Vie 28.11.2008

CONTRATAPA

El verde cuento del Dante

› Por Enrique Medina

Al tipo se le ha escapado la semana en un santiamén, y aún no lo puede aceptar. ¿Semana?... ¡Se le ha volado el mes, por Dios! Los items que tiene encolumnados para escribir la nota costumbrista para el diario ni lo tientan ni lo seducen ni lo inspiran. A pesar del vacío clavado en el pecho, todavía está positivamente afiebrado por la visita de sus dos hijos menores que muy alegremente han pasado 15 días de vacaciones junto a su hermana mayor, Vanesa, viendo shoppings, museos, cines y cuanto lugar turístico ofrece la Reina del Plata. Ferdy, el más chiquito, que ya ha cumplido los 11 años, ha regresado subiendo al avión con su nueva tabla de skate colgada a la espalda, dispuesto a dedicar su vida al desarrollo y goce de dicho implemento. Annabel, la del medio (imposible que en unos meses vaya a cumplir 18, el tipo se niega rotundamente), cada vez más seria, le ha dedicado una sonrisa de gratitud al muchachote que le ha obsequiado unos CD de música argentina para que en París recuerde el bar de Santa Fe y Agüero. Y el tipo, que está trepado a su propio apuro, también recuerda: en una aguafuerte Arlt menciona que su jefe de redacción le aconsejaba tener algunas notas de reserva para los momentos en que la imaginación duerme y la impronta creativa es nula, tan nula como en el verde cuento del Dante. Arlt era frondoso, pero un día el jefe tuvo razón. Contando la anécdota, Arlt llenó el espacio que le correspondía en el diario El Mundo y así logró zafar. El tipo repiensa el verde cuento del Dante y cree poder elegantizarlo para la contratapa del matutino en el que trabaja, pero reconoce que en este momento está fuera de condiciones para el esfuerzo de pensar un recurso con el que pueda descolgar un texto apto, periodísticamente hablando. Y de sopetón toma conciencia de que no solamente se le ha ido en un suspiro la visita de sus hijos, sino además otras cosas, cosas recontrafundamentales. Y piensa y repiensa, y se pone chocho, chocho de orgullo, y chocho de viejo choto, y se avergüenza cuando corresponde, sí y no, pero en fin, los chicos vieron a su abuela argentina que los quería ver, y eso, y agradecerles a las mujeres que tuvieron la bondad de darle tres hijos impecables, y lamentarse, o no, esto es la vida, equivocarse por intentar cosas o quedarse plomo y sin etiqueta, o salir del paso cumpliendo esas obligaciones, rutinas o deberes. El tipo examina los items para ver si le puede sacar partido a alguno: lucha del campo (debería), quema de pastizales (ya fue), despenalización de la droga (hum), privatización de las plazas (podría ser), trenes y hospitales, publicidades de cuarta, Rita Hayworth, donación de órganos, decadencia cultural, invasión de cenizas del volcán chileno, Feria del libro (fue), etc., etc. Quizá lo mejor, piensa técnicamente el tipo, sea el verde cuento del Dante a punto de morir narrado al fino estilo de Luis Landriscina, o en tal caso al picaresco estilo de Pepitito Marrone, o al atolondrado de Jorge Corona, o... Sí, ya lo tengo, afirma con satisfacción el tipo considerando que la nota ya está hecha, tal como decía el famoso director de cine francés René Clair: “La película ya la tengo en la cabeza, sólo me falta filmarla”, y con entusiasmo, empieza a escribir el verde cuento del Dante intercalándole vivencias personales: “Al tipo se le ha escapado la semana en un santiamén...”.

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