y ser felices y disfrutar aún, algún que otro atardecer junto a los que amamos.
3000 días es mucho para nuestros muertos. Y pienso en los muertos, pienso en Agustín que hoy tendría 29 años, sería casi un hombre, ¿tendría esposa tal vez? ¿Tendría hijos tal vez?
Pienso en Noemí, la hija de María, la hermana de Adriana, a la que no conocí, y miro a sus hijas y pienso: son mujeres, eran nenas y son mujeres.
Pienso en mis propias hijas y en lo grande que están, y no dejo, ni por un instante, desde hacer 3000 días, de sentir una tristeza infinita, cómo es posible que su padre se haya perdido esto tan maravilloso que es verlas crecer y hacerse adolescentes.
3000 días es definitivamente mucho tiempo, son un montón de días. Y la verdad, es que por momentos creo que ni aun existiendo justicia, para uno sería menos doloroso.
Pero después de pensar un rato, y preguntarme qué hace uno en esta plaza desde hace 3000 días, creo hallar la respuesta: no sería menos doloroso pero sí sería más justo.
Y en términos de cosas justas, creo que uno podría vivir más en paz. Y entonces pienso en una utópica sensación de alivio, de poder sentir tristeza pero empezar a amainar el odio, la bronca, la repugnancia, el enojo permanente, la descreencia, la incapacidad de creer en algo bueno.
Sé que muchos de ustedes se van a sentir vacíos con esto, que de ningún modo pretendió ser un discurso y mucho menos un discurso de denuncia, de todas maneras quería compartir estas reflexiones, este sentimiento de que si bien un gran vacío inundó mi vida por mucho tiempo, esta plaza lo hizo más tolerable, más vivible.
Y como todos saben, cuando me refiero a esta plaza, no son ni los árboles, ni la sombra, ni los perros, son ustedes, que están acá parados, lunes a lunes y me hacen sentir que no estoy parada sola, que jamás los familiares lo hubiésemos logrado sin lo no familiares.
Y cuando digo no familiares, es sólo un decir literal, para mí mis compañeros de trabajo de Memoria Activa, y todos los que están siempre acá son una especie de familia azarosa, inelegida, que ha compartido conmigo sueños, deseos, esperanzas, rabias, enojos, pero sobre todo utopías.
Creo que 3000 días es algo de todo esto y seguramente muchas cosas más, historias de vida vividas e historias de vida no vividas.
Y creo que lo importante es que entre todos logramos que estos 3000 días no pasaran inadvertidos para nadie.
* Texto del discurso pronunciado ayer en el acto de Memoria Activa.