› Por Juan Gelman
No se trata de “la soledad de dos en compañía”, que tanto le pesaba a Campoamor, sino la del que nada contra la corriente. La lista de esas soledades puede ser muy larga en este mundo cada vez más deshumano. La de los judíos no israelíes disconformes con las políticas de Tel Aviv es una de ellas. Se conoce la trampa: quien critica la matanza de Gaza –un ejemplo– es antisemita y el judío que lo hace es “un judío que se odia a sí mismo”. Siendo así, quien denuncia las matanzas de las dictaduras africanas corre el riesgo de ser tildado de racista.
Anders Carlberg, presidente de la comunidad judía de Gotemburgo, Suecia, ha señalado un aspecto del problema: “Las pequeñas comunidades judías típicas del norte de Europa se encuentran en un dilema. A pesar de su identificación con Israel, y su certeza de que tiene derecho a proteger a sus ciudadanos de ataques que ponen en riesgo sus vidas, muchos judíos europeos se sienten incapaces de justificar el bombardeo de escuelas y de las áreas urbanas densamente pobladas de Gaza con base en el principio de la defensa propia. La inocencia de la niñez es universal y compartimos la responsabilidad por los niños del mundo con el resto de la humanidad” (Ha’aretz, 16-1-09). ¿Qué les queda a esos judíos europeos? El silencio de una conciencia turbada.
Esto no significa que son justificables los incendios de sinagogas que se produjeron en distintos países. No deja de ser cierto, sin embargo, que los más de 1300 muertos de Gaza, en su mayoría civiles y sobre todo niños, son el resultado de una decisión del gobierno de Olmert y que esa decisión abrió el espacio para que tuvieran lugar esas manifestaciones en el marco de un sentimiento generalizado de repudio. Cabe preguntarse quién es entonces el responsable de estas acciones verdaderamente antisemitas.
Tel Aviv repite su válido argumento: la invasión a Gaza fue la respuesta al constante repiqueteo de los misiles que Hamas envía al sur de Israel. Lo dijo también Barack Obama: “Si alguien lanzara cohetes sobre mi casa donde mis dos hijas duermen cada noche, yo haría todo lo que está a mi alcance para que eso se termine”. Le respondió el periodista francés Michel Collon: “¿Proteger a sus hijas? ¡Cómo lo comprendo! Pero, para ser totalmente correcto con ellas, ¿no debería usted contarles la historia de esa casa? ¿Decir que usted se la robó a los propietarios? ¿Y también el jardín y todos sus alrededores? ¿Y que usted obligó al antiguo propietario a vivir en la casilla del perro? Pues exactamente eso es lo que ha hecho Israel robando a los palestinos sus casas y sus tierras y forzándolos a vivir en campos de refugiados” (www.michelcollon, info, 13-1-09). Mientras continúe el cerco de Gaza, donde l,5 millón de personas se consumen literalmente de hambre y sed, el pueblo palestino será un pueblo agredido.
El escritor francés Jean-Moïse Braitberg debe haber entrado en la categoría de “judío que se odia a sí mismo”: dirigió una carta al presidente de Israel para pedirle que el nombre de su abuelo Moshe –gaseado en Treblinka en 1943– sea retirado del Memorial de Yad Vasehm erigido en memoria de las víctimas de la Shoá. “Le solicito que acceda a esta demanda –dice la carta– porque lo que sucedió en Gaza y, en general, la suerte destinada al pueblo árabe de Palestina desde hace 60 años, a mi juicio descalifica a Israel como centro de la memoria del mal infligido a los judíos y, por ende, a la humanidad entera” (Le Monde, 28-1-09).
Sir Gerald Kaufman, miembro veterano del Partido Laborista inglés, exigió en un debate de la Cámara de los Comunes sobre Gaza que Londres impusiera un embargo de armas a Israel. Fundamentó así su demanda: “Mi abuela yacía enferma en la cama cuando los nazis entraron en su casa y un soldado alemán la mató a tiros. Mi abuela no murió para darles cobertura a los soldados israelíes que matan abuelas palestinas en Gaza. El gobierno israelí actual explota impiadosa y cínicamente el sentimiento de culpa de los gentiles por la matanza de judíos en el Holocausto para justificar las muertes de palestinos que causa” (www.noquarter.usa.net/blog, 18-1-09). Sir Gerald, que recibió una educación judía y sionista ortodoxa durante su niñez en Polonia, señaló que la alegación de que muchas de las víctimas palestinas eran militantes era idéntica “a la de los nazis” y agregó: “Supongo que los judíos que lucharon en el ghetto de Varsovia habrían sido motejados de militantes”.
La tragedia de Gaza no tiene un cese a la vista. Benjamin Netanyahu –-posible triunfador en las elecciones israelíes del 10 de febrero próximo–- manifestó que la ofensiva contra Hamas “no había ido demasiado lejos” y que “no habrá más alternativa que derribar al régimen de Hamas en Gaza” (AP, 4-2-09). Está claro.
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